Me siento como un pez. Fuera del agua me ahogo. Tantos depredadores me acechan. Me voy hacia el fondo, más oscuro mientras mas hondo. Nado en el cardumen sintiéndome un payaso al que nadie de menos echa.

Envidiando a la ostra por sus perlas. Temiendo ser atún y que me usen para su bien. Viendo feroces bestias que admiran otros. Aprendiendo del delfín y su inteligencia.

Me siento como un pez en un mar con basura que tapa las branqueas. Hay tanto océano que recorrer y yo no quiero ir ni una gota más lejos, solo hibernar eternamente y ya, no quiero dejar una marca.

Me siento como un pez que no piensa, solo actua. Las consecuencias imprevistas llegan y no hay nada que hacer más que huir para sobrevivir. ¿Y para qué? Si entre peces y pescadores se las arreglan para frustrar mis planes de vivir, o solo existir, vez tras vez.

Me siento como un pez, un pez inmóvil. Tengo mi propósito pero no lo cumplo. Un pez temeroso que aparenta ser rudo. Siendo vergüenza para algunos y a la vez ídolo por ser lo que otro no pudo.

Me siento como un pez. A veces nadie se fija solo en mí, sino en mi especie. La única forma de no aislarme es cuando las redes me unen con otros peces. Me ponen en la misma bolsa. Luego, soy uno más. Nadie le importará mi pasado a la hora de cenarme. Solo muerto van a disfrutarme.

Me siento como un pez. Algunos se empeñan en defenderme. Algunos me admiran, son diferentes. Algunos se sienten sólos como yo y, si hay un pez así, el sentimiento es mutuo. A él o a ella le dedico ésta narración.

Me siento como un pez que se esmera a copiar al pulpo por la tinta. Cuento vivencias con analogías distintas. No sé si es la primera o la quinta pero lo que si sé es que me siento como un pez. Ese pez que no se expresa, directamente no puede. Solo nada y nada más, nadie sabe lo que quiere. Un pez que necesita más de lo que tiene. Un pez… un pez que siente que se muere.

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