Llevando a mis hijos a jugar al parque, ellos corren y se divierten, luego los veo hablando como con alguien más, debajo de un árbol, frondoso.
Tanto que quieren columpiarse y era su turno y lo pierden, «ya que en el parque hay muchos niños y en ciertos juegos hay que esperar turno». Veo que hablan con una niña de rostro extraño, a lo lejos me asusta un poco, me levanto del asiento del parque y sigilosamente voy con mis hijos y no veo a la niña, ¿en qué momento se fue?
Me acerco a mis hijos y les pregunto por la niña con la que hablaban de rostro extraño y me dicen que se fue porque era tarde y me puse a pensar que era bueno regresar a la casa porque era tarde también para nosotros.
Por la noche debo hacer la cena. Ya en casa, veo a mis hijos jugando videojuegos, les digo que voy a comprar algo a la calle para la comida y me voy, busco en diferentes bodegas y no encuentro lo que quiero y decidí irme por el parque, (para cruzarlo), es más corto por el centro del parque que rodearlo.
Cuando veo los subibajas, los columpios y otros juegos moviéndose solos, como si alguien estuviera ahí, o «algo», todos sonaban y movían tétricamente, me detuve en el medio del parque y mis rodillas empezaron a temblar, apresure el paso y una niña como de ocho años aparece en el camino, era la misma que hablaba con mis hijos, de cabellos lisos negros, ojos negros, ojeras muy feas y esa mirada extraña como enfermiza y pálida, un vestido blanco como antiguo de los sesenta chorreado y zapatos ortopédicos como de ese tiempo, qué terror, pensé que me iba a dar un «sincope» la niña cabizbaja, de repente alza la cabeza para mirarme y todos los juegos se detienen ipso facto y yo sin saber por dónde correr.
Mis piernas paralizadas del miedo reaccionan y empiezan a correr, a donde sea, lejos de esa fantasmal criatura y encuentro el parque cerrado… ¿Por dónde me metí entonces? Veo un letrero grande que dice: esté parque se abre de 8:00 a. m. hasta las 9:00 p. m. y yo me decía son las siete no puede estar cerrado, veo mi reloj y dice las 10: p. m., ¿cómo paso eso?
Corro, busco salir por encima del muro, me monto en el árbol frondoso, salto, caigo a la otra calle, toda adolorida, regreso a la casa y era de mañana ya canta el gallo. ¿¡Eso no puede ser posible, si eran las diez de la noche!?
¡Aaaaaaaaah, un grito desgarrador, aterrador sale de mi garganta! (Fue tan espeluznante que seguro toda la manzana lo Oyó)
Veo la tétrica niña mirándome con ojos asustados, diciéndome mamá mamá despierta, tienes otra vez una pesadilla y me siento en la cama, veo que es de día y ¡sí!, en efecto, era una pesadilla y la tétrica niña era solamente mi hija, que de tétrica no tiene nada y esas ojeras se la debe a mí y a mis gritos espeluznantes.
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