Mano Frágil
Las palabras fueron falsas cuando te dije que no eras vos,
cuando te dije que el infinito no era tu pelo negro;
de allí en mas todo fue mentira, solo simulación.
No sé distinguir ya cuan dentro de mí estas; porque si bien
no dejo de pensarte, sé muy bien que no debo pensarte.
Y si en una determinada hora de la noche, la realidad deseada
me saca esta estúpida mascara, me deja al descubierto
e inútilmente intento, una y otra vez, perderte en olvido
y a pesar de que aplico chispa al sonido de tu risa,
ésta, absolutamente incombustible, no arde.
No saber puede que sea la única verdad, o no poder
y querer y querer y el intento inútil de apagarte. De apagar
la luz que ilumina tu cara todas las noches junto a mí.
Dos caminos, siempre hay solo dos; porqué no habrá
un tercero por el que yo pueda escapar.
Te juro que en este orden aparente que ni yo puedo creer
lo único que quisiera seria escapar.
Es que es tan triste llorar, es tan desolador pertenecer a alguien
que no te pertenece y aunque sé que tanguear es muy aburrido,
aunque sé que andar con la lágrima colgando no es lo que vos esperas,
no puedo con esta sal que desde mis ojos se dilata.
No puedo no llorar. No puedo. Dios sabe que quisiera.
Si lo simple lo hago complicado es solo porque si bien sé
que no sirve de nada una lágrima en mi mejilla,
sé que tampoco puedo detenerla.
Tan descontrolado se ha vuelto mi cuerpo,
tan descompensado mi pobre corazón,
tan presente tu rostro en mi,
que por mas que quiera ocultarte detrás de la oscuridad,
tu mano frágil, viene todas las noches a encender la luz
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