Tres de la tarde, y el corazón latía tan fuerte. La ansiedad se apoderaba de mí y un nudo en mi pecho, era tan fuerte que podría desprenderse. 

Un ángel merodeaba, muchos días atrás… sabía lo que pasaría y debía presentarse. 

Entre la angustia del ambiente, en donde aquella tarde se tornó gris.

Unas cuantas palabras habían sido fulminantes.

¿Has sentido esa sensación de darte por vencido? 

Pero no aquella que decimos, sino porque cruje en el pecho, el piso se mueve y tienes la certeza que aquella batalla se ha perdido. Días de lucha y entrega, pero se han de ir… No importa lo que digas o hagas, simplemente había llegado el ruido que todos temíamos y algo dentro de ti fue capaz de decirte: Ya no puedes hacer más.

De aquella cama se levantó un ángel, a quien ya otro colega esperaba. No entendía nada, se perdía ante lo desconocido y aquello que jamás volvería a sentir. Aquel ángel había dejado tanto dolor, pero empezaba a sentir algo indiscriptible. Como aquello que nunca sentiste, lo que siempre buscaste y creías imposible.

El ángel se prometió calmar el sentimiento de vencimiento.

Porque no se había perdido, se había ganado y el ángel se encargaría de ello.

No en reemplazo, sino más bien en la comprensión de que todo aquello que sube, no carece de vida. Sino empezaría la única y verdadera vida que nunca antes alguien creería que existía.

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