Muchos autores definen la felicidad como un estado de ánimo del ser humano que aparece cuando este alcanza un alto nivel de satisfacción y de bienestar. Para definir mejor este término, se habla de que una persona es feliz, en la medida que logra alcanzar sus metas y logra sentir un estado de plenitud existencial.
Desde siempre, el hombre ha intentado alcanzar la felicidad y muchos se preocuparon por averiguar dónde hallarla. El famoso filósofo Aristóteles concluyó que, la felicidad solo puede alcanzarla el hombre virtuoso, cuya voluntad tiene una disposición permanente hacia el bien y se denomina virtud.
En los tiempos antiguos, la felicidad ha sido vinculada de manera importante a la justicia, pero actualmente se ha hecho parte del discurso político y hasta se ha llegado a incluir como normativa constitucional en los países que practican el llamado Estado Social, cuya finalidad es el bien común.
Se dice que los amish, grupo inmigrante, descendientes de alemanes, que llegaron a América entre 1730 y 1880, han logrado alcanzar el máximo nivel de felicidad, dada su forma de vida simple, culturalmente ligada a la religión, alejados de la tecnología y de los placeres mundanos. Si esto es cierto, se podría inferir que, un hombre debería ser más feliz en la medida que se aleja de los placeres modernos y la tecnología.
Para entender este punto, debemos mirar un poco de historia y poder enlazar la felicidad a lo que nos interesa, que son los derechos humanos.
La Segunda Guerra Mundial trajo consigo innumerables cambios sociales que, la Primera Guerra Mundial no logró. Después de la Primera Guerra Mundial, en 1918, todos los países involucrados y sus ciudadanos, luego de que Alemania aceptara las condiciones del armisticio, continuaron con su vida y la meta principal fue recuperarse económicamente de los gastos ocasionados por la compra, fabricación y utilización de material bélico, así como la reconstrucción de las infraestructuras civiles afectadas.
Para 1918, cuando ocurrió la Gran Guerra, la comunicación era muy lenta y solo los países involucrados sabían bien lo que estaba ocurriendo en el frente, por ese motivo, nadie, o muy pocos, se enteraban de las atrocidades cometidas por los soldados de los ejércitos enfrentados, en contra de la población civil que no formaba parte del conflicto.
Culminada la guerra, la relativa paz del mundo se mantuvo por casi 20 años y ese tiempo hizo que casi se olvidaran los hechos, hasta el 1 de septiembre de 1939 cuando nuevamente el mundo se ve envuelto en otro conflicto bélico cuando Hitler, gobernante de Alemania, con sus deseos expansionistas, decide invadir a Polonia con el ejército alemán y dio inicio de esa forma a la Segunda Guerra Mundial.
La Segunda Guerra Mundial duró 6 años, finalizando en 1945. Durante ese tiempo, gracias a los avances tecnológicos y la proliferación del uso de la radio y la televisión, todos los países del mundo se enteraron de las atrocidades cometidas por el ejército alemán en contra de civiles indefensos. Fueron muchos los países de Europa que resultaron devastados por Alemania y su ejército nazi, pero no fue esto lo que causó mayor conmoción y reproche, sino los hechos ocurridos durante la intervención de los ejércitos aliados.
Es históricamente sabido que, Francia, uno de los países involucrados en el conflicto, para la época mantenía una presencia muy fuerte en el continente africano. En 1944, ya para el final de la guerra, Italia se encontraba totalmente ocupada y bajo el dominio alemán. Francia, como parte de sus movimientos estratégicos, para la batalla conocida con el nombre de Monte Cassino, utilizó un ejército conformado por más de 140.000 hombres tunecinos, marroquíes, argelinos y senegaleses, procedentes del norte de África y que estaban bajo el mando del general Anphonse Juin, quien para alentar a su tropa les dio una Carte Blanche durante 50 horas, ofreciéndoles que nadie los juzgaría por lo que hicieran durante ese tiempo. De esa forma, alentados por las arengas de su general, los soldados marroquíes, mataron, vejaron y violaron a mujeres, jóvenes y niñas de la población que los esperaban con ansias para ser liberados de los alemanes.
Lo dicho anteriormente es solo un fragmento de las atrocidades conocidas, cometidas por los ejércitos, tanto alemanes (nazis) como los llamados aliados. Pocos meses antes de la culminación de la guerra, un grupo de 51 países del mundo, temiendo que ese fuera el destino del mundo, fundan una organización con el fin de preservar la paz mundial llamada ONU (Organización de Naciones Unidas). Es en esta misma organización donde se dan a conocer las atrocidades cometidas en la Segunda Guerra y se firma en 1948, la llamada Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Esta declaración, contentiva de solo 30 artículos y aceptada por todos los países, es difundida por todo el mundo, con la finalidad de que los hombres y mujeres se sientan protegidos en cuanto a sus derechos fundamentales y puedan ser más felices.
Hace algún tiempo atrás mientras investigaba para desarrollar la trama de una de mis novelas, me vi obligado a sumergirme en el mundo de los derechos humanos, leí muchos artículos y noticias mundiales al respecto y fue tanta mi frustración que decidí eliminar ese tema de la historia, pues al usarlo podía incurrir, sin quererlo, en herir las susceptibilidades de algunas personas que la leyeran.
Hoy en día, existen muchas instituciones, organizaciones, abogados, grupos y personas que luchan por la defensa de los derechos humanos, pero por qué son necesarias, si todos los países del mundo reconocen la Declaración de los Derechos Humanos. Es una pregunta difícil de responder. Resulta que la ONU y los países firmantes de la declaración, con la buena intensión de proteger a todos los hombres y mujeres del mundo desde el momento de su nacimiento, crearon un conflicto de tipo socio cultural, socio político, legal y existencial si al caso llegamos.
En la actualidad, no existe nadie que no conozca al menos dos artículos de la Declaración de los Derechos Humanos y se sienta amparado por ellos. Por eso, cualquier situación que se presente es tratada desde el punto de vista de una violación de Derechos Humanos, creando un grave conflicto de resolución casi imposible.
Sé, que es difícil entender mi punto de vista, pero tomaré un tema conocido y muy actual para analizarlo e intentar hacerme entender.
Una joven de apenas 14 años, queda embarazada, no tiene una idea de lo que le viene, sus padres, dada su experiencia de vida, toman la iniciativa y deciden por ella, interrumpiendo el embarazo con un aborto quirúrgico, en el tiempo pertinente, pero las organizaciones pro derechos humanos los juzgan y demandan haciendo que los padres y hasta la joven respondan por el hecho. La iglesia, como organización religiosa pro vida, toma partido y sentencia a los padres, las leyes juzgan y sentencian a los padres, las organizaciones protectoras de los derechos humanos hacen su interpretación del caso y exponen a la joven y a los padres.
Es indudable que, en el caso anterior, el conocimiento extensivo, de los Derechos Humanos ha terminado por hacer infelices a toda una familia.
Desde la firma y entrada en vigencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, han sido muchos los conflictos de diversas índoles en donde salen a relucir las violaciones de los derechos humanos.
Ahora, las personas viven pendientes de sus derechos fundamentales y los esgrimen ferozmente en el trabajo, en los grupos sociales, en la política y en cuanto organismo o institución con el que tengan contacto, creando en ocasiones un ambiente perturbador para la resolución de cualquier conflicto.
Analicemos otro de los temas comunes en la vida diaria de una persona. Existe un derecho consagrado, que es el derecho a manifestar, por eso, ante un conflicto laboral sin resolución, los empleados de una gobernación se reúnen y deciden salir a la calle a manifestar, pero cuando lo hacen, cierran una de las calles, este hecho causa una tranca en la circulación del tránsito automotor y varios de los conductores bajan de sus vehículos y se acercan al grupo para reclamar. Los manifestantes están haciendo uso de su derecho a manifestar, pero los conductores reclaman su derecho al libre tránsito. Sin duda, que los manifestantes se sienten felices y complacidos por haber alcanzado su meta, según la definición de felicidad, pero los conductores se encuentran molestos y por ende infelices al no poder circular libremente.
Está claro que si los manifestantes no tuvieran un articulado que los defendiera, no serían capaces de manifestar y por el otro lado, si los conductores no tuvieran un articulado que los defiende en sus derechos, no protestarían por la tranca de la calle.
Es costumbre que, casi por regla general, al exigir un derecho, se incurra en la violación de otro de los derechos humanos consagrados para otras personas. Entonces, para solucionar esta coyuntura, se inventó la máxima que dice: mis derechos terminan donde comienzan los de la otra parte; y es algo que tiene mucho sentido, mis límites terminan donde comienzan los de la otra persona. Algo parecido a las fronteras geográficas entre los países, que existen, pero no por eso dejan de ser violadas.
En fin, son muchos los casos que podríamos analizar sobre los derechos humanos y como estos conducen a otros conflictos. Retomando lo tratado en un principio, cuando hablaba de los amish, estos se mantienen dentro de sus comunidades, aplicando en lo posible sus propias leyes político religiosas, desconociendo en lo posible las leyes tradicionales, ajenas a su comunidad. Con toda esa simpleza, ellos logran alcanzar el máximo de felicidad.
Por todo lo anterior, podemos concluir que: las personas serán más felices en la medida que conozcan menos sus derechos.
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