Ante el mundo para el yo era simplemente lizandra, Lizi en el más apegado de los casos luego por la tarde cuando me ponía a observar insectos en el amplio jardín, no era necesario que mis ojos se percataran de su presencia, porque podía sentir su mirada llena de deseo lamiendo la delicada piel de mis muslos, Mi cabello tenía aroma de pasto recién cortado y mis manos estaban manchadas de tierra y polvo de mariposas Entonces lo escuchaba decir mi nombre con una ternura que me hacía caminar a prisa a su encuentro Liz me decía oculto entre las cortinas del amplio ventanal, Lizi repetía impaciente mientras colocaba la mano sobre los ojos para evadir la luz del sol que lo cegaba. Entonces como si de un conjuro se tratara todo mi ser no podía resistir su voz, mis piernas salían a tropel librando macetas de orquídeas y magnolias. Detenía mi carrera frente a las escaleras no entraba a casa de inmediato… sabía que esa pausa lo consumía lentamente, sus músculos se tensaban tan solo de verme sentada en los escalones del pórtico observando la calma de la tarde, mis pechos se estremecían bajo la delgada blusa. Era el quien se aproximaba para tomar mi cabello pasando los dedos por los mechones entrelazados, me examinaba como si mi trenza fuera un recio racimo de uvas—Lizi—me decía casi en secreto—ven, Pronto será de noche y comenzare el pinzado de nuestro enebro, Pero yo seguía empecinada en hacerlo esperar dejaba que pasaran los minutos antes de entrar en la casa echaba la última mirada al bullicio de los vecinos que miraban sin observar nada. Cuando por fin atendía su suplica él ya estaba sentado en el sofá, El sol entraba en la habitación en forma de cubos de luz donde flotaban motas de polvo, las pequeñas ramas y hojas del arbusto cubrían su rostro mientras algunos brotes cedían bajo la mano maestra que sujetaba la pinza creando una sinfonía abstracta de cortes, sus piernas abiertas mostraban pliegues en la parte de los bolsillos delanteros, yo sabía que era hora de jugar con él o para él, al final era lo mismo. comencé mi avanzada a gatas por la alfombra hasta quedar en sus pies me gustaba el aroma del cuero recién lustrado de sus zapatos, me gusta la línea recta de sus pantalones, me gusta el sonido de la cremallera que mis dedos separaban, me encantaba la fragancia que surgía de sus poros rasurados, el seguía podando con aparente indiferencia como si fuera yo una gata mimosa enredando la esponjada cola entre sus muslos, digo en aparente porque el sutil contacto de mi lengua sobre su carne endurecida hacia tensar bajo la piel veneros de sangre que mis labios recorrían al engullirlo, Complacerlo había dejado de ser divertido. Mi verdadero placer Estaba en el perverso juego de negarme a él, salir corriendo cerrar y la puerta tras de mí, me satisfacía tanto escucharlo dar zancadas perdiendo el control y olvidando por completo sus arboles mientras acomodaba dentro de los pantalones el chorreante ratoncillo en el que se había convertido su enorme animal pulsante, gemía lastimeramente al otro lado de la puerta mientras decía —ábreme Lizi atiéndeme Lizandra —pobre, pobre e indefenso mío —le decía—mientras me soltaba las trenzas mirándome en el espejo, Ante los demás en las asambleas de distrito siempre fui Lizandra, y sus manos jamás pasaban por debajo de mi espalda, tampoco sus miradas se posaban sobre mis muslos. Pero a solas siempre fui lizi el más oscuro de sus secretos.
OPINIONES Y COMENTARIOS