Al cielo el avión va

Al cielo el avión va

Ahora mismo, como ningún otro momento, como cualquier otro, tan distante y tan cercano el canto del pájaro al viento, tan difusos los límites y a su vez palpables; arriba, surcando los cielos y rasgando las nubes, vuela un pequeño avión de papel, quemado, húmedo y mordido, pero sigue volando, se ve feliz y vuela alegre por la línea del horizonte, sigue hacia ningún lado, hacia donde sus pequeñas alas lo lleven.

Mirlas y golondrinas revolotean a su lado y lo miran con desdén, creen que va a caer, que se desintegrará con la siguiente lluvia o que se terminará de romper con una fuerte ventisca, el avioncito solo sigue, impasible, casi imposible su marcha, pero sigue, no puede hacer más, nació para volar, morirá volando así no quiera. A veces se pregunta si logrará superar el siguiente obstáculo en su camino sin caminos, se pregunta si podrá resistir, vuela alegre, pero está débil, sigue porque es lo único que conoce y sabe hacer, sigue porque para él no hay nada más, no hay otro destino o una mejor suerte, solo planear en las olas danzantes de aquella bóveda celeste e infinita.

No hay nada que ver, a veces su pequeño corazón empapelado se acongoja y se recoge en lo profundo de su ser, a veces teme no poder seguir, teme estrellarse para siempre en las tierras que poco divisa y se le antojan tan distantes, teme quedar para siempre abajo, inmóvil, embarrado, desnudo, pero, ante todo, ser atrapado en una celda, su propio cuerpo, por eso vuela con más fuerza después de cada golpe, no desea caer, confía en no hacerlo.

A veces pasan aves negras de grandes alas que le ocultan el sol y le hacen perder su norte, aquellas rapaces se ríen de su presencia casi inexistente, la rodean haciendo un círculo sombrío, los cuervos se lanzan en picada hacia aquella pobre creación y la desgarran un poco cada día, le arrancan pequeños trozos blancos que disparados, terminan meneándose suavemente mientras descienden hacia los abismos para nunca más retornar, luego, en medio de graznidos sórdidos a modo de carcajadas dantescas se van y desaparecen, “al siguiente día volverán”, piensa el pequeño avión, siempre vuelven.

En ocasiones lanza miradas perdidas hacia abajo, se pregunta ¿Qué mundo existirá bajo mi sombra? Lo agobia esa curiosidad maldita desde hace cierto tiempo, le dan arrebatos de bajar y ver, pero sabe que si lo hace, será para nunca volver, sabe que si disminuye aunque sea un poco su altura, no volverá a subir, dejará de ver aquellas amaneceres color miel que se derriten sobre los tumultos blancos, dejará de ver esas noches de plenilunio, dejará de ver aquel rostro redondo y blanco que le lanza miradas de dulzura para iluminar sus oscuras noches, sabe que dejará de ver la belleza de aquellas gotas en saltos suicidas cuando allá arriba todo se torna gris, dejará de ver aquellos destellos instantáneos y efímeros, fuertes golpes de autoridad y gallardía del universo que destrozan las tierras abajo.

No quiere, no podría vivir sin las brisas rozando con delicadeza su cuerpo molido, las únicas caricias que siempre ha conocido, las únicas que quiere conocer, no necesita más, incluso si lo atacan y lo muerden, vale la pena seguir hacia la nada para siempre, vale la pena perderse y no saber en dónde estar ni a donde ha de llegar, el destino no le importa porque nunca hay, pues no se puede amar lo que nunca se tuvo, no se puede querer lo que nunca se ha tenido porque no se conoce.

En aquellas noches novilunias, en donde ese gran astro simplemente se pierde, se desaparece en el cielo, y solo queda oscuridad iluminada tenuemente por puntos minúsculos incandescentes, en esas noches en las que nadie lo ve, caen de sus alas pequeños diamantes líquidos, llora el pequeño avión de papel, se escurre en ese manto negro, se pregunta si todo lo que hace vale la pena ¿en realidad lo vale? No lo sabe, jamás ha sabido, seguramente jamás sabrá, no le importa aun así, el solo sigue volando, no espera llegar a ningún sitio, pero anhela encontrar algo, no sabe que es, más seguramente lo sepa cuando lo vea, mientras tanto, seguirá sintiendo en su maltrecho rostro la seducción de las olas invisibles, seguirá observando aquel espectral astro en la noches y en el día a aquella esfera grande y roja que brilla con fuerza, mientras tanto seguirá aguantando los picotazos, la lluvia, los huracanes y las quemaduras, hasta que algún día caiga y levantarse jamás pueda, o quizá, solo quizás, encuentre eso que no sabe que es, pero que lo hace seguir volando, no importa que tan doloroso o penoso sea, el avión de papel nació para los cielos, incluso cuando todos quieran verlo hundido en el cieno, el estará arriba, en un abrazo con esa nada, ese gran espacio vacío que para él es todo.

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