A la mañana, al despertar

mientras aún estabas

en cama, dormida

yo escribía palabras

sobre tu cuerpo.

Luego te acercaste…

como si de noche, se tratase;

tú nombre se borró,

tu te asomaste…

y la lujuria brotó.

Entonces dije

con el aliento sólo de mi voz

idénticas palabras

sobre tu mismo cuerpo;

y nunca nadie

pudo tocarlas sin calcinarse

como halo del fuego.

J. Lourido – Derechos Reservados

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