I
Estoy roto, el sentido de mi vida yace en la muerte. No espero a nadie, el consuelo de los ángeles se ha ido. Estoy solo, viviendo en una herida que sangra tristeza, melancolía.
II
La negra noche me acompaña en la nostalgia del recuerdo, me difumino con las sombras, soy un hombre moribundo que divaga de un sitio a otro buscando la paz en los recónditos páramos de la soledad.
III
Mi sombra me acompaña, camino por las oscuras calles del olvido, quiero encontrar al alma que sane mis heridas, sin embargo huye de mí. Me siento cansando, el amor se hace a un lado, no lo encuentro. La soledad es mi consorte eterna
IV
Necesito del néctar de la vida para no caer en medio de la estigia a pleno sol. ¡Regresen mi salud, oh, espíritus de la misericordia! Apiádense del hombre humilde, ese que desea respirar en paz rodeado del amor, de la dulzura de la compasión.
IV
El amor no recorre mi camino, se ha marchado, quizá para no volver, en este mundo solitario, el sin sentido de mi existencia se posa sobre la pena, el desamparo y el dolor.
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