Trazando ese hormiguero

Trazando ese hormiguero

Siles Cobara

24/06/2023

Tengo la frágil tendencia de enumerar títulos, depuestos por otros, las palabras tienen límite, sus iteraciones en mis dedos son débiles. Recurro entonces a un lenguaje inventado en otra cabeza, tendré lineas fraguadas en alguna de esas billones de mentes, de ciclos, la imposibilidad de hacer algo nuevo, reinventar, solo puedo copiar todo o parte de lo que alguien ya pensó. Dejo la originalidad por nacer muerta. Juntos, esa mente y yo,  adoptamos el «si ya lo pensaste, no sos el primero», la idea original se fuga, todo se extrae de otros cuerpos. 

Sobre esa tablilla floja del suelo, hay filas de hormigas, percibo su orden, procurando labor, roles asignados, funcionamiento casi artificial, si la levanto se alborotan, me escalan. Gravitar a la carne para hacer daño, me muerden como al invasor, sin medida política que les alerte del componente que les afecta el sistema nervioso, embotellado, rociado desde las escupidas de mi furia, yo solo quería observarles e iba premeditando riesgos. Les hablé quedo, acostado en el suelo, una por una, sobre el hilo a compás, «lárguense de mi casa o las mato». 

Los cuerpos artificiales se adueñan de todo, de la inteligencia colectiva, se drena, consume almas enteras. Bacterias tecleando, programando su ruina, conflagradas con el único yo que sueña, porque los órganos mortales caminan, se cuelan, se van en las alcantarillas.

Metal herrumbroso deja estelas, con guantes penetra lo podrido, lo sano del ciclo, ya las lluvias no pasan y se estancan. Necesito darle mantenimiento al drenaje como a las tablillas del suelo, formas de limpiar los coágulos de la materia, en toda esa materia, querría inventar rutinas, aparatos para eliminar otros, una higiene de la inteligencia, retornar al interés, la excitación de la curiosidad y el descubrimiento, la nueva ley humana, ineludible de dejar en el vertedero lo opaco y brillar como especie, la hormiga que trascienda al fenómeno de la invasión, el cuerpo colectivo que aprenda el instinto que se perdió con la evolución. La guarda de la especie, capaz de entender amenazas, purgar eslabones débiles, caminar en fila, asignar roles determinados, la mentalidad de sobrevivir a costa de una insignificancia. 

Si aclamamos la pérdida en los medios, si sacrificamos a la estirpe, porque los nuevos dueños son las pirámides vacías, sin técnica, rindiendo en el uso de la piedra, tumbas eternas como los horizontes. Los puentes entre las neuronas que se descomponen, en procesos acelerados por la automatización, de llegar a las creencias convenientes, servidas en menú, para hartarse de hedonismo, vanidad de vanidades, en mil rostros inútiles y envejecidos, extraviados dentro o fuera de sus cráneos, extrapolando desde un vidrio vidas inconsecuentes, memorias banales mas valoradas que el tiempo. Será que la lluvia lava la suciedad o solo la lleva muy dentro de la tierra, para pudrir todo el porvenir? El suelo tóxico que no dejará crecer a las larvas y las que nazcan serán alimentadas para muertes prematuras. 

Otra raza involucionada sobrevive en las calles, entre todos esos colores desvanecidos, polvo indistinguible. Una nueva especie de hormiga, devoradora de rostros, ciega a su propia historia, olvidando su tiempo, la sangre que corre en las venas y los fines últimos de la curiosidad aplicada. 

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