¡Ay! a veces me gustaría
ser esa estatua de sal
o esa piedra en el camino
inmunes a todo mal.
Pero eso sería indiferencia,
ser ajeno a ese mal,
a esas malditas guerras
que siguen sin solución.
La ceniza se ha vuelto fuego,
las bombas han vuelto a sonar,
nadie las intenta callar,
es morir, es sufrir, es luchar.
Suena el ruido del acero
entre gente deambulando
gritando, llorando,
su mundo está temblando.
Muerte, llanto, dolor
mascaras de terror,
destrucción, desolación,
un mundo de oscuro color.
Rostros de pavor en los niños,
victimas indefensas,
les roban la infancia,
les arrebatan la vida.
Quiero que mis versos
tengan más fuerza
que las bombas, que los drones,
que muevan los corazones.
Gritos salen de mis letras,
solo espero que la paz
llegue y se lleve esos espantos,
que la esperanza calme los llantos.
Que los niños puedan jugar,
reír, soñar, seguir con su vida
porque la acaban de empezar
no se la pueden arrebatar.
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