Realidades de la época

Realidades de la época

Ema UB

07/06/2023

Ley de Murphy, cuando algo tiene que salir mal, saldrá mal. Dijo esas palabras, arremetió con fuerza sobre la puerta y abandonó el salón. La gente que no conoce lo que ocurre lo malinterpretaría, pensaría que aquella persona no tiene educación, que se trata de un joven grosero, un tipo con mal comportamiento demostrando lo peor de si mismo; la ira.

La ira, en justa medida y con la persona adecuada, es un sentimiento liberador. Nos queda preguntarnos si aquel individuo realmente se liberó. Después de todo, las cosas no están para salirle bien a todos y peor saldrán bien para aquel que rezó la noche anterior con fe, esperando que a la mañana siguiente la gente comprendiera sus problemas y le diera una oportunidad.

Oportunidad, la falta de ella representa el punto de quiebre en la vida de muchas personas y eso es evidente con el incremento exponencial de enfermedades mentales como el estrés y la depresión. Una proporción considerable de esas personas se enfermaron porque después de estudiar tanto, trabajar duro para pagarse la carrera, vivir casi al día y a lo prestado, el mundo real no tiene la capacidad para recibirlos, es decir, el mundo laboral los considera carne muerta, gente sin experiencia con una tremebunda osadía para ir a pedir empleo. Después de 10 o 20 entrevistas fallidas, queda la resignación y la remembranza de los comentarios de un reclutador: «La jóvenes de hoy no deberían intentar ser empleados de nadie, ustedes deben crear empleo.» «No es la falta de oportunidades, una mente ganadora crea sus oportunidades.» «No debió estudiar eso, el mercado está lleno de ese tipo de profesionales.» «Yo le recomendaría estudiar una especialización, algo que le dé mayor presentación en la hoja de vida.»

Fue normal su reacción, cuando estábamos afuera, esperando a que nos llamaran para la entrevista me contó:

«No es por maldad, pero realmente quisiera que me contratarán. Sin ofender a cada uno de los candidatos, es que me urge el empleo, tengo muchas deudas por pagar, tengo 26 y a esta edad me da vergüenza pedirle algún dinero a mi padres. Esta será la entrevista 22, creo que el dos es un número muy decidor, quiero tomarlo como una señal.»

Lo llamaron, estuvo allí por 17 minutos con 22 segundos. Al salir, su cara estaba colorada, las venas de los ojos un tanto resaltadas y le temblaban las manos. De manera personal sentí que estaba a punto de llorar, pero la fuerza de la ira lo llevó por un camino diferente; una reflexión.

«Yo que ustedes me iba a casa a ver televisión a maldecir a los políticos de turno o a cualquiera que se lo merezca. Estos tipos no los van a contratar, es una pérdida de tiempo, están jugando con sus ilusiones, con sus esperanzas. Nos llamaron a todos para vernos las caras, para medir cuán necesitados estábamos de dinero y para restregarnos en la cara nuestra falta de experiencia. Ellos piden cinco o más años de experiencia, que trabajen bajo presión (esclavos) y que ganen una miserable cantidad de 950 euros. Decidme: «Qué hostia hago yo con 950 euros» Vivo en un agujero por una renta de 650 euros… la alimentación, el transporte… ¿Qué es esto? ¿Acaso este tiempo ya no es para los jóvenes, entonces para quién es?

Esto no tenía sentido desde el principio, me ilusioné tanto para nada… Esto tenía que salir mal y ha salido mal.»

Abandonó el salón y estoy segura que afuera lloró.

Amigo desconocido, no te contrataron a ti, ni a mi, ni a ninguno de los que estuvimos allí.

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