De la quinta provincia venían cuatro hermanos, los hijos menores de una pobre mujer que había muerto de una fastidiosa enfermedad. A casa de su tía, la más cercana hermana de su madre, ella, la tía vivía en el campo, cerca del mangle, un lugar conocido solo por sus habitantes, Los cuatro hermanos creyeron que serían feliz, hasta que las dos mujeres y el varón se toparon con la triste historia de su realidad, la que vivirían antes de la traición.
Inés, la menor, no tenía mayor preocupación, pues nada pasaba por su mente, favorecida por su corta edad no comprendía la desdicha de sus hermanos, los cuales se fueron de uno en uno, hasta que con la tía solo quedó “La menor” y a sus diez años, conoció la verdadera cara de su tía a la que por cariño llamaba “Mami”, hasta que fue por obligación, ya que este instinto de madre, no tenía, pese a que hacía muchos años había tenido tres hijos, pero con ella, solo vivía la hija mujer llamada Macarena, su yerno, todos arrogantes y exaltados ante la niña, y su esposo extremadamente enfermo. Todos estos serían fundamental para la última decisión de Inés.
Inés se había convertido en la sirvienta de la tía y de quienes vivían en esa casa, y sin derecho a salir, porque el encierro era permanente, basado en la estricta educación gracias al mandato absoluto de la tía, quien se sentía con el suficiente poder de mandar a la pequeña comunidad, por el miedo que los pobladores le tenían, famosa por posibles conjuros y malas energías. A Inés lo único que le correspondía era obedecer a las órdenes, exigencias y rigurosos horarios para trabajar desde muy temprano hasta muy tarde, sin ninguna ayuda.
Con el paso de los años, la niña se cansó del encierro y de las ordenes, pero no tenía derecho a productos de higiene personal. Y no se sentía bien, nunca se sentía bien, estaba muy mal físicamente, presentaba una sensación de cansancio, de manera crónica, y su olor no era agradable para nadie gracias a las tantas horas con sudor en su cuerpo, y solo un baño al día, con ningún producto que previniera el mal olor, ni en su boca, axilas, cabello y así con todas las partes del cuerpo. Y mentalmente agotada, decepcionada y abusada, era humillada día con día frente a ella o a sus espaldas, tanto que un día por no botar la orina de la tía que caprichosa, hacía sus necesidades en un balde, los arrojó todos con lo que usaba para secar su piel encima de ella, llenándola del líquido amarillo expulsado, en el trascurso de la noche, la pobre muchacha no tenía nada propio, nada que defender, ni tampoco nada que esperar, lo único, que era seguro, que se le garantizaba día con día, con un aproximado de dos veces en 24 horas, eran las fuertes palizas que le daba la tía. Solo por gusto, porque la anuencia de Inés era incomparable, y esa señora con los aires de poder que tenía exigía que la niña cuidara a su viejo esposo enfermo, el cual no tenía fuerza, pero la encontraba en un momento inesperado para también agredir a la indefensa chica, porque todos los que vivían en esa casa, la golpeaban, ella se refería a la casa, como el infierno, el que ella había considerado que estaba bajo tierra, asumía haberlo conocido día con día, en la casa, donde en el suelo dormía.
En algún momento de descuido a la hora de masajear los pies de la tía, cosa que debía hacer antes de dormir, pero ese día fue el mayor descuido de su vida, el causante de su mayor desgracia, la niña tenía un pequeño alfiler, el cual se soltó de las manos, en medio de la noche, pero pensó que la mañana siguiente lo levantaría, porque su sueño le ganaba, lo que no se percató fue que su tía se levantó mientras ella dormía y el punzante se adentró en el pie de la anciana, esta debió pasar mucho días en el hospital, por su enfermedad, diabetes, casi pierde el pie, esto fue un acontecimiento que marcaría aún más la vida de la muchacha con trece años de edad, tanto fue el disgusto de la tía que cuando volvió del hospital se encargó de hacer lo que casi se consideraba imposible, hacer más imposible la vida de la sobrina, pero lo hizo, hasta el momento en que su paciencia explotó como un globo, con demasiado aire, de manera que cuando todos reunidos, un chico que sin importar su aspecto físico y su aroma, le ayudó a salir de la casa de su tía, cuando se enteró de que Inés, faltaba salieron a buscarla, no porque la querían, solo necesitaban una sirvienta.
Entre tanto problema, por la minoría de edad, las autoridades le otorgaron la libertad tan deseada de las garras filosas de su tía a la cándida Inés, desde entonces, personas que le conocen, y varios años después, aseguran verla feliz, casi logra superar la trágica historia que vivió, quienes conviven con ella, confirman que ahora, vive tranquila con su pareja, ese valiente muchacho que no temió al poder de la tía de su amada para rescatarla, con él a Inés no le falta la comida, la ropa, productos de limpieza ni horas de sueño. Ella huyó, pero fue precisamente lo que la salvó.
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