Gacela.

Burrsh encabezaba el grupo y seguía el rastro de las feromonas como si pudiera verlas.

No solo podía verlas, sabía también que pertenecían a una gacela hembra, incluso podría adivinar su constitución, estaba fuerte y sana.

Sería un reto cazarla.

Harrish se puso a su altura.

– Será dificil, está fuerte y agil.

– Ya lo se Harrish, pero es la única separada del grupo. O vamos a por ella o vamos a cazar ratas y lagartos, pero algo tenemos que llevar a la Colonia.

Burrsh no tenía que consultar nada con nadie, él era el Jefe de grupo, pero le gustaba conocer la opinión de su Segundo.

– No digo que no se pueda hacer. Pero será dificil.

– Tu coje a doscientos soldados y cortarle el paso por el norte y por el oeste, no os acerquéis a menos de cincuenta metros y no dejéis mas de un metro entre vosotros. Con las armas preparadas por supuesto. ¡Cabo Marrsh!.

– Si señor.

– Llévate a cien soldados y cubre el sur. Las mismas distancias que el grupo del Oficial Harrish. Yo y cien soldados atacaremos por el este. Será dificil que la sorprendamos así que procurar que ella no os sorprenda a vosotros.

La gacela medía mas de un metro de altura y ellos apenas llegaban a treinta centímetros, pero ella disponía de una inteligencia simple y ellos de una compleja y genética.

Sabían todo lo que podían saber dado su limitado desarrollo.

Prepararon las flechas con ungüento letal, que extraían del gusano del fango, y se pusieron en marcha.

Podían caminar a seis patas pero al llevar las armas con las garras de los brazos delanteros los obligaba a caminar solo con las cuatro patas de atrás por lo que erguían el torax y la cabeza pareciendo mucho mas grandes y amenazadores de lo que realmente eran.

Aunque sus mandíbulas eran poderosas y podían expulsar ácido fórmico por el abdomen no era suficiente para cazar una gacela.

Pero su inteligencia si.

Burrsh recibió la señal de que todos estaban en sus puestos.

Y atacó.

Él y su grupo entraron en tromba por el este.

Iban en grupos de tres montados unos encima de otros para alcanzar mas altura y poder tener mejor visión de conjunto.

Y para parecer mas grandes por supuesto.

Los soldados que iban arriba lanzaban flechas, una detrás de otra, sabiendo que si solo una gota del ungüento llegaba al torrente sanguíneo caería en menos de un minuto.

Bastaba un roce.

Los otros, los que rodeaban a la presa, también estaban preparados.

A una distancia de menos de un metro entre ellos alternaban el armamento. Cada dos que llevaban una lanza de mas de medio metro anclada al suelo y apuntando hacia el centro del círculo, había uno con el arco preparado por si las lanzas no lograban pararla.

Cuatro o cinco flechas del grupo de Burrsh dieron en la gacela pero no llevaban la suficiente velocidad para atravesar la piel. Estaban demasiado lejos.

El arma mas eficaz era la lanza. Anclada al suelo con un ángulo de cuarenta y cinco grados y con un soldado guiándola era muy efectiva, bastaba una pequeña herida en una pata, pero debía pasar casi por encima para herirla.

Y pasó por encima.

Y la hirieron.

Y antes de recorrer cien metros cayó fulminada.

Ahora debían apresurarse. Había muchas especies que pronto acudirían a arrebatarles la pieza.

Llegaron a la carrera, pero ordenados, y cincuenta soldados se montaron encima de la presa apuntando sus abdómenes al cielo, listos para disparar su ácido si algún ave osaba acercarse.

Cien soldados levantaron la presa de mas de cincuenta kilos con los cincuenta soldados encima como si nada, ellos que apenas llegaban a un kilo, y empezaron a correr, los demás se repartieron alrededor de la gacela creando una zona de seguridad.

Se desplazaban a mas de diez kilómetros por hora y los porteadores se iban turnando con los defensores así como se cansaban. Pero no pararían hasta llegar.

Llegaron a las dos horas y los obreros ya estaban esperando para empezar las labores de despieze y almacenaje.

El Nido desde fuera no parecía gran cosa.

Cientos de edificios de adobe de no mas de un metro de altura, que servían como salas de despiece y a la vez de dormitorios de la guardia, circundaban la Torre.

La punta del iceberg.

Bajo ella se extendían kilómetros y kilómetros de túneles que daban acceso a las inmensas salas, cientos de ellas, de incubación, almacenes, dormitorios, guarderías, salas de reuniones, de todas clases.

Y en el centro de todo la Sala Real, donde residía la Reina Madre, Dueña y Señora de toda la Colonia.

No pasaba nada que ella no supiera y nada se hacía sin su aprobación.

La Reina mandaba sus mensajes a sus Ayudantes y estos se encargaban de que, de individuo a individuo, llegaran a su destino.

La noticia de la cacería de la gacela llegó antes que la propia presa, y la Reina se encargó personalmente de que el Jefe de grupo Burrsh y todos sus soldados recibieran una felicitación Real.

– La propia Reina te ha felicitado, estarás contento.

– Agradecido, contento no. Y no olvides que nos ha felicitado a todos.

Harrish sabía que Burrsh estaba orgulloso de la felicitación pero también sabía que su Jefe, y amigo, ya estaba arto de cazar, aunque fueran gacelas.

Ya hacía mas de un mes que pidió permiso a la Reina para realizar una expedición fuera de las zonas, mas allá de las Colonias, mas allá del mar, y aun esperaba la respuesta.

Estaba arto de andar por su territorio, se lo conocía de memoria. Esperaba que hubiera algo mas, algo mas que árboles y plantas y gacelas. Algo mas que le sacara de su vida rutinaria.

Planeta.

El planeta parecía prometedor, llevaban varios años sin pisar tierra firme después de perder el Sistema de Guía durante el salto.

No tenían ni idea de donde estaban ni mucho menos de como volver a la Tierra.

Los astrónomos opinaban que estaban cerca del cúmulo blue3, y la concentración de estrellas que se veía en la distancia así parecía confirmarlo.

Pero no llegaron. Al cúmulo.

Antes encontraron ese planeta orbitando una estrella solitaria.

Como el Sol de la Tierra.

Ya habían intentado restablecer el Sistema de Guia pero habían perdido todas las antenas necesarias para su propia localización, las tres, algo prácticamente improbable pero en vista de los hechos no imposible.

Podían repararlas pero necesitaban tiempo y los recursos de la Nave empezaban a menguar.

El planeta, a simple vista, parecía un oasis. Buscaron desde la Nave señales de seres inteligentes pero no encontraron ninguna evidencia y buscaron un buen lugar para posarse con la Lanzadera.

En el primer viaje irían el Capitán Alan Landon, la Piloto Lisa Homer, dos Ingenieros en Habitats Artificiales, cuatro Ayudantes y ocho soldados bien armados. Y el material suficiente para empezar la construcción del Habitat y asegurar el terreno.

Despues de descargar el material y de consolidar el terreno, y una vez llegara la segunda Lanzadera, partirían a la Nave cargados de víveres frescos y agua.

Se morían por comer frutas o verduras frescas, y ya no digamos un buen bistec.

Cuando descendían, y a simple vista, vieron a lo lejos lo que parecía una ciudad, pero en miniatura. Los edificios no sobrepasaban el metro de altura salvo por una construcción en el centro de mas de veinte metros.

Una vez hubieron aterrizado enviaron un dron para estudiar la extraña ciudad.

El Capitán Landon esperaba las imágenes del dron en la cabina de la Lanzadera junto a su Segundo la Piloto Homer.

Era el primer viaje que hacían juntos y desde el primer momento se cayeron bien.

Los demás ya habían descendido para estudiar el terreno.

– Desde la Nave no se vio indicios de ninguna civilización, sin duda serán construcciones de alguna clase de animal autóctono.

– Si, pero sea lo que sea saben construir ciudades.

– Muchos animales en la Tierra saben construir ciudades, las abejas con sus colmenas, las hormigas con sus nidos, diferentes clases de roedores que construyen galerías subterráneas inmensas.

– Si, pero esto es diferente.

– ¿Como no iba a serlo?. Estamos en un planeta alienígena, nada de lo que conocemos sirve aquí.

La pantalla que mostraba las imágenes del dron enfocó al fin la ciudad. Y supieron de que se trataba.

Hormigas. Hormigas gigantes, de mas de treinta centímetros de largo.

Si se parecían en algo a las de la Tierra lo que se veía en la superficie solo era una pequeña parte del nido subterráneo.

– Ordena al dron que suba hasta tres mil pies y se desplace hacia el sur, quiero un plano cenital. Vamos a ver si hay mas nidos.

– Si Capitán.

El dron tomó altura y se desplazó hacia su derecha. Cuando estuvo a la altitud correcta pudieron ver que varias ciudades mas poblaban la superficie hasta donde alcanzaban a ver.

Desde cada una podían verse los caminos que partían del centro de la ciudad y se difuminaban y desaparecían a unos cien kilómetros. Cerca de donde desaparecían los caminos de los otros nidos.

Una pequeña franja de no mas de dos kilómetros estaba libre de caminos.

Tierra de nadie.

Por lo visto respetaban las fronteras de sus territorios. Lo que implicaba que eran territoriales.

Y estaban en su territorio.

El Capitán llamó al Sargento Valls por el intercomunicador.

– ¡Sargento!.

– Diga Señor.

– Trace un perímetro de seguridad alrededor de la Lanzadera. A un kilómetro. Intrusos de treinta centímetros. ¡Lo quiero ya!.

– Perdone Capitán, ¿treinta centímetros?.

– Si. Se trata de hormigas gigantes y estamos en su territorio.

– De acuerdo Señor.

– ¿Sargento!.

– ¿Si Señor?.

– No las infravalore, a las hormigas, se trata de un peligro real.

– De acuerdo Señor, nos ponemos manos a la obra. Usaré los boots autónomos, ellos detectarán cualquier intrusión.

– No se trata solo de detectarla, envialos bien armados y vosotros estar alerta. Montar el campamento rápidamente. La otra Lanzadera no tardará en llegar con apoyo logístico.

– Entendido Señor.

La Piloto Homer miró al Capitán.

– ¿Tan peligrosas son?.

– ¿Las hormigas?. Si. Puede haber cerca de un millón de individuos en cada nido, y ya has visto su tamaño.

– Sin tener en cuenta que son hormigas alienígenas.

– Mas a mi favor para estar preparados.

Vibración.

La Reina Rinna lo supo casi al instante.

Primero la fuerte vibración cuando el objeto entró en la atmósfera, despues la frecuencia se redujo cuando este aminoró su velocidad y finalmente la vibración seca cuando se posó en el suelo.

Ahora solo emitía una vibración sorda.

Y lo supo todo gracias a su red de sensores que abarcaba a todos los individuos de su Colonia.

Uno de ellos captó la primera vibración dando aviso al que tenía mas cerca y así sucesivamente hasta que al cabo de unos minutos ya lo sabía ella.

Algo inusual había ocurrido, y por no ser usual era sin duda un peligro y como tal debía tratarlo.

En diez minutos toda la Colonia sabía lo que había ocurrido y los grupos mas cercanos al lugar del suceso recibieron la orden de investigar.

El Jefe Burrsh estaba cerca, con su equipo de seiscientos soldados, y llegaría antes de dos horas. Quizás no los primeros pero si tras ellos.

Burrsh estaba emocionado y contento, por fin algo que se salía de la rutina.

La orden directa de la Reina era que no entraran en conflicto con lo que fuera esa cosa. Solo debían investigar lo ocurrido y ella daría las órdenes pertinentes en el momento preciso.

Ni antes ni después.

Avanzaban en fila de a uno por un camino en dirección al objeto extraño. Cien metros por delante los vigias, en continuo contacto con el Jefe, oscultaban con sus antenas el camino en busca de posibles sorpresas.

Todos llevaban ya las armas preparadas con el ungüento mortal aun cuando estaban a mas de una hora de viaje.

La Reina, precavida, mandó aviso también a las Colonias cercanas, no tenía mucha relación con las otras Reinas, sus hermanas, pero creía que la ocasión lo merecía.

Aun recordaba el incidente de Marok, aunque había ocurrido muchos años antes de que ella naciera, si lo hubiera vivido no lo recodaria mejor.

Esa vez fue un meteorito, aniquiló ocho Colonias y diezmó otras veinte, pero aunque al principio la vibración era parecida a la de esta vez, en la parte alta de la atmósfera, en el caso de Marok esta fue aumentando a medida que se acercaba al suelo finalizando con una de las explosiones mas fuerte que ninguna hormiga hubiera experimentado.

Esta vez no.

Esta vez la vibración se mantuvo constante durante el descenso reduciéndose al mínimo para acto seguido tocar tierra.

Ningún meteorito hacía algo así, nada que cayera de arriba lo hacía.

Pero esta vez si.

Lo que fuera redujo la velocidad en el último momento y aterrizó.

No se estrelló.

El grupo del Jefe Gruush llegó el primero y se posicionaron en arco a dos kilómetros, a la espera de órdenes.

Captaban una vibración baja, sorda y regular que provenía del objeto y también otras muchas mas tenues de alta frecuencia que emitían pequeños objetos repartidos formando un perímetro alrededor del objeto principal.

Un perímetro de defensa sin lugar a dudas.

También les llegaban las feromonas de los seres extraños. Eran mamíferos, sin ninguna duda, caminaban erguidos y medían casi dos metros de altura y ochenta kilos de peso, mucho mas que la gacela que cazó el grupo de Burrsh, y percibía que su inteligencia era muy superior a la de cualquier mamífero que conocieran.

Distinguían a dieciséis individuos, once machos y siete hembras, muchos machos para tan pocas hembras, pero lo desconocían todo de esos seres por lo tanto nada debía extrañarles.

Recibieron la orden de avanzar escondiéndose entre la maleza y las rocas. No debían verles, si es que ya no les habían visto.

El Jefe Burrsh iba en vanguardia, no tenía porque, pero quería. No sabían que se iban a encontrar pero estaban preparados.

Un soldado de la vanguardia fue el primero en captar la nueva vibración, muy sutil, muy en el límite de su percepción. Viajaba desde uno de los objetos que formaban el perímetro de seguridad hacia el centro, hacia el objeto a estudiar.

Los habían descubierto.

Todos se pararon al mismo tiempo, todos, tanto la vanguardia como la retaguardia. Estuvieran en la pose que estuvieran se quedaron inmóviles, hasta sus pequeños corazones dejaron casi de latir.

Había una vibración peinando el terreno ante ellos, la notaban, les intentaban localizar y pronto llegaría a ellos.

Si tenían suerte y solo buscaban animales en movimiento saldrían de esta, si buscan sus feromonas darían con ellos y quien sabe que podía ocurrir.

Intrusos.

– Capitán, los sensores de los boots han detectado movimiento. Están escaneando la zona en busca del origen, pero de momento, lo que fuera, se ha ido o se mantiene tieso como una roca.

– ¿Los boots no pueden buscar a las hormigas y matarlas?.

– No podemos pedirles que disparen contra unas hormigas de treinta centímetros, les podemos decir que disparen a cualquier animal que se mueva y eso hacen. Pero nadie se mueve.

– Si realmente están paradas es porque saben que las hemos descubierto. ¡Diablos!. Son mas inteligentes de lo que creíamos.

– Y ya sabíamos que lo eran, o al menos en la Tierra lo son.

– Ordena que dejen de escanear, que entren en modo pausa durante diez minutos y que luego vuelvan a su estado de alerta.

– De acuerdo Capitán.

Los boots se pararon todos a la vez.

Dejaron de escanear y de emitir ninguna clase de sonido, o de vibración.

Error.

La vibración cesó. De repente.

El Jefe Gruush esperó un minuto y ordenó a los soldados que avanzaran, pero sin dejar de esconderse y con las armas a punto.

No tenían buena vista, pero a los pocos minutos de avanzar pudieron ver los extraños objetos metálicos que formaban el perímetro de seguridad.

Eran como arañas enormes a las que les había crecido un cilindro de mas de medio metro encima de su torax. En la parte superior del cilindro tenían dos ojos de cristal. Inmobiles.

Tocaron los objetos y comprobaron que eran de metal y que desprendían un leve calor residual, por lo demas estaban como muertos, si es que alguna vez habían estado vivos.

Los dejaron atrás y siguieron avanzando hacia el objeto, con cautela.

Pero no con la suficiente.

De repente, y sin tiempo a que pudieran hacer nada, si se es que algo podían hacer, todos los objetos del perímetro empezaron a emitir vibraciones.

Los ojos de cristal, hasta no hacía mucho muertos, se giraron en su dirección y empezaron a lanzar destellos de una extraña luz que emitía una vibración de altísima frecuencia.

Y de altísima eficacia.

Cada destello, cada vibración que enturbiaba sus sentidos, era seguida de la explosión de un soldado.

Si, explosión.

Antes de que se dieran cuenta de lo que estaba ocurriendo la mitad de los cien soldados de vanguardia habían muerto, destrozados, y la otra mitad murió antes de un minuto, con el Jefe Gruush al frente.

Sin tiempo siquiera de disparar ni una sola de sus flechas, aunque sin duda de nada hubieran servido.

Todo lo que pasó fue transmitido, en tiempo real y con toda clase de detalles, de individuo en individuo hasta llegar a la Reina.

La Reina Rinna ordenó a lo que quedaba del grupo del Jefe Gruush que se retirara hasta encontar al grupo del Jefe Burrsh. Una vez reunidos debían regresar para proteger al nido.

Transmitió todo lo ocurrido a las Reinas de las otras Colonias y se reunió con sus Generales.

Debían trazar un plan. Aun sin saber a que se enfrentaban.

Bueno, si que lo sabían, se enfrentaban a su aniquilación.

Al Jefe Burrsh no le gustaba la idea de retirarse pero había visto lo ocurrido como si hubiera estado allí y su valentía no nublaba su entendimiento.

Nada podían hacer con un enemigo como ese, y no quería morir.

Victoria.

En la Lanzadera lo vivieron también a tiempo real.

Desde el mismo momento en que se activaron, los boots empezaron a disparar. Las hormigas ya habían cruzado el perímetro y venían hacia ellos.

El Capitán Landon estaba sorprendido.

– Han notado que hemos desactivado los boots y han aprovechado para avanzar.

– Si, increíble. No me apetecería tener que aplastar hormigas mas grandes que mi pie.

El Capitán la miro con una sonrisa burlona.

– Y no podrías, probablemente cuando la pisaras ella te cogería y te tiraría al suelo.

– ¡No digas tonterías!.

– No son tonterías, una hormiga puede levantar cien veces su propio peso, y esas pesan mas de un kilo, haz numeros.

– Pues tampoco me apetecería estar en el suelo con hormigas gigantes a mi alrededor.

Lisa lo imaginó por un momento, por un momento lo vivió y se estremeció. Ahora comprendía la preocupación del Capitán. No estaba infundada.

La segunda Lanzadera llegó con materiales de construcción y armamento. Los Ingenieros ya casi habían terminado el Habitat y los soldados habían recolectado una buena cantidad de viveres, además, pronto se haría de noche y querían dormir bajo techo.

Doblaron el número de boots y adelantaron el perímetro a dos kilómetros. Cuanto mas lejos estuvieran mas tiempo tendrían para reaccionar en el improbable caso que cruzaran el perímetro.

La primera Lanzadera partió cargada de víveres pero solo dos Pilotos partieron con ella, los demas se quedaron para la preparación y protección de la Base.

El Capitán Landon se puso en contacto con el Capitán de la Nave y Jefe de la Misión Elton Roble para estudiar los pasos a seguir.

– Landon, tu que opinas.

– Señor, aquí no estaremos seguros mientras no eliminemos a esas hormigas.

– ¿Tan peligrosas son?.

– Usted a visto los datos. Son inteligentes y estan organizadas. Su pequeño tamaño lo compensan con su número. Creo que si no hubieranos desplegado a los boots ahora mismo no tendríamos esta conversación.

El Capitán Roble había estudiado los datos y opinaba lo mismo.

Esas hormigas eran muy territoriales y hasta que no eliminaran el nido no estarían seguros.

– Hemos estudiado el continente donde estáis y hay cientos de nidos, todos con su propio territorio circular de unos cien kilómetros de radio.

– Pero solo tendríamos que destruir el nido en el que estamos situados. Solo estaremos en el planeta el tiempo necesario hasta arreglar el Sistema de Guía.

– Hay gente que esta pensando en quedarse.

Landon también había oído algún comentario al respecto entre los que estaban en el planeta, él mismo lo había pensado.

– Si, lo sé. Yo mismo he barajado la idea.

– Todos estamos cansados de viajar sin rumbo. Pero cuando arreglemos el Sistema de Guía podremos regresar a la Tierra.

– Me temo que no todos querrán.

– Bueno, quién quiera quedarse se quedará, les facilitaremos los materiales necesarios y les desearemos toda la suerte del mundo. Yo partiré hacia la Tierra con la Ulises, con quién quiera acompañarme.

– De momento necesitamos destruir el nido o la próxima vez que nos ataquen serán alguna mas de las doscientas que lo intentaron la última vez.

– Pero habeis reforzado el perímetro de seguridad.

– Si, pero, ¿y si en vez de doscientas nos atacan dos mil?, ¿o veinte mil?.

– O cien mil. Esta claro que a la larga el perímetro no las detendría.

– Enviaremos un dron y destruiremos el nido, no va a ser dificil.

– Y una vez muerta la reina las hormigas supervivientes ya no representarán ningún problema. Hacedlo. Mientras enviare a la Lanzadera de regreso con mas soldados y material militar.

– De acuerdo. Le mantendré informado.

La Base ya estaba operativa.

El Habiat principal medía mas de doscientos metros cuadrados y habían montado otros tres mas de unos cincuenta metros.

Los generadores funcionaban a la perfección y todos disfrutaban de exquisitos manjares a su disposición. Sobre todo después de tantos años de comer alimentos procesados.

Las hormigas no habían vuelto a aparecer. Las imágenes del dron mostraban que se habían replegado formando un círculo alrededor del nido. Habían calculado que eran más de trescientas mil y la mayoría iban armadas con arcos y flechas.

En parte le daba pena destruir el nido, y aniquilar a cientos de miles de hormigas. Aunque no fueran mas que bichos habían demostrado una inteligencia fuera de lo común y una fuerte determinación.

Pero eran ellos o ellas, la elección era fácil.

El Capitán Landon y su Segundo Homer prepararon el dron. Se posicionaría sobre la torre del nido y soltaría una carga perforante de 0,01 kilotón de potencia.

No quedaría nada del nido. Aunque lo único que necesitaban era matar a la reina.

Algunos Ingenieros, Ayudantes y Militares empezaron a considerarse a si mismos Colonos. Iban a quedarse.

La ilusión de crear una nueva sociedad desde cero se había despertado en el corazón de muchos, de la mayoría de los que estaban en el planeta y de muchos mas que lo estaban deseando.

A la larga tendrían que destruir mas nidos, uno a uno, para ir creciendo como civilización debian controlar el terreno y su entorno.

Habían tenido mala suerte esas hormigas.

Habían vivido miles de años sin que nada trastocara su rutina y ahora esto.

Su aniquilación.

Destrucción.

La Reina Rinna se había reunido con sus Generales en la Sala de Crisis, muy pocas veces empleada, y estaban debatiendo las opciones que tenían con los datos de que disponían.

– General Kruush. Usted es el mas veterano, ¿que opina de esta nueva amenaza?.

– Mi Reina, no estamos preparados para enfrentarnos a un enemigo como este.

– ¿Pero podemos prepararnos?.

El General Kruush, igual que los otros cinco generales de la Colonia, estaba preocupado.

– Tiempo. Creo Mi Reina que estamos perdiendo un tiempo precioso. Ellos son unos recién llegados y aunque sus armas sean superiores a las nuestras nosotros disponemos de una superioridad numérica aplastante.

El General Fruush tomó a palabra.

– Esperaban nuestro ataque, se habían preparado, pero si estudiamos los datos se puede ver que si en lugar de doscientos soldados hubieran sido solo dos mil hubieramos roto sus defensas.

– ¿Y si hubieran sido veinte mil?.

– Ya nada quedaría de ellos Mi Reina.

El General Kruush volvió a tomar la palabra.

– Mi Reina, debemos atacar ya con el grueso del ejército, con trescientos mil soldados. No podemos esperar mas, han demostrado que son seres inteligentes y si yo fuera ellos, y tuviera los medios, lo primero que haría sería destruir el nido.

– ¿Solo el ejército?.

– Si, no tenemos tiempo de preparar a los especialistas. Los soldados bastarán.

La Reina inmediatamente envió la orden de avanzar a todas las tropas de tierra, solo un pequeño retén permanecería para la defensa del nido.

Cuando Burrsh recibió la orden de avanzar con su grupo no se demoró ni un segundo en partir. Sabía que muchos de ellos morirían pero también sabía que su superioridad numérica les daría la victoria.

– General Kruush, ha dicho usted que si tubiera los medios lo primero que haría sería destruir el nido.

– Si Mi Reina.

– ¿Y cree usted que ellos disponen de los medios?.

– Sin duda, solo espero que no dispongan de la inteligencia que les permita ver el peligro que realmente representamos.

Si.

Disponían de los medios.

Y también de la inteligencia.

Y el dron se posicionó sobre la torre de respiración del nido mientras ellos estaban reunidos.

Y soltó la carga.

Aunque el dron era sumamente silencioso y volaba a mas de cien metros de altura, todos en la sala oyeron la vibración.

Todos notaron el pequeño clic de la carga soltándose y la tenue vibración de la carga descendiendo hacia ellos.

No tubieron tiempo de mucho.

No tubieron tiempo de nada.

La explosión fue brutal. La onda vibratoria se desplazó a mas de mil kilómetros por hora dando aviso a cientos de Colonias de que algo había pasado en el nido de la Reina Rinna.

Algo muy malo.

Y que indirectamente les afectaba a todos.

El nido se volatilizó matando al instante a la Reina Rinna, a sus Generales y a cientos de miles de individuos.

El agujero que quedó en el suelo medía mas de cincuenta metros de profundidad y doscientos de diámetro y la onda expansiva acabó con la mayoría de los soldados que ya partían en dirección al objeto.

Solo algunos grupos se salvaron, los que habían salido primero, incluido el del Jefe Burrsh, y ante la falta del mando directo de los Generales y de La Reina, decidieron, muy acertadamente, dirigirse al nido mas cercano, el de La Reina Minna.

Avanzaron en dirección este a mas de quince kilómetros por hora emitiendo señales de amistad y rendición para no ser atacados por los soldados del nido al que se dirigían.

Seguro que tendrían todas las defensas alerta despues de lo ocurrido.

La Reina Minna, previniendo que ocurriría, alertó a las defensas del oeste para que dejaran pasar a los supervivientes y para que fueran tratados como parte de la Colonia. Toda ayuda sería bien recibida, y seguramente necesaria.

Expansión.

Ahora que ya no había peligro de ser atacados por hormigas gigantes se dedicaron de lleno a la ampliación del campamento.

Un último recuento, no oficial, dió la cifra de trescientas veinticinco personas las que iban a quedarse a vivir en el planeta, y la mayoría ya estaban en el.

Se quedarían con una de las Lanzaderas provista con un motor atómico que le daba una una autonomía de mas de cien años y con toda la tecnología que necesitaran.

La comida y el agua no serían problema.

Enviaron a cinco Militares para ver el nido in situ y comprobar sus dimensiones.

Había cientos mas como aquel y debían saber todo lo posible sobre esas hormigas.

Ya sabían como destruirlos pero también sabían que se trataba de seres muy inteligentes y que los otros nidos ya estarían al tanto de lo ocurrido.

Podían programar un centenar de drones y destruir el centenar de nidos mas cercanos y así asegurarse de que nada les molestaría en mucho tiempo pero no creían que los otros nidos fueran a emprender una cruzada contra ellos, eran muy territoriales lo que indicaba que había poco contacto entre ellos.

No serían molestados mientras no entraran en el territorio de otro nido.

O eso pensaban.

Unión.

La Reina Minna contactó con las Reinas de ciento veinte nidos. Usando a miles de individuos como repetidores estaban en contacto, casi, a tiempo real.

– Reina Linna. Reina Canna. Reinas todas. Nos hemos reunido como hacía miles de años que no se hacía para tratar un problema al que nunca antes nos habíamos enfrentando.

– Reina Minna. Todas estamos preocupadas y todas queremos cooperar en lo que sea necesario. ¿Que propones que hagamos?.

– Esos seres han demostrado que pueden destruir un nido con solo una vibración explosiva. Y es seguro que pueden repetirlo y que lo repetirían. Lo que tenemos que preguntarnos es ¿cuando van a hacerlo?.

– No, la pregunta es, ¿por qué no lo han hecho aún?.

– Porque no saben el peligro que representamos.

– Y si lo saben no esperan que actuemos ahora.

– Ni que lo hagamos todas juntas.

Se hizo una pausa de un minuto, de un largo minuto.

– Debemos actuar de inmediato, y con contundencia. Nuestra única posibilidad de vencerles es actuar cuando no se lo esperan.

– ¿Y seguro que no se lo esperan?.

– Si se lo esperaran habrían actuado ellos primero y no tendriamos esta conversación.

– Si esperaran que fueramos a atacarles ya estaríamos muertas.

Se llamó a los Generales a la reunión y se trazó un plan.

El Plan.

El Plan que debía implicar a todos los nidos posibles para vencer a la amenaza capaz de aniquilar a toda la especie.

El Plan que iba a reunir a los ejércitos de mas de cien Colonias.

Cincuenta millones de soldados dispuestos a morir por su Reina, por sus Reinas.

Tenían la fuerza de mas de cinco mil millones de humanos y solo debían enfrentarse a varios cientos de ellos, y a sus objetos vibrantes que disparaban rayos, y a sus objetos voladores que lanzaban explosivos desde el cielo, y quien sabe que cosas mas.

Pero estaban dispuestos a morir y sabían que muchos lo harían, no les importaba, no si al final con su sacrificio la Reina sobrevivía, las Reinas.

Los Ejércitos del Subsuelo empezaron a buscar túneles que les llevaran a su objetivo, o a escavarlos si era necesario.

Los Ejercitos del Aire se armaron y se prepararon para el momento de su ataque. Salvo un escuadrón compuesto de diez alados que portando diez soldados partieron en una misión secreta. Uno de los soldados era el Jefe Gruush.

Los Ejercicios Terrestres empezaron a avanzar desde las Colonias mas lejanas hacia el centro, hacia el territorio de la otrora Reina Rinna y a mas de quince kilómetros por hora.

La marabunta.

Los primeros llegarían a su objetivo en menos de diez horas, y la oleada no se detendría hasta seis días después cuando llegaran las fuerzas de las Colonias mas lejanas.

Seis días de ataque continuo y sin rendición.

Nada podía detener a una marabunta como aquella. Por muchos objetos voladores u objetos que disparan rayos o otra clase de máquinas que tuvieran.

El poder de un ejercicio de mas de cincuenta millones de soldados acabaría sin duda con los recursos de esos invasores.

Los espias sobre el terreno confirmaron que el perímetro de defensa se había adelantado a dos kilómetros del objeto, lo que daba lugar a una área de menos de trece kilómetros cuadrados.

No había manera de detenerlos.

Las matemáticas nunca fallan, aunque las variables muchas veces determinan el resultado.

Ataque.

– ¡Capitán!.

– Dime Homer.

Ya habían instalado todos los equipos de comunicación y control en uno de los hábitats. Sería la Sala de Mando del campamento.

– El ataque ha empezado.

– ¿Como?. ¿Tan pronto?.

– Si.

– ¿Debíamos haber destruido todos los nidos?.

Era una pregunta que se hacía a si mismo. Un autoreproche.

Pero estaban preparados.

Disponían de la tecnología y de la inteligencia para usarla.

Y de las armas.

Mil boots defendían el perímetro con sus armas laser a máxima potencia. Doscientos drones estaban listos para despegar portando bombas fragmentadoras, cada una podía arrasar cien hectáreas y disponían de cientos de ellas.

Y diez cañones laser autónomos, que defendían la Base dentro del perímetro, y que podían evaporizarar, literalmente, todo lo que estuviera delante de ellos.

Y aún así estaba intranquilo.

– ¡Señor!. Debe ver esto.

Diez pantallas mostraban el avanze de las hormigas desde distintos lugares pero la pantalla central mostraba una imagen cenital desde encima del campamento, a quince mil pies de altura.

En el horizonte se veía avanzar, desde todas las direcciones, un mar negro, un mar de quitina que se movía hacia ellos, sin detenerse, encontrara el obstáculo que encontrara y a solo treinta kilómetros de distancia.

– Lisa, haz que la segunda Lanzadera despegue de inmediato hacia la Ulises y manda cien drones al encuentro de los atacantes, en círculo. Vamos a aniquilar a la vanguardia e intentar detenerlos lo máximo que podamos.

– En seguida Señor.

– Quiero las imágenes en directo.

– Todos los drones disponen de camaras Señor.

Asi como se fueron elevando los drones fueron apareciendo pantallas holográficas en la Sala de Mando, hasta cien.

Se veía el terreno pasando rápido bajo ellos, y alguna hormiga, pequeños grupos dispersos haciendo la función de vigías.

No tardó mucho en aparecer el grueso de la tropa atacante.

Era una imagen hipnótica, y aterradora.

Los drones dejaron caer las fragmentadoras por todo el frente al mismo tiempo y se elevaron sin dejar de enfocar sus lentes hacia el objetivo.

Las imágenes fueron dantescas. Una bola de fuego abarcó todo el frente penetrando un kilómetro en las filas enemigas.

Las hormigas que no fueron alcanzadas detuvieron su avance ante al fuego pero la inercia de la masa las hizo avanzar cubriendo con sus cuerpos las llamas y los cuerpos calcinados de sus compañeras. En menos de cinco minutos el fuego había sido engullido por la vorágine imparable de la marabunta.

Nada quedaba de la masacre de solo hacía unos minutos.

En nada se notaba las hormigas que habían matado viendo la masa infinita que se dirigía hacia ellos.

– Manda otra oleada de drones. No dejes de mandar oleadas, una tras otra.

– ¿Tenemos problemas?.

– Si. Contacta con la nave. Con el Capitán Roble, es urgente.

– Si Señor.

La comunicación fue inmediata.

– ¡Capitán Roble!. Tenemos problemas.

– Si, lo sabemos. Estamos viendo las imágenes con la visión de largo alcanze. No podréis detenerlos.

– ¿Y vosotros?.

– Creemos que sí, pero debemos actuar de inmediato, antes de que estén demasiado cerca de vosotros.

– ¿Que habéis pensado?.

– Fuego. Podemos enviar los boots de carga llenos de combustible y quemarlas a todas.

– ¿Seguro que podéis hacerlo?.

– Cuando hayamos terminado, todo lo que veréis será un desierto de cenizas de cientos de kilómetros, miréis donde miréis. Nada quedará de ellas.

– Por favor, no se demore Capitán.

– Diez boots ya han partido, cargados hasta los topes de combustible de plasma, y con las mangueras preparadas. Antes de una hora estarán allí.

Una hora.

Ya le parecía sentir las vibraciones de su avance. Como si el suelo temblara bajo sus pies.

Campaña.

Las Reinas mantenían el cordón de contacto activo. No podían perder la comunicación.

Sabían lo que había pasado en el frente pero habían esperado mas.

¿Eso era todo lo que podían hacer?.

– ¿No pueden hacer nada mas?.

– Seguro que si. No debemos menospreciarlos.

La Reina Minna se había erigido como la Lider, quizás por ser la Colonia mas cercana a los invasores. Ninguna puso objeciones.

– ¿Cuanto les falta al Ejército del Subsuelo?.

– Una hora, quizás algo mas.

– Bien. Que salgan los Escuadrones de Alados. La mitad deben dirigirse hacia el objetivo. Los demás deben formar una red defensiva a mil pies de altura. Ningún otro objeto volador debe aproximarse a las tropas, y que tengan cuidado, puede haber sorpresas.

Los Alados despegaron por millones. Cientos de enjambres que taparon completamente el sol, oscureció el terreno por donde pasaban.

Los que volaban hacia el frente cargaban diferentes tipos de proyectiles bañados en unguento, y sacos llenos de ácido fórmico. La otra mitad, también armados, se elevaron mil pies y formaron una red perfecta que cubría todo el campo de batalla.

Al cabo de poco llegó una nueva oleada de objetos voladores cargados de explosivos y dispuestos a bombardear otra vez su avance. La red atacó y una lluvia de piedras cayó sobre los drones rompiendo la mayor parte de sus aspas y haciéndoles caer al suelo.

Las bombas explotaron, pero lejos de ellos, en tierra de nadie, ninguna alcanzó su objetivo y ningún dron caido volvió a levantarse.

Los Alados que se quedaron sin munición descendieron a recargar y los restantes se cerraron sobre el agujero y volvieron a cerrar la red.

Y enseguida notaron la vibración, una vibración fuerte que venía de encima de ellos.

La Reina Minna y las demás Reinas, y sus Generales, también la sintieron.

Los seres iban a contraratacar. Todos los nidos cerraron sus accesos herméticamente, sin saber que esperar pero preparándose para lo peor.

Varios objetos, enormes, descendían desde el cielo hacia ellos. Desde muy arriba, desde un gran objeto lejano que flotaba en el espacio y emitía la vibración más profunda que habían oido jamás.

Los objetos cruzaron la red de protección sin ningún esfuerzo, sin notar siquiera la presencia de los Alados

Y se abalanzaron sobre el ejército que ya estaba a menos de veinte kilómetros de su objetivo.

Y se hizo el fuego.

Desesperación.

Tanto desde la Ulises como desde la Base vieron atónitos la aparición de las hormigas aladas.

Las que se quedaron protegiendo el avance no representaban un peligro, de momento, pero las que se dirigían hacia la Base no tardarían mucho en llegar, menos de media hora.

Las imágenes mostraban que todas acarreaban lo que parecían piedras, y sacos y varios objetos con la intención de ser lanzados.

Gracias a dios no conocian el fuego.

El Capitán Landon pidió que los boots de la Ulises se encargaran de ellas y estos cambiaron de rumbo y se dirigieron a su nuevo objetivo.

Después habló por el comunicador interno.

– ¡Atención a todo el mundo!. En veinticinco minutos llegará una oleada de hormigas voladoras, cientos de miles. Los boots van hacia ellas para quemarlas y seguro que llegarán a tiempo, además, los cañones laser harán su trabajo si alguna llega a pasar, pero debemos proteger la Base, el fuego caerá muy cerca y el calor será infernal. Sellar todos los habitats, reforzar las estructuras con puntales y preparar los sistemas antiincendios. Daros prisa.

– ¿Cree que pueden llegar?.

– Si, alguna llegará.

Empezaba a anochecer y mientras todos se afanaban en reforzar los habitats y en preparar los equipos, pudieron, primero, oir el rugido de los pesados boots de carga que descendían hacia ellos, y segundo, ver en la distancia una columna de fuego de mas de cien metros de altura rodeandolos por completo.

La ola de calor los aplastó y todos corrieron a guarecerse y a cerrar herméticamente todas las puertas y ventanas.

El Capitán Landon y su Segundo Homer se encerraron en la primera Lanzadera junto a siete Ayudantes. La segunda había partido hacia la Ulises poco después de que empezara el ataque de las hormigas.

La Piloto, inconscientemente, o no, inició el programa de despegue y lo dejó en stand by, por si acaso. El Capitán no se lo recriminó.

Desde las pantallas, y gracias a los drones, tenían visión directa de todo lo que ocurría.

Y respiraron aliviados viendo a las mangueras expulsar plasma ardiendo

Y cuando vieron que la mancha negra que oscurecía el cielo se tornaba en una mancha roja y amarilla de fuego y también negra mas tarde, por los cuerpos carbonizados que caían al suelo cubriéndolo todo, gritaron de alegría, alborozados.

La rapidez de los boots y el flujo de plasma expulsado contuvo a las hormigas aladas, del todo, pero no sería indefinidamente.

Había millones volando hacia ellos y se agotaría el plasma antes de haber acabado con todas ellas.

Por suerte otros diez boots de carga ya se dirigían hacia allí.

Pero no debían olvidarse del ejército de tierra. Ya estaba a menos de una hora.

Las hormigas aladas bombardeaban con todo lo que tenían sobre los boots pero no les hacían daño, solo algunos rasguños.

Y de repente se retiraron.

Las hormigas retrocedían, volvían por donde habían venido. Todas ellas.

La alegría fue generalizada y contagiosa. El temor y la ansiedad vivida estallaron en gritos, risas y lloros cuando comprobaron que las hormigas se retiraban.

– ¡Lo logramos Capitán!.

– Si.

– No parece muy convencido.

– La verdad es que no lo estoy.

El Capitán Roble habló por el comunicador, de fondo también se oían risas y gritos de alegría.

– Lo logramos Capitán Landon.

– Si Capitán Roble, y gracias, si no fuera por vosotros ya no estaríamos aquí.

– No le veo muy feliz.

– ¿Por qué se han retirado?.

– ¿Porque ibamos ganando?.

– ¿Seguro?.

Se hizo un incomodo silencio.

– ¿Que quieres decir Landon?. Las imagenes hablan por si solas.

– Si. Las imagenes nos han mostrado una masacre, una escabechina, pero si lo mira bien solo acabamos con una pequeña parte del numeroso ejército que nos atacaba. Solo derrotamos a la punta del iceberg.

Era cierto, la batalla acabó casi antes dejaber empezado.

– Quizás se acobardaron. Quizás les ordenaron retirarse por el número de bajas sufridas. No se esperaban un recibimiento así.

– Estamos hablando de hormigas, no se acobardan, simplemente hacen lo que les manda su Reina, y a esta no le preocupan las bajas propias siempre y cuando logren su objetivo.

– ¡Pero estas son hormigas alienígenas!.

– Pues mejor me lo pone. No tiene ningún sentido.

– La Lanzadera ha llegado hace un rato. Puedo enviarla de regreso y volvéis todos a la nave.

– Tal vez no deberíamos precipitarnos. Aún tenemos la capacidad de acabar con los nidos, con todos. Denos una hora para decidir.

El Capitán salió al descampado. Casi todos estaban fuera, delante de los Habitats, celebrando la victoria.

¿Realmente había sido una victoria?.

Alzó la voz por encima de la algarabía.

– ¡Señores!. ¡SEÑORES!. Un momento de atención por favor.

Todos cesaron en sus celebraciones y prestaron atención. Los pocos que estaban dentro de los hábitats salieron a interesarse de lo que ocurría.

– Hemos ganado la batalla pero no tengo tan claro que hayamos ganado la guerra.

– Señor, ¡les hemos dado una paliza!.

– Si…

– Si, las hemos chamuscado.

Volvieron a gritar y a aplaudir, y otra vez el Capitán les hizo callar.

– Muy bien, de acuerdo, las hemos machacado, pero solo al uno por ciento de las que nos atacaron. Siguen estando aquí, e igual de peligrosas.

– No volverán.

– Si volverán, estamos en su planeta, en su casa. ¿Que hariamos nosotros?. Yo os lo digo, no pararíamos hasta expulsar a los invasores.

Tenía razón, y todos lo sabían.

– Tenemos dos opciones, o volvemos todos a la Ulises abandonando el planeta y evitando una guerra que no sabemos si podemos ganar, o nos quedamos y atacamos nosotros, con todo, hasta que no quede ni uno solo de esos malditos nidos.

La decisión fue unánime, o casi, se quedaban. Lucharían por el que ya consideraban su planeta.

Landon debía contactar con la Nave y comunicar su decisión al Capitán Roble. Sin duda necesitarían de su ayuda y de los boots de la nave para ganar la guerra.

Lo primero sería enviar a todos los drones operativos a destruir nidos con las perforantes. Todos los que pudieran.

Podía haberse dirigido a la Sala de Mando pero vio a Lisa sentada en la puerta trasera de la Lanzadera y se dirigió hacia allí.

Le gustaba Lisa, y creía que a ella tambien le gustaba el, pero era su superior.

Era una relación imposible.

Saludó a Lisa con una sonrisa cuando notó que el suelo empezaba a vibrar.

– ¡Maldita sea!. ¡Nos atacan!.

– Pero los boots del perímetro no se han activado. No han cruzado el perímetro defensivo.

– Pero están aquí, ¿tu no lo notas?.

– Si.

El suelo empezó a temblar y de repente una extensión de terreno de mas de diez metros de diámetro se hundió.

Y las hormigas empezaron a salir.

Lanzando flechas unas, expulsando ácido por el culo otras, y hasta con espadas, ennegrecidas con alguna clase de ungüento.

Los Militares actuaron rápido. Disparando y aplastando a todas las que podían, pero no podían con todas. Y al poco rato el aire se tornó irrespirable, los ojos y las mucosas empezaron a escocer por el efecto del ácido.

Y los que en la lucha recibían un pequeño y nimio corte por parte de las pequeñas flechas de las hormigas al poco caían al suelo, muertos.

El Capitán saltó dentro de la Lanzadera con Lisa y cerró la puerta. Tuvieron suerte, mucha suerte, de que ninguna se colara dentro.

– ¡Maldita sea!. ¡Maldita sea!.

– Capitán, tranquilícese.

– ¡Maldita sea Lisa!. Tenía que haberlo sabido.

– ¿Saber qué?. ¿Que saldrían de debajo de nuestros pies?.

– No. Tenía que haber sabido que no se rendirían. Contacta con la nave.

El Capitán Roble esperaba la llamada.

– ¡Diablos Landon!. ¿Estás bien?.

– Yo y el Oficial Homer si, gracias, pero no puedo decir lo mismo del resto, ¡están armadas!, ¡maldita sea!. ¡Expulsan acido y disparan flechas envenenadas!. Nos salvamos de milagro.

– ¿Pueden entrar?.

– ¿En la Lanzadera?. Ya no se nada pero recuerda que es hermética. Si puede aguantar el vacío del espacio creo que podrá con unas hormigas, por grandes que sean.

– Bien. Intenta despegar. Vamos a lanzar un ataque sistemático.

– ¿Desde la nave?.

– Si. Hemos cartografiado todo el planeta y marcado todos los nidos. Y hemos programado los misiles Stick con las localizaciones. Uno para cada nido.

– ¿Pero debe haber millones de nidos?.

– No. Solo existen en el continente donde estáis. Novecientos veintidós nidos para ser exactos. Y ya hay novecientos veintidós misiles preparados.

Landon quería deshacerse de las malditas hormigas como el que mas. ¿Pero aniquilar a toda una especie?.

Daba que pensar.

– ¿Tenemos derecho a hacerlo?. ¿A aniquilar a toda una especie por puro interes?.

– Mira por la ventana y dímelo tu.

Y miró. La imagen era irreal, como una mala película de ciencia ficción.

Cientos, miles de hormigas desmenuzaban con las garras los cadáveres humanos y se los iban comiendo. Lentamente, sin prisa.

Era su botín de guerra, y el alimento que necesitaban después de haber cavado hasta la extenuación.

Sintió arcadas.

Arcadas de si mismo al pensar que esos seres eran algo mas que animales sanguinarios.

Debían morir.

Todos.

– ¡Matalas!. ¡A todas!.

– Lo iba a hacer de todos modos pero prefiero que hayas visto la realidad. Solo son animales, o menos que eso, solo son insectos.

-¡Capitán!. ¡CAPITAN!.

– Maldita sea Romero, ¿que demonios ocurre?.

– Algo esta pasando en el compartimento de carga.

– ¿Que ocurre?.

– Los Guardias no responden y se ha activado un sensor de movimiento en el pasillo de acceso a la Sala del Reactor.

– ¿Solo un sensor?. Eso es imposible. O hay alguien o no lo hay.

Intrusos.

La Reina Minna, en connivencia con las otras Reinas, ordenó la retirada.

Era la hora.

Según el Plan.

El Jefe Gruush y su grupo empezaron su misión.

Habían accedido a la nave sujetándose a la Lanzadera.

Gracias a su capacidad de almacenar oxígeno en sus cuerpos para cuando lo necesitaran pudieron aguantar el viaje hasta la Nave.

Una vez allí, y gracias a su pequeño tamaño, pudieron deshacerse de los guardias y pasar desapercibidos.

Sabían exactamente a donde se dirigían, la vibración lo indicaba exactamente.

Y cuando no podían cruzar una puerta cruzaban un conducto, o una abertura, o por el subsuelo, pero cruzaban.

– Estamos cerca. La vibración cada vez es mas fuerte.

– ¿Seguro que lo que vamos hacer servirá de slgo?.

– Si Harrush. Sea lo que sea lo que emite esta vibración es sin duda su fuente de energía. Si lo destruimos, o lo dañamos lo suficiente, habremos vencido.

Traspasaron dos paredes mas, se deshicieron de dos seres mas.

Y llegaron.

Estaban en una habitación llena de luces e instrumentos y tras una gran ventana veían el objeto que emitía la vibración.

Era enorme.

No entendían nada de lo que veían, ni falta que les hacía.

El Jefe Gruush fue el primero. Subió de un salto encima de una de esas extrañas mesas llenas de instrumentos y empezó a destrozarlo todo. Con sus garras y la fuerza de un humano de cien kilos no le costó mucho.

Dos soldados se quedaron de guardia ante la puerta cerrada y los otros se sumaron al trabajo.

Destrozaron luces, palancas, abrieron paneles, y lo encontraron.

Lo supieron al verlo sin saber porque, una maraña de hilos gruesos se retorcia desde la parte superior que habían estado rompiendo hasta perderse en el suelo.

Hilos conductores.

Lo supieron al instante, y al instante supieron que debían hacer.

Cortarlos.

Y eso hicieron.

Y saltaron chispas.

Y se apagaron luces y se encendieron otras nuevas.

Y el gran objeto que emitía la profunda vibración empezó a renquear, la vibración, regular hasta entonces, empezaba a variar con cambios bruscos y la sala donde estaba contenido se empezó a llenar de humo.

Una vibración intermitente de alta frecuencia lo inundó todo, de repente.

Algo habían hecho bien.

Derrota.

La señal de alarma inundó el Puente en el momento que el Capitán Roble iba a dar la irden de lanzar los misiles.

– ¡Oficial!. ¿Que ocurre ahora?.

– ¡Es la Sala del Reactor Señor!. Está en llamas.

– ¿Que está pasando Robles?.

Alan veía la confusión en la pantalla y oía de fondo la alarma y los gritos pero no sabía que pasaba en la Ulises.

Nadie lo sabía.

Nadie hasta que un Auxiliar enfocó hacia el suelo una de las cámaras de la Sala del Reactor.

Hormigas.

– ¡Hormigas!.

Gritó el Capitán Roble.

– ¿Hormigas?.

Gritó el Capitán Landon.

– ¡Landon!. Estáis solos, nosotros estamos muertos.

Y la explosión precedió al fin de la comunicación.

Y se oyó aun sin intercomunicador.

Estaban solos.

Victoria.

Las Reinas estaban expectantes, y los Generales.

Habían retirado las tropas para evitar una carnicería, y para seguir el Plan.

Si el Plan fallaba, y los invasores respondían con contundencia, podían perder la guerra, y el planeta.

Pero lo habían estudiado bien.

Habían confiado en su decisión basándose en su inteligencia colectiva y genética.

Ellas eran mas inteligentes que esos seres, y el que ellos no se dieran cuenta fue su perdicion.

Pero, ¿de verdad eran mas inteligentes?.

La vibración llegó como un huracán, desde el espacio. Confirmando rotundamente que el Plan había funcionado.

Si.

Eran mas inteligentes.

– Quedan dos. Dentro del objeto volador.

– Dejadlos partir.

Era la Reina Minna, imponiendo su decisión.

– ¿Por qué?.

– Porque son los últimos, no voy a matar a los últimos de su especie. No vamos a.ser como ellos.

– ¿Pero debe haber mas de donde han venido?.

– ¿Podeis asegurarlo Reina Ranna?. La decisión está tomada. Dejadlos partir. Sin duda iran a otro continente lejos de aquí.

– Si. Lo mas lejos que puedan.

– ¿Y si un día vuelven?.

– Pues les volveremos a derrotar.

Inicio.

La explosión se oyó incluso desde dentro de la Lanzadera.

El Capitán Landon y la Piloto Ronda se miraron, y sin dejar de mirarse iniciaron la maniobra de despegue.

No podian ir a la nave, ya no existía, pero el Capitán Roble les había dicho que las hormigas solo habitaban este continente.

Irían a otro, lo mas lejos posible.

– Estamos solos Lisa.

– Si estamos juntos nunca estaremos solos Alan.

Nunca antes se habían tuteado.

Nunca antes se habían mirado a los ojos.

Nunca antes se habían cogido de las manos.

Nunca antes se habían besado.

Y lo hicieron.

Y partieron.

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