Este sistema capitalista en el que vivimos nos exige ser productivos a todo momento para no ser reemplazados por alguien más, y así intentar lograr que la rueda no se frene y que todo tipo de necesidades -quizá algunas hoy en día inventadas- sean cubiertas a lo largo y a lo ancho del mundo.
Me parece interesante pensar en cuáles eran las verdaderas necesidades de nuestros antepasados, y cuáles creemos que son hoy en día nuestras necesidades. Si indagamos profundamente en el tema, creo que llegaremos a la conclusión de que lo que realmente necesitamos no es tanto como nos quieren hacer creer. Pero se trata de consumir.
Para que la economía siga funcionando a este ritmo, debemos invertir nuestro bien más preciado: nuestro tiempo de vida.
¿En qué posición quedamos nosotros, nuestros reales deseos y búsquedas personales? En segundo plano. Primero hay que trabajar, y luego, si tenemos suerte, tendremos algún rato disponible para hacer eso que nos gusta, que nos nutre y nos satisface, que nos desconecta del mundo por un rato, que nos hace perder la noción del tiempo, que logra que olvidemos cualquiera de nuestras inquietudes, y estemos en conciencia plena; realmente presentes.
El tiempo de vida que tenemos es un bien limitado, y no podemos recuperarlo, ni comprarlo. Solemos confundirnos pensando que el dinero nos comprará tiempo de vida, o nos dará la libertad que tanto anhelamos, pero la realidad es que el tiempo invertido en trabajo a cambio de papeles de colores que sirven de intercambio, no vuelve.
No intento hacer una apología de la vagancia. Pero sí creo que estamos en un mundo completamente desconectado de las cosas verdaderamente importantes para el ser humano.
De hecho creo que el trabajo es lo que nos llevará lejos. Pero no cualquier tipo de trabajo, sino el trabajo personal, el tiempo que invertimos en nosotros mismos, en nuestro propio crecimiento, para replantearnos aquello que damos como verdadero, para leer o informarnos sobre algún tema que nos apasione, para hablar con gente de otras culturas, para poder viajar y ver diferentes realidades, o simplemente para poder cocinarnos nuestra comida de calidad sin tener que caer en el delivery de comida procesada por un tema de cansancio y de falta de tiempo porque el trabajo remunerado nos saca la energía que en realidad deberíamos estar invirtiendo en nosotros.
Generalmente cualquier persona que se ponga como prioridad por encima del trabajo termina siendo condenada o juzgada, y creo que muchas de esas críticas nacen de un sentimiento de envidia profundo, de que la gran mayoría desearía tener más tiempo libre del que tiene, y miramos de reojo a aquel que con muchísimo valor para desafiar lo establecido, vive de manera diferente y no se jacta de responsable.
Todas nuestras posesiones materiales serán chatarra probablemente antes de que nosotros estemos bajo tierra.
Una enfermera australiana que generalmente compartía espacio con gente que estaba cerca de morir, escribió un famoso libro que se llama algo así como ‘los cinco arrepentimientos antes de la muerte’ y voy a pasar a enumerarlos.
1- Hubiese deseado haber tenido el coraje de vivir una vida auténtica, y no haber vivido en base a las expectativas de los demás.
2- Hubiese deseado no haber trabajado tanto
3- Hubiese deseado tener el valor de expresar mis sentimientos
4- Hubiese deseado estar más en contacto con mis amigos
5- Hubiese deseado dejarme ser más feliz
Estos arrepentimientos que se repitieron y se seguirán repitiendo en cada hospital, creo que nos ayudan a todos a reflexionar sobre nuestras vidas, nuestras rutinas, y con el coraje suficiente poder tomar cartas en el asunto, e intentar nutrirnos a nosotros mismos y no simplemente ser conejos corriendo detrás de la zanahoria.
Dejemos de cumplir un rol en el sistema, seamos los protagonistas de nuestras historias.
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