Primera vuelta:

Que lindo es el bosque.

Tiene muchos árboles. Algunos son más altos, otros más bajos. Son verdes sus hojas y sus tallos cafés. Hay muchos árboles, eso es lo que tiene principalmente, árboles. También hay tierra y cielo. No tanto cielo, porque las hojas y ramas tapan gran parte de este.

Mientras camino, veo más árboles. Puros árboles. Básicamente es lo único que veo.

Segunda vuelta:

Sigo en el bosque. Sigue siendo lindo.

Hay varios árboles distintos. Son bien distintos si los observas con atención. Algunos tienen tallos anchos y fuertes, con raíces gruesas que crecen hasta el fondo del planeta. Otros son más delgados que crecen firmes hacia arriba.

Sus hojas decoran sus ramas con arbitrariedad, mostrando un precioso caos verde. Cuando el viento las mueve, parecieran estar bailando. Si el viento se vuelve más fuerte, incluso las ramas se suman al bailoteo.

Tercera vuelta:

Que bellos que son los troncos, no lo había notado. Tienen tanta textura, si te acercas puedes verla sin problema y si te aproximas con tus manos y los sientes, podrás darte cuenta de sus rugosidades, estas parecieran escrituras en sus pieles. Me imagino que algo estarán tratando de decir.

Cada árbol es distinto, ahora lo se. No puedes compararlos, sería como decir que dos personas son las mismas, por no poder ver todas sus diferencias. Me atrevería incluso a decir, que tienen sus propias personalidades.

De repente siento olores. Se me había olvidado de esa capacidad que tengo. Huelo humedad. Eso es lo primero. Pero inesperadamente siento algo nuevo que me confunde. ¿Serán los frutos que regalan estos maravillosos árboles? Al principio es un poco molesto y estornudo, pero poco a poco me voy acostumbrando.

Me tiro en el suelo, me revuelco en la tierra. Inhalo su olor. Es distinto desde la distancia y la cercanía. Imagino que siento cada uno de los minerales que tiene. La agarro con mis manos. Es suave y áspero a la vez. Es como un exfoliante de lo más natural. Mis manos están sucias, eso veo, pero no me importa. Recostado en el suelo y me doy cuenta de que veo el cielo. Veo más de lo que pensaba. Me gusta descubrirlo asomado entre los espacios entre las hojas. Parece el fondo de una pintura.

Cuarta vuelta:

Cierro los ojos. Veo el bosque en mi pantalla mental. Veo sus colores. Veo sus árboles ahí, cada uno de ello, los veo ubicados. Ahí está uno y ahí el otro y el otro y el otro… Veo la infinidad de ellos. Lo veo todo, todo lo que recuerdo.

Ahora escucho, con las imágenes en mi cabeza voy creando una película. Escucho la música del bosque. Todas sus canciones y melodías. Me digo que son para mí. El viento dirige la orquesta y todo el bosque en su totalidad sigue las ordenes con total naturalidad y perfección. Está todo mi alrededor en sintonía. Creo que me estoy convirtiendo en una parte del bosque. Ya no soy un ser externo. Tanto así, que no creo que otro humano podría reconocerme como persona si pasara por aquí. Definitivamente no me vería.

Quinta vuelta:

Y ahora, ¿Quién me verá a mí?

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