Recuerdos que no se borran

Recuerdos que no se borran

yesica Vergara

14/11/2025

El inicio de un recuerdo

Martes 4 de febrero de 2024.
Fue aquel día en el que te puse de fondo de pantalla, y en diciembre del año pasado nos tomamos esa foto en la que parecíamos felices. Sin darme cuenta, era feliz y no lo sabía. Te amé como nunca había amado a nadie; me perdí en tus labios y soñaba contigo mientras te abrazaba. Aquellos días fueron tan especiales, al menos para mí. No sé cómo te perdí ni cuándo sucedió, solo sé que ya no estás conmigo.

La ilusión de la felicidad

Hoy, 13 de noviembre de 2025, ni siquiera me acordaba de ti. Creí que te había olvidado, pero la pantalla de mi móvil se encendió con un recuerdo de fotos que ya había eliminado.

“Ojalá se pudieran borrar los recuerdos como se borran las fotos del teléfono.”

Me quedé mirando todas nuestras imágenes y, en un instante, se me aguaron los ojos. No sé por qué todavía siento lo que siento si ya ha pasado tanto tiempo. Seguro ni me recuerdas.

El eco de tu ausencia

Al ver nuestras fotos me transporté a cada momento y recordé tu sonrisa, el eco de tus palabras diciéndome cuánto me amabas. En esos días fui genuinamente feliz, lo recuerdo como si fuera ayer. Hoy, escribiendo estas líneas, no puedo dejar de llorar. No sé cómo explicarle a mi corazón que ya no estás y que esos días no volverán.

En tus ojos había un brillo hermoso, y ahora lo comparo con la nueva foto que me enviaron, donde otra ocupa mi lugar. La misma sonrisa, el mismo brillo, los mismos cachetes sonrojados… Es lógico, eres la misma persona, pero ya no soy yo quien está a tu lado.

La gratitud después del dolor

Tengo un nudo en la garganta. No hubo despedida y me quedé corta con mis palabras. Solo recuerdo haberte dicho que no quería nada, que después de todo cada una sacara su propia conclusión. ¿Qué más podía hacer? Ya había llorado, pataleado, confesado que te amaba, suplicado no perderte… y sin embargo me despediste con un rotundo “no más”.

Desde entonces camino sola. La burbuja en la que vivía se quebró, y aunque fue un golpe duro de realidad, te agradezco por enseñarme a amar y a poner límites.

No olvido lo que me diste. No te guardo rencor. Sé que me quisiste, poco o mucho, pero algo hubo para que estuvieras a mi lado. Lo sé porque dinero no tengo, y lo bueno de ser pobre es que nadie te quiere por tu dinero. Quizás la persona que está contigo hoy te brinde más que yo, y ojalá te llene en todo. Porque sinceramente, te deseo lo mejor.

«El amor que se pierde nunca se borra; se transforma en memoria, en aprendizaje y en fuerza para seguir adelante.»

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