En el eco del adiós resonante, se desliza el peso del desencanto.
Tu partida, como brisa furtiva,me hiere el alma con su despedida.
Intenté retener tus pasos fugaces, aferrarme a un amor de mil matices. Pero el destino, con su cruel artimaña, me dejó en el abismo de la saña.
Odio que te fueras con tanta calma, mientras yo luchaba por tenerte en el alma.
El vacío se expande como una herida, recordando cada gesto, cada
despedida.
Mas en esta desdicha yace una enseñanza,
que el amor verdadero no es una balanza.
El dejar ir libera al corazón sufrido, para que otro amor encuentre su nido.
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