1.Amanecer
Llovía, y mucho. Aquella noche estaba solo, sentado frente al cálido abrazo de una chimenea que hipnotiza nuestra alma.
Disfrutaba en soledad de esa sensación de calma y locura retrospectiva que ofrece la noche. Estaba conmigo mismo.
La lluvia era tan fuerte que el sonido de las gotas al chocar y deshacerse en las ventanas era mas hipnótico que ese baile sutil, impredecible y de alguna manera placentero que nos ofrece algo tan simple como el fuego y su sinuosa danza.
Tal era su cadencia que no pude hablar conmigo mismo, tenia que mirar a la ventana. Me privó del silencio y la calma de la nocturnidad.
Observando esa ventana me dí cuenta que la soledad es una de esas cosas demasiado humanas. Un sucedaneo del raciocinio. El mismo mundo en el que vives te muestra cómo un simple efecto meteorológico puede hacer desviar tu atención. Como si alguien te estuviese hablando.
Decidí entonces hacer lo contrario. Busqué la plenitud. Plenitud es una palabra muy amplia porque creo que depende de cada ser. Asique busqué la mia. Pero me di cuenta de algo que de simple, fue muy dañino. Me di cuenta en ese preciso instante de que mis carencias eran mis amigas. Las quería y conocía perfectamente. Pero desconocía totalmente como podría sentirme pleno, y fue entonces cuando me hice una pregunta ¿Que es lo que quieres? Sabia lo que hacía daño, conocía las partes mas sangrantes. Pero no sabía donde estaba la herida. Y me vi como un problema que no tiene solución.
2. La mañana
Aquella noche trastocó mi cabeza. Pensé que, si no conoces tus metas, objetivos, o simplemente aquello que dejaría de hacerte un ser infeliz, era el motivo de mi infelicidad y por lo tanto mi problema mas real y evidente. Y no pude verlo antes.
Al día siguiente me desperté como siempre. Sin ganas, con esa sensación de estar cansado de la vida y con la pregunta de siempre, ¿Que pasará hoy? Refiriendome, obviamente, a qué sorpresas en forma de desgracia encontraria ese día. Eso era a diario mi lamentable monotonía. Pero, muy importante, no era por pensarlo. Era algo automático y por lo tanto invisible para mi.
Pero aquella noche cambió la mañana. Y aunque pude ver con claridad aquel automatismo, no pude ni intenté cambiarlo. Por aquel entonces eso era yo por lo que de no haberlo hecho me hubiera sentido como debe sentirse un recipiente vacío.
La lluvia nocturna dejó paso a un nublado gris, con efluvios de humedad en el ambiente. No tenía trabajo, bebía y consumía drogas para supuestamente evadirme de algo que,como decia antes, era automáticamente en mi cabeza una agonía infinita : mi vida.
Hice lo de siempre: una ducha, un porrito y sesion de sillón. Y me puse a pensar. Y pensé en mi. Y miré de nuevo a la ventana. Una mañana gris y oscura pero diferente. A pesar de tener muy patentes mis pensamientos autodestructivos y parádojicamente necesarios, traté de observarlo todo teniendo encuenta lo ocurrido la noche anterior. Y me puse en duda a mi mismo. Esta vez la soledad no atacaba. Se quedó observándome y denotaba curiosidad.
3. Mediodía
Tras pasar la mañana haciendo lo que hacía siempre, es decir, nada, llegó la hora de la comida. Si, la hora de la comida porque está preestablecido que el hambre actua a esas horas, estúpido. Comí gracias al porro y tras comer me fumé otro. También era parte del ritual diario y además despues de comer hay que hacerlo. Desconozco muy bien por que, pero así es. Y continué el ritual. Una siesta de 2 horas totalmente necesaria dado mi esfuerzo y dedicación a hundirme a mi mismo.
Al despertar volví a recordar la noche anterior, y quise hacer algo tan solo por probar. Pensé en salir, llamar a esos amigos que por mucho que intentes creer que has descuidado y ya no están, siempre te muestran lo contrario. Tenía ganas de algo, y no era parte del ritual. Por un momento esas ganas me alzaron a un nuevo estatus personal. Podía al menos intentarlo. Y así lo hice.
4. La tarde.
Salí muy poco tiempo. Me junté con esos de los que hablaba antes. Unos borrachos drogadictos y degenerados. Pero con algo de lo carece el mundo hoy dia, corazón.
Y dejé de ser infeliz. Y esto es muy curioso.
En ese momento no piensas que no estas mal o lo has estado. Tampoco piensas qué feliz estoy. Se crea un nuevo estado que genera el ambiente. Y disfruto. Disfruto muchísimo. Pero lo curioso de esto es que en el momento de la compañia no pienso ni en el disfrute ni en la agonía. Es como un rio que fluye y pasa desapercibido en esa mente tan difusa.
Como decía disfruto muchísimo, pero lo sé en el futuro. Cuando estoy solo de nuevo y ese momento forma parte del pasado. Y esa es la ecuación perfecta para el dolor. Pero un momento bueno, ¡un momento bueno! Ves el abismo reducirse por un momento. Parece que todo vuelve a la normalidad. Recibes incluso alguna buena noticia. De repente ves lo estúpido que has sido, y crees haber salido del pozo. Y vuelves a casa sonriendo.
5. La noche
Camino a casa me hipnotizó ese cielo que al caer el sol refleja todos los colores, un poco como el arco iris. Había luz al final de mi tunel.
Subí a casa. Y el mundo dejó de tener color. Pasó algo otra vez. Tu sangre. Los problemas internos de la gente de tu sangre. Nada nuevo se supone, pero jamás dejará de ser sorprendente. Pero no es lo importante, ya lo conoces. Aqui la cuestión es que tras estar arriba, pensando olvidar al abismo, escuchas como se ríe de forma jocosa.
El abismo se ríe de ti. Porque pensabas que le habías evitado, y vuelve siendo mas inmenso que nunca. Y entiendes la noche anterior. No conoces como ser feliz. No quieres serlo, tampoco te lo permiten.
Y esperas otra lluvia torrencial para que te desvíe del fuego que mas duele, el familiar.
Y abrazas de nuevo la soledad.
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