Artículo 2 (Pasado reciente, futuro inmediato)

Artículo 2 (Pasado reciente, futuro inmediato)

PASADO RECIENTE, FUTURO INMEDIATO

Mayo- 2023


Vuelvo a casa después de realizar sin prisa unos recados. Voy recordando los veranos de mi infancia en el pueblo. Aquellos días sin fin que se iban adormeciendo en atardeceres lentos, sosegados, con tiempo sobrado para sentarse a la fresca, espalda contra muro y conversar, mirarse a la cara o respirar profundo sin pensar en qué vendría a continuación.

Aquellos presentes de naturaleza sencilla, que se vivían tal cual, sin rodeos, en un aquí y ahora incuestionable.

Por llevar la contraria vuelvo paseando a una hora en la que todo el mundo corre, persiguiendo un Eldorado que no se deja descubrir ni hoy, ni nunca.

Desde que tuve la fortuna de encontrar veinte euros pulcramente doblados en una acera de obligado y apurado paso de transeúntes, he tomado por costumbre practicar el Fifty & fifty. Es decir, mirar con detenimiento al cielo y al suelo a partes iguales, porque de ambos te puede venir el premio o el patinazo.

Sobre una de las baldosas algo brilla como oro al sol del mediodía. Me agacho y recojo del suelo una pieza metálica que no es un pendiente como me había parecido al principio, sino un adorno de un bolso o algo similar. Espontánea de palabras que soy, me sale decir en voz alta sin mala intención y sin mucho pensamiento reflexivo

—¡Vaya! Alguien ha perdido un tornillo.

La respuesta no se hace esperar. Una mujer en sus cuarenta, bien arreglada, que aguarda bajo una marquesina la llegada del autobús, me mira un poco molesta, dudando, de si ofender un poquito puede dar cumplida venganza a un mal día y responde muy seria

—A mí algún tornillo ya me falta, pero ese en concreto no es mío.

Y de repente me veo atrapada en un presente bochornoso de esos de frío, calor, más calor y no sé si reír o ruborizarme. No hay más comentarios. Nada va más allá de una mirada de apenas unos segundos.

Tras la pandemia todo dura un TikTok como mucho. En ese pequeño intervalo de tiempo algunos construyen en el aire nuevos castillos con la piedra de sus sueños y los techos de cristal. Otros se zambullen sin flotador en las redes sociales, desarreglan el mundo, se arreglan el pelo, traicionan a un amigo, se enamoran a primera vista…

A la vez, hace cuarenta días, cinco horas y ocho minutos que es primavera, el cielo está azul, la esperanza sigue siendo verde y el mundo, como siempre, va a su bola.

Apenas un momento después la atención se centra en dos conductores que discuten de vehículo a ventanilla por culpa de un adelantamiento in extremis con bastante mala leche. Y acto seguido el interés se desplaza para subir rapidito al autobús que ya abre sus puertas.

Mi presente bochornoso se convierte de pronto en pasado reciente. Aún llevo en la mano el tornillo causante de la lección kármica. Aún debo pensar qué hacer con él.

Tempus fugit.Tanto, tanto fugit, que me ha dejado aquí sin esperar respuesta.

Sigo entonces mi camino y el móvil suena. El maldito artilugio que enciendes y apagas para mirar una hora que nunca ves, en un gesto automático que siempre olvidas, me recuerda que tenemos obligaciones, amigos, grupos de pacotilla y otros insustanciales que roban nuestro tiempo y canibalizan nuestra energía. Así que contesto.

—¿Has hecho las fotocopias que te pedí?— me dice la voz de mi amiga Loli.

Ni un buenos días ni un hola escueto. Economía de palabras en aras de la inmediatez.

—Todavía no. ¿Para cuando las necesitas?—le pregunto.

Para ayer, hija, las necesito para ayer— contesta con un tono algo condescendiente.

Vale. Ya sé que está con la pierna escayolada en casa, que no tiene impresora, y que no puede correr todo el día comme d’habitude. Ya sé que la adrenalina y el estrés son aditivos ( lo que no te mata te hace más enfermo), y que a estas alturas la ansiedad ya se debe de haber comido toda su manicura.

Pero ganas me dan de recordarle que si está así, con la pata chula, es por hacer un cuatro en uno: resbalar cuando entras en acelerón para llegar deprisa a algún sitio, mientras envías una bobada por mensaje de voz y saludas al amigo de un amigo que va, a su vez, haciendo cuatro de lo mismo.

Por que mira en qué posición me deja su “para ayer”. Ahora, en este mismo instante, en este nanosegundo del metaverso no sé si estoy en un pasado reciente o en un futuro inmediato. Puede que esté en un presente incomprendido, con un pie en cada lado del plano temporal en inestable equilibrio, marcándome un tierra de nadie para el que mi humana naturaleza no tiene entrenamiento. Un presente apocado y ninguneado que no tiene voz ni voto, que en el fondo es un sinvivir, atrapado entre un pasado reciente y un futuro inmediato que marcan el pulso de mi existencia.

Ya lo decía John Lennon: “La vida es eso que pasa mientras estamos haciendo otros planes” .

Y yo le añadiría: “La vida es un regalo, por eso se le llama presente”.

Ni pasado, ni futuro…Sólo presente. Carpe diem, mí misma. Carpe diem.

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