1.
La primera vez que nos vimos recuerdo tus piernas cruzadas, tenías los pantalones doblados y unos calcetines llamativos, pensé que tu cuerpo era angular, me viste observarte y no bajaste la mirada, nos miramos largamente, en silencio mientras otros hablaban. En el mundo del amor instantáneo habernos mirado sin conocernos quedó grabado en mi cerebro, mirarnos largamente. Conocías a quien conocía, nos rodeamos del mismo mundo y jamás coincidimos, ¿Cómo nunca nos vimos? De habernos visto antes, antes sucumbiría en tu sufriente amor. Ahora soy más resiliente, soporto con más entereza tus actos grotescos. Empujarme contra la mesa mientras lloro, afiebrada. Llevarte todo el dinero, dejarme sin opción para ir al hospital, caminar kilómetros para que me atiendan porque temblaba de fiebre y tú estabas en la ciudad tomando con tus amigos. No querías volver, no quieres estar conmigo, no debimos mirarnos ni conocer a las mismas personas.
2.
Eres como la cama que compré justo antes de empezar a salir. Estuvo guardada un tiempo, debía encontrar mi casa para instalarla, no cabía por la escalera, era muy grande como mi amor por ti, lleno de ilusiones. No importa, cambiamos la base, con tal de que pueda llevarla conmigo a donde esté contigo. Se gastó rápido como nuestro amor, duró años pero no los que creí que duraría, ¿Habrán sido las mudanzas? ¿La inestabilidad? ¿Habrá sido que pasamos mucho tiempo en ella? ¿Habrá sido que se quedó sin base? Rota, manchada, sintiendo en ella el dolor de dormir, pero era nuestra cama, donde con nadie más dormí, la pagamos con nuestro esfuerzo. Manchada de sangre, sufrimiento. No quiero volver a dormir, no quiero una cama nueva, elegí esa para mí antes de amarte y ahora la veo destrozada, arrumada entre nuestras cosas que ya no caben porque no tenemos un hogar, nunca no tuvimos realmente.
No importa cuánto escriba, no quieres leerme.
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