Pensé en los seres humanos, en lo solitaria que resulta la vida de algunos hombres, en cómo transcurre su existencia y en lo triste de las expectativas del mañana a pedido de los deseos no satisfechos por diversas limitaciones, bien sea físicas o psicológicas. Es vano obligar a alguien a transgredirse a sí mismo, a superar las barreras del miedo; el hombre es un animal frágil, tosco, débil. La debilidad que le caracteriza no es sinónimo de cobardía, la cobardía yace en la posibilidad cercenada por el miedo y no en las ganas que tiene- el hombre- para ir más allá de sus limitaciones. Una persona puede tener la intención de imponer su Yo ante el mundo, sin embargo, la gana de actuar, siendo la gana la expresión del ánimo que moviliza las pasiones para crear oportunidades de supervivencia con el objeto perpetuar la vida, está ausente o en su defecto inactivo, pues el estado de ánimo determina la voluntad con que se realiza un acto; en el caso del hombre solitario y débil, la voluntad se haya mermada por un nivel de ánimo carente de las alegrías de vivir, de felicidad. El hombre débil es un espíritu deprimido, piensa en la mortalidad y en la inutilidad de cualquier esfuerzo, al final nada valdrá la pena, la soledad y el sufrimiento acompañan al anciano y al enfermo, y a toda alma acongojada por vivir, por existir.
Se necesita de valor para enfrentar la vida, el hombre solitario siente con agudeza el paso del tiempo, se percata de que somos finitos, hechos para no existir una vez nuestros nombres desaparezcan de la memoria, de los recuerdos. El hombre débil, y con esto entiéndase deprimido, es a su vez, un espíritu valeroso, imponente. Vive pensando en la muerte, sabe que la vida es un constante continuum de episodios trágicos. El deseo se consuma en breves instantes para, de nuevo, buscar el objeto deseado y gastarlo en períodos cortos de tiempo. La consumación del deseo deja tras de sí una estela de amargor que se prolonga hacia el futuro; la vida humana tiene un trasfondo de dolor, la consumación del deseo inserta en el espíritu la voluntad de continuar buscando la felicidad sin importar los sitios ni el tiempo, la mayoría de veces, en vano e inútil encontrar la fuente de la felicidad imperecedera, pues los objetos tangibles, materiales, son los que otorgan la felicidad a los hombres, y estos desaparecen con el tiempo. El hombre débil encuentra su lugar en el cosmos en los espacios sin materia, y por tanto sin tiempo: su plenitud yace en el silencio, en soledad, en la serenidad de pensamiento.
El hombre solitario es fuerte ante sí mismo, los demás no le echan de menos, le observan como el perfecto extraño, sin halitos ni voluntad de vivir. Los hombres fuertes están ocupados en las cosas de afuera, no perciben el paso del tiempo ni piensan en la muerte, ni mucho menos que sus acciones, sentimientos y pensamientos se perderán con el paso de los años. Viven el ahora, sin importarle la incertidumbre de la propia vida. Los hombres débiles tienen la manía de prever los acontecimientos futuros con juicios pesimistas. El hombre deprimido no es un ser querido por nadie, es un exiliado de la sociedad, un forajido en un mundo desbocado, que marcha rápido y con prisa.
Los hombres corrientes huyen de la soledad, piensan que aquél que está solo, es peligroso, o una suerte de criatura exótica, rara. Buscan compañía para sentir que su identidad está siendo reconocida por los demás y por tanto, optimizar las oportunidades para prolongar la vida a través del contacto físico, ora a través de la sexualidad, ora a través de la amistad; es oportuno aclarar que en lo correspondiente a la amistad, las oportunidades de vida se acentúan porque mientras exista un séquito extensos de amigos la posibilidad de encontrar pareja y trabajo crecen, no obstante, al solitario, al deprimido no le interesa la vida de nadie, sus amistades pocas, y por ende sus posibilidades de encajar en la sociedad son nulas. El hombre débil, es solitario, su fortaleza radica en soportar la incertidumbre de la vida a través del pensamiento y su debilidad en los sentimientos pesimistas que invaden su corazón cada vez que piensa en el futuro. El hombre débil es fuerte porque evade los deseos y hace caso a la razón en detrimento del instinto. El hombre débil, solitario y pesimista, es un gigante en comparación con las gentes del común, de aquellos que no osan pensar en profundidad, su debilidad se traduce en la valentía de ser a sí mismo en su interioridad y en no copiar modas ni pensamientos extranjeros que solo afectan a los hombres burdos de afuera, del mundo humano irracional e instintivo. El hombre solitario es fiel a su espíritu, sin querer brillar, es un farol en medio de las tinieblas.
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