Caminaba por un pasillo con luz tenue. Las cámaras de vigilancia me seguían con la
mirada, detenidamente. Una voz ambiental me indicaba por cuál pasillo seguir para llegar
al destino. Ya no recordaba la última comida casera que había probado o la última vez
que había elegido la vestimenta que llevar, ahora todos vestimos iguales, con un enterito
inteligente que regula el metabolismo y con el tiempo empezó a regular las emociones.
Eran las tardes más tristes las que vivíamos, ya nada tenía sentido desde que la política
de vigilancia absoluta y totalitaria del actual gobierno se tornó mundial.
Seguí caminando por los pasillos, hasta que llegué a una gran puerta, hecha en su
totalidad de vitrales que dejaban entrar la luz de la tarde y adornaba el espacio con
colores hermosos. Caminé hasta la puerta que se abría lentamente ante mi presencia. En
lenguaje antiguo de mediados del siglo XXI tenía escrito un enorme cartel en el umbral, el
cual leí «Tribunal de humanidad».
Esta es mi declaración antes de la sentencia.
«Yo fui parte del grupo subversivo de aquellas épocas aún libres en las que vivíamos.
Recuerdo que yo trabajaba como obrero en las minas de litio, en el norte de mi país.
Todos pensamos que traerían prosperidad y riqueza como lo fue el cobre, pero nadie
podría haber adivinado lo que sucedería.
En el año 2028 hubieron diversas expediciones a cargo de una gran empresa de viajes
espaciales, empezaron a hacer minería fuera del planeta a muchos asteroides, fue ahí
cuando nuestro país entró en una crisis terrible. Hubieron guerras civiles al principio,
asesinaron a varios presidentes, el congreso fue clausurado, luego otros países
interesados empezaron a enviar tropas de paz hasta que perteneció al gobierno de Asia
Libertad.
Asia Libertad se había transformado en un gran imperio que abarcaba una región
geográfica impensada hace unas dos décadas atrás. Su avance fue rápido. No
necesitaron ejercito bélico, simplemente obligaron a las personas a obedecer con
pequeñas manipulaciones desde algoritmos autoreplicantes.
El grupo subversivo al cual pertenecía se llamaba “Soy el Bosque” y estuvimos a cargo de
organizar las políticas de los últimos gobiernos de mi país. No fueron actos violentos,
tampoco actos contra los derechos humanos, fueron actos mandatados por fuerza ley
para proteger nuestra soberanía, trabajamos bajo las leyes de esos gobiernos, por lo que
mi condena, a mi parecer, no sustenta el listado de actos violentos por los que estoy
siendo acusado, que en su mayoría son falseados por la tecnología de deep fake. Yo
debería ser puesto en libertad para entrar a los campos de retiro a los que tengo derecho
según sus políticas y normas de uso.
Cuando llegó el gobierno de Asia Libertad fui puesto bajo arresto sin derecho a defensa,
simplemente me tomaron detenido y me apresaron sin conocer mis cargos, por lo que eso
es ilegal según las políticas y normas de uso del algoritmo.
Exijo mi libertad ante este jurado, pongo a disposición mi mente y recuerdos para que
sean analizados y archivados en la consola universal. Mi mente y mis recuerdos son lo
único que me queda como prueba».
Esperé en mi celda durante días la sentencia del jurado. Ya no soportaba estar un día
más encerrado, prefería mil veces estar en los campos de retiro. Pasaron diez días hasta
que me llegó el mensaje de la sentencia, la cual decía: «Detenido 140591, ha sido
sentenciado a la muerte biológica con donación de sus recuerdos a la consola universal,
tiene derecho a elegir la simulación de su último recuerdo que vivirá durante los segundos
de agonía».
Sentí mucho terror al leer el mensaje, pero al mismo tiempo alivio de que al menos saldría
de la celda, quizás la muerte podría entregarme mi último recuerdo feliz. Decidí que la
simulación del último recuerdo fuera la visita al bosque valdiviano, necesitaba ver por
última vez todo lo que perdimos como humanidad, volver a ver este mundo como debería
haber seguido siendo, escuchar la lluvia, los animales rugir y a las aves volar.
El día de mi sentencia me llevaron a una sala audiovisual, conectaron mi cerebro a las
máquinas. En la camilla decía: «Simulación 18200628: No te vayas al bosque sin mí». Me
sedaron y aparecí en la carretera, estaba en mi auto rumbo a una expedición. Era
primavera y había poco tránsito. Anduve cerca de 400 Km en auto sin parar, solo quería
llegar al bosque a terminar el trabajo. Tenía un grupo de turistas que esperaban en la
entrada al Parque, nos sumergimos en el sendero. Llevábamos equipamiento para unos 3
días de senderismo. El olor del bosque recién mojado por la lluvia era fenomenal. Habían
muchas especies de hongos y líquenes sobre los troncos de los árboles. Vimos unos
marsupiales pequeños trepar y a la distancia fotografiamos diferentes especies de aves.
Aproveché de cambiar las cámaras trampas del Parque. Encontramos un riachuelo donde
me perdí. Dejé atrás a los turistas y me adentré en el bosque más y más, la vegetación
era tan tupida que la luz del sol casi no llegaba. Me dormí unas horas. Cuando desperté
ya era de noche. Me abandoné entre los helechos, me dejé llevar por los sonidos de los
animales nocturnos, hasta que entré en su sintonía y aprendí a comunicarme con ellos,
podía leer la ruta del follaje y saber dónde estaba el agua. Aprendí a ver en la oscuridad y
rugir como el Puma. Sentía las vibraciones más sutiles en mi piel, hasta que descubrí que
mi piel ya no era mi piel, más bien, era parte de la hojarasca. Descubrí que mis cabellos
ya no eran, si no que, eran parte de la hiedra. Mis ojos ya no era lo que creí, al igual que
mis piernas y mis brazos. Ya nada de mi cuerpo era, existía, pero ya no era como lo
recordaba. Seguí avanzando hasta que mi mente dejó de serlo y ahí comprendí que ya no
era humano, ni máquina, si no que era el mismo bosque.
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