Confesión

Confesión

Anónima

03/12/2023

Confesión

Ella era una mujer alegre, siempre con un toque de esperanza en sus palabras que acariciaban a la menor brevedad a su destinatario.

Era luz y agua fresca entre un bosque encantado, una libélula de largas alas y corto vuelo.

Una tarde se encontró observando a través de un ventanal cubierto de espinas con miras al horizonte, quiso escapar de allí hacía sus anhelos y cayó en un poema, ya no divisó el drone, tampoco el helicóptero que decía venir en su rescate.

Su alma ahora rota y su ilusión perdida destruyeron sus alas para siempre, quedando atrapada en una interminable tragicomedia escrita por quien prometió llevarle de la mano, de las palabras y del alma a un lugar tranquilo, con árboles de eucalipto, jazmines y margaritas.

Terminó adicta a las pastas para dormir a causa de insufribles insomnios y el deseo de morir rápidamente, ella ya le había coquetiado a la muerte, pero está vez y con fervor pidió acelerar el fin de una vida ya castrada por la indiferencia de un amor que le arrebató la fe.

Caminé despacio hacia ella, no quería asustarla, recogí sus alas, borré de su cuaderno la palabra muerte, le besé tiernamente sus dudas y comencé a tejer un puente que la liberara y acercara a mí.

Y así suavecito, sin que el aire lo notará yo clave una daga en su triste corazón.

Debo decir que no morimos, vivimos para siempre en aquél poema.

Se rumora que de amor nadie se muere, pero deberían conocer el cementerio de almas rotas en el que penamos quienes deliberadamente fuimos a parar en él.

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