No tengo metas fijadas en mi mente. Sólo espero a la muerte
Ni rumbos ni hermosas vistas a cielo abierto
Estoy fuera de la vida, perdido en la existencia, observando la oscuridad que yace sobre mi espíritu y que no soy capaz de quitar porque soy un comerciante de mi alma, al universo le ando comprando tiempo para vivir.
No me pregunten de qué manera vivo y de donde saco las fuerzas para existir, quizá los ansiolíticos y antidepresivos mantienen mi semblante lúcido y no tan descolorido, pues mi alma está en el foso de las tinieblas, de ahí no sale a superficie ni para ver el bello amanecer de octubre ni el atardecer de noviembre cuando el Sol y las nubes juegan a crear arreboles para alegrarle el alma a los hombres románticos. He perdido la magia con que veía el firmamento, ha desaparecido el encanto con que observaba las rocas del cretácicos o los insectos de la selva, estoy muerto, lo sé, ahogándome de a poco, el sepulcro será mi próximo destino.
No sé cómo no he enloquecido con las penurias que llevo a cuestas, hasta el más mínimo detalle de la vida me resulta pesado, sin fuerzas, se estremece mi cuerpo; mis piernas y manos, débiles, apenas me sostienen en este mundo plagado de miseria y muerte. ¡Oh, genio benigno!: ¿por qué no te apiadas de este pobre hombre incapaz de vivir la vida plena en felicidad? Eres responsable de tus actos, hermano, – responde el genio, – en tu inconsciente está la verdad que tanto buscas, hurga hasta que sangres, hasta que esa herida esté lo bastante abierta como para no hacerte sufrir ya. Debes padecer la amargura del sufrimiento para agotar tus pasiones en la materia, no obstante, soy misericordioso y de vez en cuando se me permite anular a las leyes de la física, y hacer milagros en aquellos espíritus acongojados y sufrientes. No pretendo que tengas fe, me da igual, la fe vive en el espíritu incrédulo y yo me suplo de la incredulidad para buscar espíritus a las causas gentiles de la creación. Eres uno de esos espíritus, hermano, alégrate por las tormentas que azotan tu corazón, aunque no reconozcan tu valentía los hombres de la tierra, aquí en el regazo de mi majestad, los ángeles admiran la fortaleza con la que afrentas los vaivenes del día a día, sin embargo, quiero que sepas que curaré tus heridas, sanaré tu alma, pues yo, el genio benigno, soy tu conciencia, el padre y madre de la razón pura. Dejarás la muerte atrás, pues yo soy el arcano del provenir, del goce perpetuo. No habrás incertidumbre ni dolor, en mi mundo la dualidad es potestad de lo inferior. Aquí no existe la oscuridad, el resplandor eterno, como faro, señala el camino a los espíritus recién despiertos.
-¡Oh, genio benigno! Me haz mostrado la claridad del alma a través de los ojos misericordiosos de la conciencia que vive en mí, que soy yo mismo. ¿Cómo no me dado cuenta del poder que yace en mi ser? No deseo la muerte, la muerte viene a mí, y busco por todas partes huir, de buscar ese milagro que no aparece porque pienso que tú, genio benigno eres tu hermano el genio maligno, hacedor de la materia. ¿Cómo confiar en ti si vivo dentro de las entrañas del Demiurgo? Aparte ¿tú estás fuera del mundo físico?
-Hermano, no solo eres carne y hueso, eres espíritu, allí estoy, ahí radica mi ser. Eres una sección de mi expresándote en el mundo de las formas, en lo que para los humanos se restringe a lo real. Lo real es la conciencia de la inconsciencia, los sueños no han de estar sometidos al juicio de quienes los creen meras fantasías y entelequias. Los sueños nos muestran la realidad humana en su máxima expresión, los deseos se manifiestan desde la materia hasta el alma y ésta, en afán de liberarse de las pasiones, las reproduce a manera de imágenes para que el cuerpo busque cómo deshacerse de los deseos para agotar las pasiones y el alma, por fin, después de centurias encerrada en el cuerpo material, pueda liberarse de tan funesta sensaciones que solo le obligan a volver una y otra vez para sanar las heridas de la inconciencia y hacer consciente lo que habita en la sección oscura del Yo. Es en la sección oscura del Yo en donde radica la liberación. Debemos escudriñar en sus recovecos para encontrar que las memorias no se pierden en los episodios pre- conciencientes del yo, sino que se almacenan en las catervas del inconsciente. Todo está grabado, y yo lo sé. Conozco cada pasión y deseo reprimidos que determinan el comportamiento de los hombres.
-Genio benigno, solo sé que soy para la muerte, tú me expones que detrás de la malignidad de la existencia se esconde una suerte de razón suficiente que es benigna y que nos muestra al goce perpetuo, sin embargo, ese goce perpetuo es consecuencia del sufrimiento, un tipo de gratificación dada la experiencia en la carne. Esas leyes eternas hacen desgraciado y altísimo al espíritu, pues según tengo entendido, en ese mundo ideal no existen identidades humanas sino inteligencias puras que se comunican por pensamientos. Usted, genio benigno, me dice que el bien supremo es la consecuencia del mal supremo, porque de alguna forma el bien lanza destellos de luz que son vistos por quienes están embebidos por los grotescos pegostes de la materia. En mi experiencia, estoy sufriendo las sentencias del genio maligno, permitidas por el genio benigno, pues no eres capaz de suspender las leyes de la física, es decir de las leyes del demiurgo. Demuéstrame, genio benigno que puedo confiar en ti, de que me has escuchado y visto mi sufrir, porque como dices: a ti no te importa el hombre incrédulo, soy yo escéptico, genio benigno, si cada cosa ha de tener su razón suficiente, yo soy de los que se propone encontrar las causas mecánicas de las cosas para lograr comprender la mística de la naturaleza desde el conocimiento meramente racional. ¡Que no me culpen los seres elevados por abocarme a la razón y no a la fe! Soy un hombre y por tal razón soy testimonio de la carne.
-Sin proponértelo, eres el Demiurgo y también eres el genio benigno, tienes dos almas luchando en tu cuerpo, el principal campo de batalla de la vida. Sé que tu misión es conciliar las polaridades en pugna. La razón y la fe trazan sus límites en ti. Eres la fe, eres la incredulidad. Eres la razón por eso eres escéptico. Te admiro, espíritu despierto. Si la tierra estuviera habitada por miles de ustedes, la enfermedad y la muerte serían cuestiones de antaño.
-Es irrelevante lo que me digas ahora, genio benigno, la tristeza y la desesperanza no se irán de mi corazón. Soy un hombre moribundo, sin objetivos en la vida, mi cuerpo limita a mi ser, estoy preso en mi propio territorio terrenal. ¡Que me importan las delicias futuras si ahora mi experiencia de la vida es dolorosa, cruel! ¡Vete ya, genio benigno, tu hipocresía debería darte vergüenza, asco! Soy escéptico, genio benigno, mi sufrimiento no es tu sufrimiento, aunque con total falta de empatía afirmes que mi dolor es el tuyo, no te creo, sabandija. ¡Largo de mi vista!
El genio benigno va hacia la luz. Sabe que allá en la tierra los espíritus despiertos darán paso a una nueva humanidad. La síntesis de los polos será decisiva para la ascensión de las almas humanas lanzadas a la vida para purgar las penas de la existencia, porque con solo existir ya se es culpable, citando Albert Camus.
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