Es la gota ácida del merito, la guillotina donde mueren los consuelos.
En el lúgubre cantegril de mejillas consumidas, la olla esta vacía y las barrigas truenan, las gotas murmuran en las chapas oxidadas, como el niño, que ha dejado de serlo, le susurra a su hermano _ La felicidad de Mamá esta muerta… o tiene hambre.
El barrio esta obeso de tristezas, las ataduras son de hierro y no de cristal. El tiempo del mediocre nos persigue, incluso en el rincón donde nos queda cómodo llorar.
Hay una mancha de humedad que se pudre, el viento helado del invierno, el paisaje tenebroso de la noche y Mamá que llora con la lluvia.
_Tengo miedo de que aparezcan los parásitos de las barrigas y me piquen los riñones, me consuman y me envenenen.
Las pisadas salpicaban en los charcos de la calle, la silueta de una mujer con cuerpo de niña, traía en las manos unos panes que repartió entre sus hijos y murió la mañana siguiente.
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