Hacia años que mi tía Florencia murió, ella nos visitaba cada verano y nos entregaba alegrías y un café con piloncillo, quien iba pensar que el cáncer le fuera comiendo no sólo la alegria sino el alma. Me preguntó, si  ante las puertas cerradas se abrirán ventanas donde escapen las más bellas mariposas. Ella no lo merecía y quién lo merece, morir en agonía, pero yo pienso y todos lo creemos, que fue la muerte de Ramón, su único hijo, el lloraba cuando la veia partir a Querétaro. No se si la  ausencia mata más que el cáncer, pero si creo, que el amor a la vida se apaga y nos va  haciendo cenizas, cuando sabemos que ya no volverá aquello que tanto amamos. 

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