Que
yo golpearé los cráneos
uno
a uno, hasta alcanzar su furia.
Dormirán
levemente y sin caricias,
extraños
a sí mismos y al eje de la tierra,
que
gira nocturnamente apasionado, y loco
hasta
la médula. Dormirán su borrachera
de
locura y desasosiego, junto a las sombras
que
emiten destellos lúcidos, y los acongojan.
Pues
bajo la tierra, la luna arde, y hay ceniza
de
llanto incomprendido. Un amor disuelve
otro,
los dioses devoran algas o cadenas,
mientras
la luna ciega, sus émbolos inmensos.
Hay
mucho barro en las camisas de fuerza,
inclinadas
como árboles a lo largo de la carretera,
en
los pechos anidan sueños o mentiras, la lluvia
consuela
por las polvaredas de sangre e insectos.
Yo
golpeé los cráneos, y vi sus huesos desunidos,
hasta
alzar su ira, con los ejes del pavimento.
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