DE NAHUELBUTA A QUIMANTÚ. 9.-Los Mejores Estímulos.

DE NAHUELBUTA A QUIMANTÚ. 9.-Los Mejores Estímulos.

—¡Felicitaciones! ¡Felicitaciones a usted y a cada uno de los mejores estudiantes del período! Lo que se promete se cumple. La próxima semana iremos a conocer la oficina de Andrés Bello —dijo el rector—.

—Ustedes, los seis mejores rendimientos serán las visitas ilustres a ese emblemático lugar. También después de ello le tenemos una sorpresa y de seguro les gustará—.

Era diciembre, Santiago se mostraba en plenitud en este período de término del año y en vísperas de navidad. Las calles, el comercio, el transporte estaban abarrotados de personas. Si para mí el llegar a la capital había sido un shock, ahora en este período del año fue algo casi similar. Una desorientación vertiginosa producida por la llegada prematura del futuro y del mismo modo, un cambio cultural muy brusco: de la montaña a la gran ciudad. Esto lo relacionaba con la lectura del libro “El shock del futuro” de Alvin Toffler, quien reflexionaba sobre la velocidad de cambio en una cultura como la que se presentaba ahora —en estos tiempos—. La sociedad dominada por los efectos de la ciencia y la tecnología y su excepcional capacidad transformadora. Se podría graficar con un ejemplo sencillo: nuestros antepasados nacieron y aprendieron a vivir en un mundo que —en grandes líneas—, seguía siendo el mismo mundo donde acabarían sus días, pero a las personas de ciudades o sociedades desarrolladas tal comodidad se les está vedada. Excepcionalmente, la vida del campo sigue con la antigua rutina de siempre —me explicaba, acordándome de mi familia en las montañas, por ejemplo—.

Lo apresurado del cambio se ha hecho tan acelerado en las últimas décadas —especialmente la década pasada y la nueva, de los setenta que se estaba iniciando con un auge repentino de múltiples adelantos—, ya que el mundo en que aprendemos a vivir y relacionarnos no será el mismo donde viviremos la mayor parte de nuestras vidas. En Santiago pude conocer de los adelantos que no conocía, salvo por las lecturas. Por ejemplo supe de electrodomésticos, ascensores, artículos electrónicos, entre tantos otros.

Entendía que el “cambio” es el protagonista de nuestra civilización de una forma obsesiva, como no había afectado antes a nuestros antepasados. En definitiva, estamos obligados a convivir con el futuro y los cambios que aporta. Aunque se trate de un fenómeno general de nuestra cultura occidental, si hay algún espacio privilegiado para percibir esa velocidad de cambio, es y será la tecnología de la comunicación y de datos. Esta tecnología se aproxima a gran velocidad. Ya lo veremos, como dice este pensador futurista.

—¡Buenos días!

—Bienvenidos. Diríjanse al salón de honor —señaló el comité de recepción—.

Los seis íbamos con la mejor presentación personal, asegurando la formalidad. Avanzábamos en compañía de nuestro rector. Me sentía orgulloso de la invitación, primero por la deferencia del rector de la academia y luego por la consideración del rector de la universidad. La ceremonia principal se realizaría en el Salón de Honor de la Casa Central. Ya en el interior, el vestíbulo de ingreso nos llevaba al gran salón, en cuyo centro se encuentra la entrada. El majestuoso salón me sorprendió a primera vista, tanto por el decorado, como por sus clásicas instalaciones. Es imponente por su doble altura, rodeado de columnas de orden dórico romano en el primer nivel y columnas compuestas, en el segundo, unidas por arcos. Ya el hecho de ingresar al imponente salón me había producido un impacto. En instantes se iniciaba el acto con las palabras del rector:

—Voy a recordar esta ceremonia como una de las más emotivas de mi rectorado, pues en ella la Universidad de Chile está reafirmando su voluntad de seguir trabajando por la educación pública.

—Esta casa de estudios —prosiguió— selló un compromiso de colaboración con escuelas, liceos y academias de todo el país. Desde el año 1972 recibirán la visita de 129 académicos. Realizarán actividades de carácter científico, literario o artístico para aportar al proceso educativo —nuestra academia sería beneficiaria del proyecto—.

En su Aniversario 129, la Universidad de Chile decidió renovar su compromiso con la educación de todos los niños, niñas y jóvenes de Chile a través del proyecto “129 escuelas – 129 académicos”. A la ceremonia de lanzamiento de esta iniciativa había estudiantes, directores y profesores de establecimientos emblemáticos. Como un presente, los representantes de cada establecimiento, recibieron un set de libros de Marta Brunet y una copia del retrato de Andrés Bello.

Al finalizar la ceremonia, el rector nos invitó a conocer el retrato original del primer rector, que se encuentra en la histórica oficina de rectoría. Esta fue abierta especialmente para la ocasión. Recordando a sus padres y abuelos —profesores primarios de provincia— el rector expresó: —no hay ninguna razón para que cualquier hijo o hija de este país, independiente de la cuna donde nacieron, pueda llegar a ocupar la oficina donde está el retrato de Andrés Bello—. Fueron palabras que me hicieron mucho sentido y calaron muy hondo. Las valoré por todo lo que ellas significaban.

Entrar a la oficina de Andrés Bello fue otro momento emocionante. Este espacio tiene un gran significado para la educación. Me llamaba la atención todo lo que veía, el escritorio, el sillón, los muebles, los libros, el cortinaje, el decorado… en fin, todo; hasta se sentía una atmósfera indescriptible. La verdad que me parecía un sueño. Era como estar en un viaje al pasado. El rector de la universidad dio toda una explicación de los orígenes del plantel de estudios, su desarrollo y el aporte de Andrés Bello como su primer rector. Enseguida nos tomamos fotografías para que ese especial momento perdurara para siempre. Nos fuimos cargados de emociones.

Luego nuestro rector nos recordó que ahora venía la otra sorpresa ofrecida. Nos fuimos caminando por la Alameda, sin saber a dónde nos dirigíamos. Este fue un momento para hacer comentarios de la extraordinaria vivencia. En un instante hicimos un alto en el trayecto. El rector nos señaló que iríamos a conocer el edificio de la sede de la asamblea UNCTAD III, asamblea que se efectuaría el próximo año, 1972. El edificio aún no estaba terminado en su totalidad. A la llegada nos invitaron a almorzar en el casino, ubicado en el subterráneo del edificio. Era un enorme comedor, con capacidad para seiscientas personas. El menú fue un exquisito plato de merluza frita con puré y ensaladas, postre de leche y jugo de frutas. Luego iniciamos una visita por las distintas dependencias del edificio. Fue sorprendente observar las dimensiones de los diferentes salones de conferencia, auditorios y el salón plenario. Este último sorprendente por sus enormes dimensiones. Tuvimos la oportunidad de probar butacas y escritorios de los distintos puestos que albergaría a centenares de conferencistas y delegaciones internacionales. Unas de las razones de la invitación era para hacer pilotos o pruebas de las instalaciones. Había sido una experiencia única e inolvidable. Me sentía contento y considerado.

No sabía cómo había pasado el tiempo. Era fin de año. Haciendo un balance era muy favorable, como decimos en el campo, un año redondo; solo con algunas dificultades pero superadas. En definitiva me había ido bien en mis estudios y en la editorial. Las vacaciones habían llegado a la academia, no así en mi trabajo. Ahora estaba conociendo el clima de todas las estaciones. El verano se presentaba muy caluroso, al que no estaba acostumbrado. Santiago seguía convulsionado por las crecientes demandas sociales y económicas. Se agudizaba la lucha de clases. El aumento de la polarización política se hacía cada vez más notorio. Se realizaban movilizaciones a favor y en contra de las políticas implementadas. Las machas eran casi el pan de cada día. Existían opiniones diversas, unas de terror y otras de esplendor. El desabastecimiento económico era cada vez mayor, que repercutía en los hábitos y la rutina de la población. Se comenzaba a observar tensión al interior de la propia coalición gobernante debido a diferencias estratégicas. Por otro lado, la oposición y sus simpatizantes se organizaban y formaban sus bloques para protestar y producir desestabilización.

—Buenos días —dijo el señor Belisario Arenas, jefe editor—.

Me sentía asombrado porque desconocía el motivo de la conversación. Lo único que sabía era del importante cargo que ocupaba. Para mí era un honor haber sido considerado en una conversación.

—Tengo un ofrecimiento, joven Andrés. Tengo buenos reportes de usted y estoy al tanto de sus estudios. Lo felicito por ello.

—Usted lleva más de un año con nosotros y tiene la mejor evaluación por su desempeño, responsabilidad y capacidades.

—Gracias señor. Muchas gracias por sus conceptos.

—Son sus méritos. Nada más que sus méritos… ¿entiende?

—Andrés, deseo que pase al departamento de edición. Aquí, una persona con sus capacidades es la que me hace falta.

—Le agradezco señor Arenas. Para mí es un honor poder ser parte de su equipo. Por supuesto que acepto y haré todo lo posible para no defraudarlo. Muchas gracias por brindarme esta oportunidad.

No lo podía creer. Sería parte del departamento editor, todo un privilegio y un gran desafío. Claro, esto significaría mucho trabajo —como me indicó el jefe editor—. —Será un trabajo en equipo. Deberá realizar revisiones finales del contenido previamente verificado por otros editores para descartar todo tipo de error. Cuando hablo de errores me refiero a que sea gramatical, de sintaxis, puntuación, cohesión, entre otros —dijo—.

—Asegurarse de que los editores hayan verificado los hechos y que hayan citado o insertado las referencias correctamente—.

—Evaluar el contenido desarrollado por escritores y autores, así como colaborar en la selección de lo que se va a publicar o a difundir, especialmente las publicaciones que son propias—.

—Establecer la diagramación final de la historia, garantizando un balance entre el texto y las imágenes—.

—Revisar y aprobar las versiones finales del contenido a difundir una vez que esté garantizado, es decir que fue debidamente corregido.

—¡Ah! Me faltaba… también revisar las traducciones, si están correctas y que no sea una traducción literal. —terminó diciendo casi de corrido don Belisario—.

Entonces, la nueva función me significaría otras responsabilidades. La motivación y mi prolijidad me daban la confianza y seguridad. Colaborador en el departamento editor, me repetía. Mucho por hacer, mucho… Sabía que en este puesto se trabaja a presión y había que estar preparado. Esto, a la vez, me obligaba a superarme. Debía seguir estudiando más y más en la academia, como hasta ahora. Quimantú estaba trabajando con varias líneas de producción y cada una de ellas al máximo. Existía producción con convenios internacionales y función de editora e imprenta en el país. Además de trabajos para el Estado y para empresas privadas. También mucha publicación propia a través de libros, revistas. Su colección abarcaba obras clásicas y contemporáneas de literatura e historia, información general e investigaciones, entre otros temas. También lanzó semanarios y mensuarios, entre las que se pueden mencionar Cabrochico, dirigida al público infantil; Onda, dirigida a los jóvenes; Barrabases, una revista de historietas; Paloma, para mujeres; Ahora, sobre actualidad; Mayoría, sobre política; Estadio, revista de deportes; La Quinta Rueda, sobre cultura; y otras.

Quimantú para Todos, Minilibros (obras de literatura universal y chilena), Nosotros los Chilenos, Cuadernos de Educación Popular, Cuncuna (colección infantil), Camino Abierto, Serie Análisis, Pensamiento y Acción, Clásicos del Pensamiento Social, Figuras de América.

—Cultura general en literatura, en lenguaje, en gramática, en sistemática del idioma. ¡Todo esto es importante!

—¿Quiénes son ustedes? ¿Cuál es su responsabilidad?

—Ustedes serán los especialistas y conservadores: Serán los custodios del legado de nuestro idioma español —dijo el profesor Meneses—.

—Hablemos de literatura. ¿Qué saben del siglo de oro español?

Enseguida el profesor efectuó una presentación, de la que nos hizo participar:

—El siglo de oro español fue un período de florecimiento de las artes y la literatura en España. Se trata de un período sin fechas delimitadas, usualmente superior a un siglo, cuyos inicios estarían luego de la reconquista española, alrededor de 1492, y sus fines alrededor de 1681, año de la muerte de Pedro Calderón de la Barca.

Después de la exposición, en grupos de trabajo, analizamos un ensayo sobre el tema. Conocimos de sus exponentes y de sus obras, lo que se complementaba con mucho trabajo personal.

Era así el ritmo en la academia. Estudiar, investigar, leer. Realizar muchos ensayos y exposiciones.

Estudiantes, recuerden que la vida escolar exige dedicación y esfuerzo personal, y como señala Aristóteles: “La educación tiene las raíces amargas, pero muy dulces los frutos”.

—No hay nada que colabore más a mejorar la ortografía que la lectura —dijo el profesor—.

—Jorge Luis Borges decía que la lectura debía ser transmitida como un placer y no como una coacción. Estimados estudiantes, se trata de una lógica que bien puede aplicarse a la escritura.

—Entonces a tener cuidado con nuestro idioma. Evitar los errores, sobre todo los más frecuentes —dijo—.

—Estudiaremos mucho porque este es nuestro idioma. Tienen que hablar y escribir con propiedad. Y eso requiere de mucho estudio. Entonces, lo que veremos tiene relación con los errores más frecuente, como por ejemplo: la coma asesina (la coma entre sujeto y verbo), la coma criminal (“vamos a comer, niños”), acentuación incorrecta en pretéritos, hiposegmentación, hipersegmentación, palabras homófonas, palabras homógrafas, ultracorrección, anglicismos, galicismos, hablar con propiedad y tantos otros contenidos de sistemática del idioma —dijo—.

Lenguaje culto formal, culto informal. Lenguaje inculto formal, inculto informal. Lengua vulgar, popular, coloquial. ¡Ah…! A eso al respecto veremos un tema importante para observar la prensa. Los diarios, periódicos y revistas han caído muy bajo respecto al lenguaje que utilizan. Muchos son verdaderos pasquines, utilizando un lenguaje grosero al máximo. Como estudiantes deberán hacer críticas fundadas. Por ello es importante leer y leer, luego criticar con los mejores argumentos —dijo, dando un golpe seco en la mesa—.

Era mucho el nivel de exigencia, lo que me hacía profundizar en las materias tratadas. Mi rutina diaria se hacía cada vez más severa. De la casa al trabajo, del trabajo a la academia, de la academia a continuar en casa leyendo y repasando los contenidos.

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