Y soñaba, lo deseaba y al fin estoy aquí. Porque mi perseverancia va por encima de mis miedos. Y yo, me veo muriendo aquí. Vivo bajo el yugo del mar Atlántico, y sí, hablo literalmente. Escucho sus olas romper desde mi ventana. ¿Cómo no pensar, que todo ha valido la pena? Que cada error o acierto, en nombre de mis decisiones, me llevaron a vivir donde siempre me imaginé. No hay atardecer que no me limpie las penas, la marea se lleva cualquier desgracia que pueda habitar en mí. No hay descripción humana que represente lo que siento. Al vivir en este lugar, supe desde la primera vez que lo vi, que aquí acabaría. Y así fue y así es. Deberían darme miedo los comienzos. Pero sinceramente, solo me dan ganas. Agradecida de cada persona que me encuentro, del calor que me dan y lo fría que me sentía en otro lado que no era este. Tenerife, me enamoré desde la primera vez que te vi. Y eso que mi experiencia no fue la mejor, pero yo te sentí desde dentro de mi corazón y supe que tú ibas a ser un antes y un después en mi vida. He ido de lado en lado, los que me conocen, muy bien lo saben. Pero algo en mi corazón me dice que es aquí, que es aquí y que es por siempre. Ahora entiendo por qué en otros lugares nunca me sentí en casa.

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