Tenía el rostro empapado en agua, se estaba refrescando después de un día de trabajo en la granja, eran las cinco de la tarde, ella una jornalera que estaba contratada por el tiempo de la cosecha. El sol enmudecía en el horizonte de la pradera, los campos de caraota ya estaban a punto de terminar su recolección. Ella dentro de dos días regresaría al pueblo de Sarria, Municipio Palavecinos, del Estado Anzoátegui, donde la esperaban sus padres, ella con 17 años ya había terminado el bachillerato y sus padres la enviarían a estudiar una carrera universitaria a Caracas. Su padre era electricista y albañil y su madre costurera.
Se le acercaron sendos muchachos con porte atlético y la llamaron por su nombre, Aragatea, ella volteo a mirarlos y es que eran de muy buen mirar, con sus ojos pardos los dos y sus cabellos lisos, castaños, musculosos. Aunque a ella le gustaban los jóvenes delgados y esmirriados, más accesibles, más conversadores. Juvenal el más alto, con un metro ochenta de estatura, se dirigió a Aragatea: .- Que haces, como terminaste la faena, estarás cansada, no quieres acompañarnos a tomar unos guarapos de papelón y allí conversamos.-,.- Claro.- dijo ella y se enfilaron los tres por los surcos del sembradío hasta llegar a la posada azul, donde había unas mesas con sillas para sentarse a consumir las exquisiteces que doña Eusebia sabía preparar. Se sentaron los tres y pidieron a doña Eusebia tres papelón con limón con bastante hielo. Se pusieron a conversar Juvenal, Esteban y Aragatea.
.-Por aquí ya no hay más trabajo.- dijo Esteban.-ya debemos regresar a nuestro terruño, a mí me espera mi novia, María Gracia, en el pueblo de Sarria.- A lo que replico Aragatea .- yo también soy de Sarria.- Juvenal tomo la palabra: .- Y eso que tus padres te dejan ser recolectora siendo mujer.- Aragatea aclaro: .- Mis padres no son sobreprotectores, consideran que debo aprender a cuidarme sola y a defenderme en este mundo de hombres insolentes. Esteban y Juvenal se quejaron: .- Insolentes, nos llamas insolentes.- .- Pues si oyeron bien, un mundo patriarcal donde la mujer ocupa un segundo plano, cuidado sino el ultimo plano.-
Juvenal: Y que vas a hacer Aragatea en Sarria cuando regreses.- .- Preparar mis maletas para irme a Caracas, para estudiar en la Universidad Bolivariana, Economía Política.
Esteban: .- Nos vas a dejar sin jornalera la próxima cosecha.- .- Así es ya no hare nunca más esa tarea, ahora seré estudiante y en mis ratos libres venderé empanadas para ayudarme a mí y a mis padres, que están gastando sus ahorros en mí.
Juvenal: Yo tampoco me quiero quedar en Sarria, me voy para las minas de Bolívar a buscar oro.
Aragatea: Increíble tu sí que eres aventurero.
Esteban: Yo en cambio me quedo en Sarria voy a montar un negocio de perros calientes.
Mientras hablaban cayo una lluvia copiosa, mojándolos, ellos de todas formas por reflejo corrieron en dirección a la casa, para buscar ropa, secarse y cambiarse la ropa mojada.
Llegaron destilando agua a la casa pasaron por el patio trasero, allí los atendió bruno el cocinero quien les hizo el favor de buscarle las toallas y la ropa, para que no mojaran más de lo necesario el interior de la casa, también les trajo las pantuflas a cada uno. Aunque los hombres se quedaban en el corredor y las mujeres en el ático de la casa, bruno los conocía muy bien a todos y sabía dónde tenían sus pertenencias no tuvo ningún problema en encontrar sus cosas y se las entrego. Ellos pasaron al cuarto de baño, por separado Aragatea al de mujeres y Esteban y Juvenal al de los hombres. Ellos fueron los primeros en llegar, pues no eran los únicos que se habían empapado con la lluvia. Debieron darse prisa en secarse y cambiarse, la ropa mojada se la entregaron a Elvira la ayudanta doméstica, quien puso a remojar la ropa en agua con jabón para luego lavarla a mano.
Aragatea salió de primera del cuarto de baño y se dirigió al comedor donde se sentó a esperar que le sirvieran su comida y bebida de la cena, se le acerco Tivalco, se llamaba juan Luis, pero le tenían ese apodo porque tenía una pierna un poco más corta que la otra y renqueaba al caminar. Pero eso no le impedía servir la mesa a los campesinos. Macarrones con queso y jugo de guayaba que delicia dijo Aragatea. Juvenal y Esteban la alcanzaron y se le acercaron para hacerle compañía, esta vez comían en silencio, pues había mucha gente alrededor que no tenía por qué enterarse de sus conversaciones, al terminar la cena los tres se retiraron a sus aposentos, sendas hamacas guindadas en un espacio para las mujeres y un espacio apartado para los hombres. Aunque los campesinos tienen un sentimiento puro de la amistad y el amor, son más inocentes. Siempre se cuidan de no mezclar los sexos por aquello del pecado original.
La noche prometía ser larga para Aragatea, tres semanas en la granja de los amigos de sus padres había sido suficiente para ganar algo de dinero que llevaría para sus gastos en Caracas, donde iría a vivir en casa de su tía Gertrudis, quien vive con una sola hija que tiene. Esa hija se llama Isabel. Seguro seremos muy buenas amigas, pensó Aragatea. Realmente no sabe lo que va a estudiar si Economía Política o Comunicación Social, Comunicación Social sería más fácil porque la dan en todos los municipios, en las aldeas universitarias. Aragatea pensó en Juvenal, un muchacho buenmozo, con espíritu aventurero. La mujer que lo siga correrá grandes peligros, para ella, mejor será un muchacho de la capital, un estudiante como ella, que salgan adelante después de graduarse. Así viendo las estrellas por el ancho ventanal, se quedó dormida.
Al día siguiente, como todos los días, cantaron todos los gallos al amanecer y Aragatea abrió los ojos de par en par y salto de la hamaca para hacer la cola para el baño para asearse, llevaba con ella lo necesario, ropa, jabón, cepillo de dientes y de peinarse, medias, ropa interior y otras cosillas. Cuando le tocó el turno llego a un espejo grandote que había en el baño, podía reconocer su imagen, cabello rizado, pelirrojo, pecas, ojos negros, piel tostada, de un tono claro, pero aceitunado. Cabello largo, que recogió en dos trenzas. Pantalones de vaquero azul marino y camisa de cuadros, botas plásticas. Y al salir paso por su guardarropa de seguridad y dejo allí sus pertenencias. Y se dirigió al campo con sendas cestas de un tejido casi como tela, donde recogerían los últimos granos que faltaban por recolectar en una longitud de 10 mil metros. No era ella sola iban a la faena 19 braseros. Trabajarían desde las 7 am a las 5 pm, comerían en el campo. La comida seria llevada desde la cocina de la casa de los Gutiérrez. Así se apedillaban los dueños de la granja.
Terminaron el día de faena y todos se dirigieron al comedor, luego de asearse. Nuevamente Esteban y Juvenal se acercaron a Aragatea y le obsequiaron un mango. Aragatea: Vaya un mango, ya estoy atiborrada de mangos, cuantas matas de mango hay por aquí, no les parece. Juvenal: Si pero este es de bocado, no de hilacha, es un manjar, toma mi cuchillo para que le cortes los cachetes y te lo puedas comer mejor. Y dime como te fue en la recolección ya vi que tenías el sombrero puesto por el sol, yo prefiero espabilarme con los rayos solares, sudo más con el sombrero puesto. Esta noche vamos a hacer una fogata porque mañana nos vamos, y vamos a despedirnos, tomaremos cerveza. Aragatea: Yo no tomo cerveza, tomare agua de limón con papelón. Al terminar de cenar se fueron a la explanada, un lugar sin vegetación producto del paso de los tractores y camiones que transitaban de día por el lugar, pero que de noche era un lugar perfecto para reunirse, cada quien llevaba su silla. Esteban llevaba su guitarra. Las mujeres pusieron un radio con pilas y sacaron a los hombres a bailar, eran pocas mujeres, seis contando a Aragatea, así que no hubo tanto polvo que levantar, después esteban toco la guitarra y canto una balada. Juvenal saco a Aragatea a bailar, lo hicieron pegados cuerpo a cuerpo, lentamente, suavemente, hasta que finalizo la canción de Esteban. No había intimidad entre ellos, más bien indiferencia.
Aragatea: en realidad te iras a las minas en el Estado Bolívar, me dicen que allá todos andan armados y es muy peligroso, que te puedes enfermar de malaria, fiebre amarilla, paludismo, dengue, entre otras enfermedades. Que duermes a la intemperie y no tienes donde asearte. Que debes al llegar trabajar para otros, hasta que hayas reunido para comprar tus propias herramientas y químicos y luego encontrar un lugar donde te dejen trabajar explorando el suelo.
Juvenal: Todo es una inversión tengo ahorros suficientes para mi estancia en las minas del Estado Bolívar, pagare mi posada, mi comida y mis herramientas y químicos. Ya tengo hablado con quién trabajare, trabajare para una compañía muy bien organizada, me pagaran un porcentaje del 30% del oro que consiga, pero a cambio tendré logística y seguridad por parte de la compañía.
Esteban: Les gusto la canción, aunque los vi conversando, yo creo que no me hicieron ni caso, que les parece ya mañana nos vamos, el autobús llega a las 10 am, y hacemos tres horas de camino. Es rápido, todos van para sarria, ya lo verifique, no habrá desvíos. Cuando lleguemos a Sarria, le mostrare a Aragatea, donde queda mi casa, en las afueras del pueblo, por eso no nos conocíamos y además tenemos poco tiempo en Sarria, venimos de San Antonio de Maturín del Estado Monagas. Tenemos tres meses mudados a estos lugares.
Juvenal: Oye Aragatea eres muy bonita, cuando lleguemos a Sarria, quiero invitarte a cenar a mi casa, a ti y a tus padres, yo mismo preparare la comida, ya que se cocinar muy bien, les preparare un pasticho para chuparse los dedos.
Aragatea: Gracias por el piropo, de acuerdo acepto tu invitación, el pueblo de sarria no tiene muchas distracciones, la distracción somos nosotros mismos, dándonos animo unos con otros con todas las cosas que sabemos hacer, así como Esteban toca su guitarra, yo dibujo y hago mujeres africanas para los turistas.
Juvenal: Quería contarte Aragatea sobre mi viaje a las minas de Bolívar, es un viaje muy riesgoso, la selva tiene pozos profundos fruto de las explosiones con dinamita, y te hundes en ellos como en arena movediza, tienes que estar con un guía, por eso es mejor estar con la compañía porque se encarga de pagar a los guías.
Aragatea: que increíble Juvenal, y no te da miedo.
Juvenal: claro que me da miedo, pero no me paraliza, hay mucha gente trabajando allá, lo otro es que todo es carísimo. La compañía también se encarga de la logística y de todos los gastos. Y dirigen la búsqueda hacia donde están las vetas de oro.
Esteban: Entonces nos vamos a nuestros dormitorios ya son las doce de la noche, el tiempo ha transcurrido muy lentamente, porque lo hemos disfrutado bastante, llegamos a la veta del campo donde trajimos las sillas a las nueve de la noche, hemos estado festejando la despedida tres horas. Mañana a las 10 am nos recogerán los autobuses. Trae 16 puestos cada autobús, serán tres autobuses alquilados exactamente para tal fin.
Aragatea: Pues si vámonos a dormir, mañana será el principio para nosotros tres, nuevos amigos que quedamos de esta recolección de la cosecha de caraotas. Esteban y Juvenal por favor no me abandonen, en verdad los necesito, ustedes son lo mejor que he encontrado por estos mundos de dios.
Juvenal: No os preocupéis mi doncella, que mientras juvenal este en Sarria y Aragatea también no habrá sol, ni luna que deje de alumbrar nuestra amistad y cercanía.
Esteban: Lo mismo digo yo Aragatea, cuenta con mi amistad sincera.
Y así se enfilaron los tres hacia la casa de los Gutiérrez, cada cual a su área asignada según su sexo, la de los hombres y la de las mujeres. Pasaron a buscar sus enseres para asearse y cambiarse de ropa, y luego pasaron a sus respectivas hamacas y ya en ellas sus pensamientos se dibujaban en arabescos y ponzoñosos giros.
Aragatea: (pensaba) Si pudiera conocer el futuro y saber que sucederá con mi vida, de qué tipo de palo voy a ahorcarme, me gusta tanto Juvenal, si pudiera convencerlo para que se pusiera a estudiar, y si se fuera conmigo a Caracas, ahora que lo he conocido me resulta difícil pensar que me iré y no lo veré nunca más. El en sus minas de oro y yo en caracas estudiando. Pero necesito concentrarme y no puedo entretenerme en nada, ni nadie. Solo centrarme en mi objetivo, como tanto me lo ha dicho mi padre y mi madre, graduarme, obtener un título y una profesión. Y luego un buen trabajo.
Juvenal: (pensando) En verdad esa Aragatea está bien bonita, ah mujer, caracha. Si no fuera a ser porque tengo tan bien pensado mi viaje a las minas de oro, me iría tras ella para caracas, a trabajar en la capital, sí señor, pero mi destino esta echado y es para la montaña que me voy.
Se quedaron dormidos pensando uno en el otro y amaneció, la luz del sol los despertó a los tres y se dispusieron a arreglarse para recoger todas sus pertenencias e ir a cobrar su jornal en la casa central de los Gutiérrez. Allí se encontraron los tres Aragatea, Juvenal y Esteban, quienes se saludaron fraternalmente, habían sido tres semanas de amenas conversaciones. Se trasladarían en el mismo autobús para Sarria. Luego del cobro del jornal, pasaron al comedor por el desayuno y recibieron una merienda con un panecillo relleno y una fruta para el camino junto a un jugo envasado. Se juntaron a comer huevos revueltos con caraota, nata y arepa, junto a una buena taza de café con leche.
Esteban: Válgame dios que rico esta este queso, no está salado, ni es duro, este lo trajeron nuevo, no había probado uno así antes, sacaron lo bueno para la despedida, que raro.
Juvenal: Bueno hay que despacharlo todo junto al estómago, pues nos hace falta reponer las energías perdidas con este trabajo de recolección de la cosecha. Es bastante exigente.
Aragatea: En verdad es exigente, no me vuelvo a postular a un trabajo así, la gente lo hace por necesidad es muy duro trabajar en el campo, se te hacen ampollas en las manos, mira tengo varias reventadas en mis manos, pero no me quejaba, porque con los guantes de tela que usamos se minimiza el maltrato, pero ya ves las huellas delatan la dureza del trabajo.
Terminaron de desayunar y debían hacer tiempo hasta que llegaran los autobuses, así que los tres se pusieron a jugar domino, al igual que otros que hacían lo mismo en un espacio dispuesto con mesas para eso. Se les sumo otra mujer llamada Elvira, que era también de Sarria. Hicieron un binomio de parejas, Juvenal con Aragatea y Esteban con Elvira. Los hombres sabían jugar mucho, las mujeres no tanto, pero gano Juvenal y Aragatea. Lo cual lo celebraron con una cerveza cada uno, aunque Aragatea no tomaba cerveza, se animó a tomar una sola.
Llego el autobús y todos empinaron las botellas de cervezas para tomar el último sorbo, buscaron sus maletas y morrales para llevarlos al portaequipajes del autobús y luego subieron hasta los asientos, se metieron los tres juntos en un asiento de tres puestos. Elvira quedo sentada en otro asiento tres puestos más atrás por lo que no se sumó a la conversación del trio de amigos.
Juvenal: Bueno ya estamos enfilados a nuestro destino, es increíble cómo pasa el tiempo de rápido, parece que fue ayer cuando llegue a esta granja. Yo con dieciocho años apenas he salido de Sarria, y hace poco termine el bachillerato, tengo un año con trabajos temporales como este, pero como dios quiere que consiga un trabajo bueno, me voy a trabajar con la Minera de Oro Venezuela.
Aragatea: Me parece que deberías pensarlo mejor, porque no te vienes conmigo a Caracas y allá consigues trabajo, mi tía te puede alquilar una habitación que pagarías una vez consigas trabajo y por las noches puedes estudiar y sacarte una profesión. Que te parece.
Juvenal: No mija, que va, yo nací para el trabajo recio, me voy a las minas. No seré el primero, ni el último en trabajar allá, obtendré un capital con el cual iniciar un negocio en Caracas y ahí si te prometo irte a buscar.
Llegaron al pueblo de Sarria, el primero en bajar del autobús fue Esteban, quien le apunto la dirección a ambos y les indico como llegar a su casa, después llegaron ambos Juvenal y Aragatea a la Plaza Central desde donde cada quien debía tomar su rumbo, pero Juvenal dijo que la acompañaría para ver donde quedaba su residencia, a lo cual Aragatea acepto, a pesar que sus padres no verían con buenos ojos su compañía, menos si se trataba de un hombre. Con el peso de las maletas se fueron caminando, no quedaba muy lejos de la plaza central la casa de Aragatea, por eso viendo Juvenal donde era, la dejó sola y se marchó en dirección a su vivienda, no muy lejos de allí. Pensaba en su interior, pero que incongruencia porque no la habré visto antes, es tan hermosa. Sera verdad que su tía me puede alquilar una habitación en su casa. La capital es una selva peor que la montaña.
Fue así como quedaba sellada la indecisión de Juvenal ante la belleza indómita de Aragatea.
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