
Si hay algo que es claro y no deja lugar a dudas, es que la diferencia entre una conducción buena y una de excelencia es justamente esto: Movilizar a la gente a que quiera hacer, en lugar de solo movilizarla para que haga.
Un líder puede ser muy bueno impartiendo consignas, y su equipo muy efectivo en entender que es necesario que haga algo y que lo haga bien.
Pero aquí, la motivación de las personas pasa por la tarea, y su horizonte se encuentra centrado en el buen resultado de la actividad que lleva a cabo cada uno.
El valor del objetivo final se transfiere, de esta manera, a la tarea asignada, quitándole preminencia y valor, incluso hasta entendimiento y conocimiento, a la razón de todo el esfuerzo.
¡Igualmente, este no es un logro menor!
Hacer que el equipo trabaje en función de asignaciones que se cumplen, es realmente un gran paso.
¡Muchos todavía están en etapas anteriores!
¿Pero alcanza? Es decir, ¿alcanza para la excelencia?
Cuando las personas del equipo van más allá de la tarea y se embarcan en el objetivo de la empresa o del trabajo que están haciendo, “queriendo” lograrlo, los resultados son francamente diferentes.
Claro que el construir el deseo en los otros, es un arte, quizás demasiado secreto, demasiado intrincado, casi como descubrir la piedra filosofal en la alquimia.
Muchos consultores en el mundo trabajaron y trabajan tratando de obtener la receta, pero esta es ciertamente esquiva.
De hecho, muchos han escrito al respecto publicando lo que parecería ser la fórmula final:
Tomar algo de la visión, agregarle unos objetivos claros, tener una comunicación directa y abierta con el grupo, dar el ejemplo personal, hacer unos pases mágicos y… ¡Eureka! ¡Todo funciona!
…
Seguir leyendo el post en https://www.roiagile.com/post/2017/11/06/la-enorme-diferencia-entre-hacer-hacer-y-hacer-querer-hacer
OPINIONES Y COMENTARIOS