Ayuda y mil veces ayuda

Una noche, de esas en las que salía al techo a fumar, apreciando el frío y coqueteando con la luna, pidiéndole respuestas sobre mis amores fallidos o sobre mis canciones incompletas.

Una noche, de esas que podía recordar toda mi vida en segundos y sentir cada recuerdo con la misma pasión e intensidad.

Una noche, de esas en las que un gato negro aparecía de un salto entre el humo que exhalaba, y entonces yo sabía que me iría mal luego de que se fuera, saltando de techo en techo, recorriendo muchas casas, muchas vidas y maldiciendo a mucha gente.

Una noche de esas fue que lo ví, en el techo vecino, inmóvil… La oscuridad no me permitía ver si estaba de espaldas o no, pero sabía que no lo estaba, sabía que me estaba mirando, podía sentirlo en mi piel. Una mirada juzgadora.

Él podía ver dentro mío, de hecho, podía entrar y nadar en todos mis pecados, y como podía lo hizo, los atrapó todos con solo verme un instante, fue aterrador, heló y erizo cada partícula de cada parte de mi cuerpo, me hizo sentir desprotegido.

¿Que sabía? ¿Todo? ¿Las veces que arrebaté corazones ajenos? ¿las veces que falté a la integridad de otras personas? ¿las veces que engañé? ¿o todas las veces que me aproveché?

¿Que sabía? No lo sé.

Pero espero haya encontrado también mi vacío, el vacío profundo en el estómago y en el pecho, el nudo eterno de la garganta y de la carga pesada de tristeza puesta permanentemente sobre mis hombros y también de mi incapacidad de sentir felicidad.

Aún en un escenario, aún lleno de aplausos, aún lleno de luces, aún lleno de besos…

Tal vez no lo sabe… No, definitivamente no lo sabe, no sentí consuelo en su mirada, ni una calidez sobre mis cuerpo o algún abrazo maternal que me aseguraría que todo estaba bien, ¿Cómo no podía saberlo? ¿Cómo podía nadie saberlo? 

Tal vez debería gritarlo al cielo 

Un «Ayuda, necesito ayuda»

Ayuda, ayuda, ayuda, ayuda, ayuda, ayuda, ayuda, ayuda, ayuda, ayuda, ayuda, ayuda 

Ayuda, ayuda, ayuda. 

Ayuda y mil veces ayuda