Domingo de retomar el ejercicio y de cenar pasta, de preguntarle a las cartas y de sentarme frente a este arbolito de navidad que ya sabemos es el escenario para no estar triste.
Domingo de despedirme de ti sin que lo sepas, porque no soy paciente y porque antes de ti la pasé tan mal durante tanto tiempo que ya no quiero permitirme seguir sufriendo.
Domingo de escribir y te menciono aunque me prometí jamás hacerlo, pero te recuerdo y te tengo presente sin querer, y te sueño, y solo se me ocurre que si escribo y te dejo aquí, ya no tengo que llevarte más en el desorden de mi cabeza y en lo pesado de mi corazón.
Domingo de escuchar a las cartas decir que si espero, eventualmente el resultado se voltea y tú aprendes a quererme en serio. Y yo le digo a ellas que no tengo paciencia, que mejor te suelto. Y recuerdo a quien dijo que soltarte era cobarde, y le doy la razón, pero admito con placer que quiero irme sin importar si lo valiente era quedarse.
Domingo de decidir que si voy a contarme una historia, va a ser una con un final feliz, el final feliz de haber pasado una última noche contigo, de haberte besado, abrazado y tenido, de haberte hecho cariñitos mientras dormías, de sentir tus manos en mi cintura, de haberme sentido cómoda y ligera a tu lado. El final feliz de haber sido yo, feliz de que fueras tú, sin desear estar con nadie más ni en ningún otro lugar.
Domingo de suspirar porque termina, y emocionarme por lo que viene, porque si abro las manos, además de para soltarte, va a ser para recibir algo nuevo. Y me alegra tener libros que leer, proyectos que terminar y una vida en la que pensar, una vida sin ti que es feliz de todos modos.
Y si va a tener que ser, si es que algo tiene que unirnos en el futuro, si es que algo más grande nos enlaza, no voy a ser yo quien haga puentes, ate hilos, dibuje caminos o te mande señales para que vengas, si tiene que ser, va a ser, pero no voy a seguir remando sola… eso y mucho más aprendí y decidí este domingo.
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