
Habitualmente hablamos del ego como un defecto, enfocándonos en cómo es percibido por los demás, sin embargo, existe otra perspectiva a considerar: los costos que el propio egoísta paga por mantenerse en ese rol.
El egoísta ve el mundo a través de esta lente y esto, por sí solo, desencadena una serie de consecuencias distintas para él en comparación con las demás personas.
Permíteme mostrarte un panorama más amplio:
Energía desperdiciada en defensas constantes
El egoísta invierte una cantidad considerable de energía en mantener una especie de “escudo protector”.
Está siempre en alerta, vigilando a su alrededor, tratando de detectar cualquier comentario, rumor u opinión que desafíe su posición privilegiada que ha construido para sí mismo y/o cree tener.
Atención constante a los demás
Se mantiene vigilante ante las palabras de los demás, siempre listo para contrarrestar cualquier amenaza a su estatus.
Esta actitud lo lleva a estar en constante estado de alerta para contrarrestar cualquier desafío a su supremacía y sofocarlo rápidamente.
Relaciones superficiales basadas en interés
Dado que el ego solo se preocupa por sí mismo, las relaciones que establece con los demás son en su mayoría superficiales y suelen basarse en intereses personales.
La autenticidad brilla por su ausencia, ya que las personas genuinas tienden a evitarlo.
Incapacidad para admitir errores
Al no reconocer sus propios errores, el egoísta se ve obligado a soportar sus equivocaciones sin dar su brazo a torcer.
Esto lo lleva a la fatiga adicional de sostener frente a los demás algo que en realidad no es verdad.
Generación de resentimientos
Priorizarse a sí mismo sobre los demás crea un caldo de cultivo para el resentimiento.
Las cuentas pendientes y las facturas acumuladas son cuidadosamente guardadas, listas para ser presentadas en el momento oportuno.
Aislamiento del aprendizaje
El egoísta se convierte en una entidad auto-referencial que coloca su enfoque por encima de todo.
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