Por está noche fresca, abriré una ventana al abismo sin nombre y me preguntó, si después de tanto amarte, los recuerdos seguirán vivos. 

Son las 11 de la noche y las estrellas beben del cielo la última lágrima del viento. 

Y yo deseo con fervor un vaso de vino. Recuerda, la primer palabra que te  acaricio el alma, pero no olvides, quien la entrego en tus manos rotas. 

Ahora bien, madre, mi último deseo después de morir, quiero que me  entierres en tu recuerdo, en el patio más cercano donde las ciruelas y las rosas olían siempre frescas. 

Posdata: el amor nunca muere, se lleva en el alma. 

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