Tres historias

Tres historias

_JMVV_

21/09/2023

¿VIVIR TANTO VALE LA PENA?

Al escuchar de nuestra visita al asilo, a mi cabeza vino una excusa de inmediato. —Quiero ir, pero no puedo, tengo que encontrar la cura al cáncer—. Aunque todo en mí decía que era mejor no ir, que íbamos a utilizar el día en algo mejor, una parte de mí sabía que era mentira.

Necesitaba un motivo, un suceso, algo o a alguien que me motivara a levantarme aquel día, necesitaba una excusa para estar feliz con los demás, quería un milagro para forzarme a estar.

A las 12:35 am llego aquel milagro que tanto deseaba como un simple —Hola —De un viejo “amor”. El pensamiento de que había sido una señal divina vino a mi cabeza, cabeza que buscaba hallar respuesta más coherente al creer que simplemente había sido una casualidad, aunque todo eso me dio igual al contestar de inmediato el mensaje de aquella mujer.

No hablamos mucho, pero aquellos pocos mensajes fueron una salida de los diversos pensamientos que me atormentaban en la mañana. Aquella mujer, la cual no había hablado desde hace tiempo, aquella mujer que solo había visto por fotos, aquella mujer que tenía dueño, se transformó en mi excusa para asistir al asilo.

¿Qué es vivir?

El cielo es maravilloso, ¿Verdad? Sin importar cuanto lo miro, no puedo hallar un defecto en él. Talvez, solo talvez algún día pueda entenderlo, talvez algún día pueda entender por qué estoy parado enfrente de este viejo lugar, lugar que es observado por la vida con nostalgia.

Al tocar el timbre, la muerte abrió la puerta con una sonrisa mientras decía con su mirada —Todo estará bien. -La muerte tomo mi mano y comenzó a mostrarme el sitio mientras me decía el nombre de cada uno de sus invitados con una gran sonrisa, sonrisa que hacía latir mi corazón más rápido de lo habitual. Miraba a la muerte con añoranzas y felicidad mientras la vida susurraba a mi oído-. Búscame cuando tengas una respuesta.

La muerte se marchó dejándome al lado de un hombre mayor, el cual se encontraba en silla de ruedas, sus ojos miraban a la nada, sus labios estaban secos y el poco cabello que le quedaba era blanco. Me senté a su lado y no le dio importancia, talvez sus ojos no miraban la nada, solo miraban recuerdos que no quería olvidar.

-¿Cómo se llama? -le pregunté, al escuchar mi voz su mirada se posó sobre mí.

-Mi nombre es Espior Castaño, tengo 79 años.

-Señor Espior, como está.

-…

-¡Señor Espior como está!

-…

-Señor e…

Ignorando mis preguntas volvió a mirar a la nada, talvez miraba aquellos recuerdos que olvidaría si hablaba conmigo… pienso en Espior como alguien alegre, pero a su vez serio, un hombre soñador, el cual conoció al amor de su vida y piensa en ella cada vez que tiene la mirada perdida. -Espior ¿vale la pena vivir tanto? Respóndeme POR FAVOR…

Antonio Londoño, sencillamente nada, solo me dijo su nombre y se marchó en busca de alguien. No lo volví a ver en toda la tarde. Talvez sigue buscando aquella persona o simplemente fue una excusa para no hablar conmigo. Quien sabe…

Al darme cuenta estaba recorriendo el lugar en compañía de un hombre, me estaba enseñando hacer ejercicio o algo parecido. Al seguirlo me perdí en mis pensamientos, simples pensamientos que me hicieron perder la noción del tiempo, aquel hombre se marchó sin decir una palabra. Supongo que ahora está escalando el Everest, espero que lo logre…

La muerte lloraba al cantarle aquella mujer que se encontraba acostada en su regazo, yo solo podía observar desde la distancia, mientras hablaba con Miguel Arturo Vélez Día. Un hombre que trabajo toda su vida. -Dime miguel, ¿valió la pena trabajar tanto?

Supongo que sí… su sonrisa al contarme sus diversos trabajos fue algo que me hizo dudar de mi propia felicidad.

La vida esperaba mi respuesta, mientras la muerte cantaba con felicidad, la soledad me había llamado, me esperaba en mi cuarto una vez más.

Comencé a caminar con delirio en mi mundo de fantasía tras ver los ojos vacíos de Rengifo Ospina. Rengifo saco de su bolsillo unos palos de madera pequeños, pero anchos, y comenzó a explicarme cómo se limpiaba las orejas, en nuestra conversación mi teléfono sonó, era una llamada de aquella mujer, le pedí disculpa a Rengifo y conteste. -Estoy afuera -me dijo ella, de inmediato me levanté tras prometer que volvería.

Caminaba con un objetivo, verla de nuevo, quería ver nuevamente a una mujer que miré poco en el pasado, una mujer con la que hable poco, alguien que me hacía sentir feliz. Me encontraba perdido en aquel pequeño, pero enorme lugar, no me hallaba por más que buscara, buscaba una salida del miedo que me sofocaba, buscaba una respuesta que brindarle a la vida, buscaba a alejarme de la soledad y llego ella.

Al ver desde la distancia su hermosa sonrisa, sus ojos cafés y aquellas curvas que habían enamorado a varias personas, vi como una luz se posó sobre ella haciendo que mi corazón se detuviera, mi respiración se cortara y los nervios no me dejaran pensar. Al tenerla a mi lado pude responderle a la vida.

-NADA. SENTÍ NADA…

—Hijo agradecido vuelve a casa—. Fueron las palabras de Rengifo al ver que volví a sentarme a su lado.

La vida y la muerte miraban el cielo a mi lado, cielo que no logro entender, cielo maravilloso y complicado a la vez, cielo que me hace pensar que la vida tiene un poco de sentido al final del día. Simplemente, fue mi culpa por forzar un sentimiento.

Lo que uno hace de joven lo paga de viejo. ¿Qué pagaré? Es lo único que puedo pensar ahora.

LA BRUJA Y EL CURA.

Dentro de una vieja iglesia apartada de la sociedad se encuentra un viejo cura postrado en su cama lamentándose en voz baja mientras mira el cuadro que ella pintó con sus manos, la nostalgia que siente al recordar su juventud hacen que sus lágrimas comiencen a caer al pensar en aquella mujer que amó.

-¡Dios! -grito el cura-. ¡Dios! -volvió a gritar suplicando por una prueba de su existencia-. Respóndeme. Mi fe se perderá.

De pie, a un lado de la puerta, se encuentra una vieja mujer observando mientras ríe a carcajadas al ver a su viejo enemigo desesperado.

-No existe, creí, habértelo dicho-dijo la mujer sentándose al lado del cura.

Al escuchar su voz, el cura se calmó volteando a mirarla con desprecio. -No quiero escucharte bruja -grito mientras intentaba sentarse.

-No te esfuerces, viejo amigo -dijo la anciana con una sonrisa.

Su sonrisa hizo hervir su sangre, La impotencia lo hizo estallar y con la poca fuerza que le quedaba grito que se marchara.

La anciana al escucharlo volvió a sonreír, de su bolso saco un frasco con un líquido extraño. Revolviéndolo un poco, lo acerco al cura para que lo tomara.

-No quiero tomar tus pociones, bruja -reprocho el cura.

-Nunca cambiarás, ¿cierto? -pregunto la mujer desilusionada.

El cura voltio la cara y se quedó en silencio, la mujer se levantó del asiento dejando el frasco al pie de la cama. -Espero verte la próxima semana -dijo ella saliendo de la habitación.

El cura al escuchar sus palabras comenzó a llorar al ver a la única mujer que ha amado marcharse por su culpa.

Mirando el frasco fijamente, estiro su mano para agarrarlo mientras se cuestiona si está haciendo lo correcto…

LIBERTAD

Mi nombre es kazumi el cual significa esperanza, aunque de eso tengo poco. Soy una joven mujer de piel morena, cabello negro corto y ojos azules. Aunque apenas tengo dieciséis y para muchos estaré en la flor de la juventud, no me siento de este modo.

¿Por qué? Te estarás preguntando, la respuesta es sencilla.

Cada mañana, al despertar miro por la ventana, organizo mi habitación y leo un libro, Así todos los días. Siempre leo cuentos de princesas las cuales son rescatadas por un príncipe y Viven felices para siempre. Antes esas historias me daban esperanza, pero ahora me resultan aburridas y absurdas.

El primer día que llegue a este lugar tenía seis años, todavía recuerdo la voz de preocupación de mi padre, el cual me decía que todo estaría bien, aunque era una vil mentira, en ese momento no lo sabía, pero después de diez años me hace sentir como una estúpida por no darme cuenta.

Ahora que lo pienso han pasado diez años desde la última vez que vi a mi padre, diez años de no haber tocado el pasto, diez benditos años, encerrada en esta maldita torre.

En cada cuento de hadas la princesa es rescatada por un príncipe, esto mismo me prometió mi padre al traerme a este sitio. —¿Qué me dijo? —Creo que era algo como—. Estarás a salvo en esta torre, cuando todo vuelva a la normalidad alguien entrará por esta puerta y te sacara de aquí. —qué estupidez han pasado diez años y nadie ha venido por mí.

Al levantarme, miro por la única ventana de esta torre esperando ver aquella persona que viene a sacarme de este lugar. Cada día pierdo más la esperanza Al no ver a nadie.

Es aburrido estar aquí encerrada, —¿verdad?, —la única persona que le puedo hablar de mis problemas es a un espejo o a un pájaro gris con rojo en sus alas, el cual separa en la ventana todos los días, pero no me extrañaría que un día se cansara de escucharme y no volviera—. Eso no sería extraño, hasta yo me cansé de escucharme.

—¿Mañana será el día que vengan por mí? —Me pregunto cada noche mirando las estrellas antes de irme a dormir.

A veces me pregunto qué pasará si me tiro por la ventana, —obvio moriría, pero… ¿Por fin sería feliz? ¿Qué es felicidad? Es otra de las preguntas que me hago diariamente.

Cuando tenía seis, antes de llegar a este sitio, Llamaba felicidad el jugar con el resto de niños. Creo que ahora le daría ese nombre, a la persona que derribe la puerta que me tiene encerrada aquí.

Aunque pienso que ese día nunca llegara.

#

Han pasado diez años y todavía nadie viene por mí. —¿Tú piensas que alguien vendrá? —Volteando a mirarlo, le preguntaba esperando una respuesta.

Haciendo un sonido con su pico abrió sus alas, dejándome sola otra vez. —¿Supongo que nos veremos mañana?, Le dije aquel pájaro al cual apode Saíd.

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Pasaron los años y Saíd, aquel pájaro que me acompañaba los días soleados o a veces las noches frías, se fue poniendo viejo. Lo noté tras verlo volar, este no lo hacía como antes. Verlo me hizo saber que yo también estaba envejeciendo.

Viendo a Saíd, salir volando, tras abrir sus hermosas alas. Dije —Chao —al escuchar aquel ruido que él hacía con su pico, el cual yo interpretaba como hasta Luego.

—La vida me odia —pensé con lágrimas bajando por mis mejillas, al verlo caer en picada—. ¡NOOOOO! —sintiendo como mi garganta, era rasgada, grite, sin poder hacer algo vía a Saíd estrellarse contra el suelo.

Aunque para muchos sería un simple pájaro para mí era mi familia y lo único que me mantenía cuerda.

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¿Cuántos años han pasado? Me preguntaba Chocando mi cabeza contra la pared una y otra vez.

Llenando mi ropa de sangre, comencé a caminar por toda la habitación. Cogiendo impulso para saltar por la ventana para poder ser libre, comencé a correr.

—Por fin voy a ser libre —con una sonrisa pensaba, despegando un pie del suelo miraba con alegría aquel vacío, pero antes de saltar pude ver a una persona pasar.

Sin saber qué hacer quede paralizada, —que hago —me preguntaba—. AYUDA —gritaba con todas mis fuerzas, pero aquella persona no me escucho—. “AYUDA”—grité otra vez con la esperanza que esta vez lograra escucharme, pero no lo hizo.

Angustiada, por perder mi única oportunidad para ser feliz, comencé acorrer por toda la habitación como muestra de mi pánico, comencé a gritar —AYUDA —más fuerte mientras corría por la habitación. Abriendo la puerta gritaba mientras bajaba por las escaleras de aquella torre.

Deteniéndome me puse a llorar al darme cuenta, que aquella puerta nunca estuvo cerrada.

Saliendo de la torre sentí el pasto con mis pies descalzos, viendo los pájaros volar hice un pequeño agujero y enterré a Saíd en este. Así poniéndole fin a aquella falsa realidad en la que me encontraba.

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La felicidad no depende de los demás, sino de ti mismo.

Solo tenemos que dejar de esperar que alguien más habrá la puerta y debemos abrirla nosotros mismos para encontrar la felicidad. Talvez aquella persona que esperas que habrá la puerta por ti nunca llegue o solo no la quiere abrir.

Bonus:

Mírame con aquellos ojos cafés que he visto dos veces o menos, permíteme ver tu sonrisa aunque sea en un sueño, déjame tocar tu cabello negro aunque sea solo una ilusión, quiero besar tus labios, es lo que le pido a dios.

No comprendo por qué confías en mí, tampoco lo quiero hacer. Me gusta suponer que somos dos raros buscando un lugar al cual pertenecer, dos almas separadas por el destino que un día se lograran conocer, volviéndose infinitos en un mundo que talvez no logren tener.

No conozco tu pasado, y el futuro es algo incierto, por eso vivamos el presente mientras pasa el tiempo. Soy alguien pasajero en tu vida, eso lo sé, te cansarás de mí, eso está bien, pero antes que eso pase quiero decirte que eres una gran mujer, una niña, una adolescente, un amor también.

No es una carta de amor, ni una declaración, solo es algo que escribo mientras escucho una canción. Solo quiero verte sonreír, mientras me imagino como te verías enojada, es algo raro, lo sé, pero me gusta tu mirada, tu voz, como me sigues el juego cada vez.

Me gustaría ver aquel brasier negro una vez más, aunque me gusta más tu sonrisa, no lo puedo negar. Mis ojos no logran ver lo que es real, no puedo decirte que te bajaré la luna porque no sería verdad. Si quieres Puedo darte un pedazo de mi realidad o de la mentira que quiero convertir en verdad.

Etiquetas: escritos cortos

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