EL BAILE DE LAS MARIPOSAS

EL BAILE DE LAS MARIPOSAS

Muchas veces se me ha cruzado esta historia en la cabeza y todavía sigo sonriendo melancólicamente al recordarla. Pero no me malinterpreten. Esta no es una típica historia lacrimógena en la que vengo a desmenuzar mi mala suerte en el amor y esperar que ustedes del otro lado sientas alguna especie de compasión por este pobre desafortunado. No es mi objetivo. Lo que quiero lograr contándoles esta pequeña anécdota es demostrarles el poder del amor no correspondido. Y si, se que en este momento deben haber arrugado la cara pensando “¿desde cuándo algo tan trágico como el amor no correspondido puede ser algo bueno?”. Está bien, díganme optimista (o conformista) pero muchas veces me he debatido conmigo mismo la situación de una persona que es pasajera en nuestras vidas. Recuerdo que alguna vez me cruce con esta frase en las redes sociales (sobre todo en aquellas páginas de frases románticas y estupideces así, las cuales no son muy de mi agrado) que reza “que hay personas que no son el destino sino el viaje”. Esta vez tengo que dar por valida aquella metáfora porque no es ni mas ni menos que la situación que ocurrió en esta historia que nos compete. Para iniciar con esta “trágica” historia tenemos que retrotraernos a muchos años atrás (6 años para un joven de 22 ya es muchísimo tiempo, quizá para un adulto no sea nada). Al momento donde yo suelo señalar jocosamente como “la época en la que era un imbécil”. Aunque no se alarme. Toda referencia a ese calificativo en aquella época viene teñida con un tono jocoso. Porque era el momento ideal para ser un imbécil. Hay personas que prologan este plazo. Pobre de ellos.

Me encontraba en el segundo año de secundario. Podría decirse que mi vida era la de un adolescente normal (o preadolescente, nunca me aprendí bien cuales son los parámetros sociales para serlo). Jugaba mucho al futbol; Estudiaba lo justo y necesario; Hacia boxeo 3 veces por semana y mi relación con las mujeres era bastante baja.

Como todo chico de trece años, empezaba a tener mis primeros intereses reales en el sexo opuesto y, también como todos, era pésimo para lograr los primeros acercamientos. Todos los chicos de mi generación teníamos la suerte de contar con las redes sociales, que para nosotros los tímidos era una gran herramienta a la hora de romper el hielo con alguna otra chica. Yo era pésimo en ambos sentidos. Me costaba mucho no colmarme de nervios en el momento de hablar con otra persona y mis palabras salían con la fluidez que tendría una transmisión de televisión un día de lluvia y tormenta. Pero aun así me las arreglaba. Mi fuerte era ser gracioso. O al menos lo que la gente consideraba como alguien gracioso, porque como ya expliqué antes, cuando recuerdo las cosas que hacía o decía en aquel momento, no imagino a un idiota mas grande sobre este planeta.

Con todo y mi timidez y mi inseguridad para con las mujeres, pude tener mis relaciones. Tuve una novia a los 12 años (si es que a esa edad ese titulo puede tener la validez que realmente merece) y otra mas que no llego a tener ese lugar pero que compartimos un largo tiempo juntos. Si por largo tiempo entendemos como un par de meses obviamente. A esa edad todo es mucho mas efímero. La gente llega y se va como si nada y nosotros no le damos ni una pisca de importancia a su ausencia ni a su presencia. Tuve mi primera vez también por aquellos años, quizá un poco mas grande, cuando ya ostentaba los 15 años. Pero no vamos a entrar en detalles. No quisiera hondar en eso, que no fue ni mas ni menos que una escena totalmente dantesca y humillante (como para todos quiero creer).

También tuve millones de fallas. Recuerdo que me había enamorado perdidamente de una compañera de curso que nunca me presto atención y yo batalle por cielo y tierra para conquistarla. Pero me resultaba inalcanzable. Ella salía con chicos mucho mas grandes. Tipos que a mi lado podrían haber pasado tranquilamente como mis padres o mis tíos mayores. Pero todavía recuerdo lo feliz que volvía a mi casa cuando ocasionalmente la hacia reír a carcajadas y me dejaba divisar, aunque sea por un brevísimo instante, esa hermosa sonrisa colmada de una dentadura que demostraba un cuidado exhaustivo y meticuloso. Eran brevísimos instantes de esperanza, y de creer, aunque sea en una muy mínima oportunidad, que podría llegar a tener alguna una chance de acercarme a ella. Nunca sucedió, de mas esta decir.

Todo cambio ese mismo año. Cuando yo me debatía entre fracasos y triunfos en mis tan papeloneros intentos de conquistas. Una persona apareció en mi vida casi con el oportunismo que aparece el granizo un día que no encontramos estacionamiento techado.

Se llamaba Micaela. Era del otro curso al que iba yo. Era de esas chicas que suelen pasar desapercibida y uno no conoce sin tener amigos en común. Era medianamente alta y muy inteligente. Todavía la recuerdo con esos lentes grandes y transparentes que resaltaban sus enormes ojos color ocre. Era abanderada en nuestro colegio y ostentaba tener las notas mas altas de su curso por lejos. También era bastante tímida, no tanto como lo era yo eso esta claro, pero entre tímidos nos reconocemos, es como tener una especie de instinto que hace que nos hagamos indivisibles implícitamente entre nosotros.

Yo nunca me había fijado en ella, ni ella en mi por supuesto. Al ser ambas personas muy introvertidas y no lo suficientemente populares que se tiene que ser en un secundario para que a uno lo conozcan, aunque sea de nombre, solo por el simple hecho de estar. Para eso había que ser muy agraciado estéticamente. No era nuestro caso de más está decirlo. Entonces, alguien diría que la conexión entre estos dos pelafustanes no existiría nunca. Cada uno estaba metido en el pequeño circulo que su escaza capacidad social les permitía conseguir y ya. Pero no fue así. Quien sabe por obra de que, o de quien, la vida nos unió poco tiempo después de ambos haber iniciado el segundo año de secundaria.

Fueron nuestras hermanas la que indirectamente le dieron la patada inicial a esta historia. Ellas iban al mismo curso y eran mejores amigas. Por lo cual, se debatían todos los fines de semana en la típica danza de ver quien iba a dormir a la casa de quien (actividad que yo hacía con mis amigos todos los fines de semana también, pero tenia menos poder de convencimiento hacia mis padres, y por lo tanto, menos éxito en mis suplicas). Fue en ese limbo que mis padres con los de ella empezaron a frecuentarse cada vez más. Por coincidencias de la vida (se los dije) su madre con la mía habían sido compañeras en el secundario y habían tenido una cordial relación de amistad por aquellos años. Mi madre compartía plenamente mi cualidad de tímido, por lo cual no iba a olvidar tan fácilmente una cara amiga por aquellos años. Así que reconoció a su madre en el primer intento en el que ella pronuncio la frase “¿Che vos ibas al Belgrano también no?”. A día de hoy mi madre puede decir tranquilamente que ella es su mejor amiga.

Nuestros padres también se cayeron muy bien. Mi padre era todo lo contrario a mi en cuanto aspectos sociables. Era de esas típicas personas que suelen caer a cualquier negocio del barrio y saludar al comerciante como si fuese su amigo de toda la vida y quedarse charlando para luego conseguir que no le cobren alguna cosa que se lleva o que le otorguen algún descuento ocasional (para mi asombro, siempre lo consigue), o de aquellas que reciben algún saludo o bocinazo de algún auto cuando van caminando por la calle y levantan su mano en un gesto desinteresado para devolver el saludo, quizá, a alguien que ni se acuerden de quien es. Y su padre era de la misma estirpe. Cumplía con creces el estereotipo de “grandote bueno” y desbordaba un carisma y una simpatía digna de envidiar. Ambos también compartían una gran pasión por el futbol (tema que les dio el puntapié de largas charlas al principio de conocerse).

Entonces nuestras familias fueron compatibles al instante y de allí se empezó a gestar una relación de amistad muy fuerte entre ellos. Eso llevo a que alguna que otra vez ellos nos inviten a cenar a sus casas o nosotros a ellos a la nuestra, habito que se hizo cada vez más usual a medida que los adultos iban ganando confianza entre sí. Para mi hermana y su amiga esto fue un paraíso. Consiguieron verse mucho mas seguido, y eso para dos mejores amigas de esa edad era una oportunidad increíble que iban a aprovechar de sobremanera.

Pero para Micaela y yo, como se podrán imaginar, esta situación fue lo mas cercano a el infierno.

Las primeras veces que las familias se reunían, la convivencia entre ambos resultaba ser un gran calvario. Les repito, estamos hablando de dos personas a las cuales les costaba mucho tener esa iniciativa para charlas con total soltura con otra del sexo opuesto así sin más. Además, éramos más chicos. Eso hacia que no nos veamos obligados a la cordialidad de camuflar un trato amigable con otras personas como si suelen hacer los adultos. Así que nuestra relación no iba más allá de un saludo; un comentario casual sobre la escuela (yo estilaba a sacarle información de exámenes, porque compartíamos mismos profesores y a ellos los evaluaban antes) y un brevísimo choque de mejillas al despedirnos. Aunque no lo crean pasamos así mas de varios meses. Meses en los que tratábamos de evitar cualquier tipo de contacto en esas horas en las que nuestras familias se reunían y el ambiente parecía estar colmado de una jovialidad increíble. Pero que para nosotros era un momento de suma incomodidad en el que la sola presencia del otro ya nos hacia ver obligados a ojear el reloj con bastante frecuencia. Pero aun así debo confesarles algo, que espero que quede entre nosotros. Desde el primer momento que la había visto llegar aquella primera noche, en que mis padres invitaron a los suyos a cenar, yo empecé a sentirme sumamente atraído por ella.

Pero con el tiempo el enorme bloque de hielo que se interponía entre nosotros se fue derritiendo. Ambos fuimos creciendo y dejando de lado nuestros temores para con el otro, y también porque no, fuimos apaciguando un poco nuestro lado introvertido y temeroso.

La primera vez que hubo una interacción genuina entre nosotros, fue un día que habíamos salido de cenar y yo había aprovechado el berrinche de mi hermana mas pequeña que pedía a gritos un helado. Bajo la indicación de ser yo quien la llevara a comprarlo, yo también adquirí el mío. Mientras me lo comía, tuve un mal calculo sobre la consistencia del mismo y se me comenzó a derretir muy rápido. Cuando me quise dar cuenta, varios hilos de crema de chocolate descendían por el cucurucho y se esparcían por mi mano. Esto hizo que Micaela no pueda aguantarse la risa y dejo escapar una carcajada que recuerdo hasta el día de hoy. Lo extraño fue mi reacción, yo no soy alguien que se tome tan a la ligera cuando se burlan de mi o cuando me hacen alguna que otra broma. Mi padre suele ser un bromista de elite, que siempre recibe un glosario de insultos de mi parte cuando hace de las suyas para conmigo. Pero en ese momento, el haberla hecho reír de esa manera, con esa sonrisa tan hermosa que tenía, amaino totalmente cualquier tipo de resentimiento que pudiera tener hacia la burla, y en cambio, yo también fui victima de un ataque de risa mientras mi helado se deshacía en mi mano. A partir de ese momento nuestra relación aumento exponencialmente. Pero no tanto como se lo están imaginando, recuerden que mal que mal, aun nos quedaba un gran atisbo de timidez al cual no podíamos eliminar de un día para el otro. Sin embargo, la fuimos eliminando juntos.

Si la memoria no me falla, puedo decir con total claridad que al año ya éramos grandes amigos. Empezamos a entendernos a la perfección y llevarnos cada día mejor. Yo logre comprender de inmediato que eran las cosas que a ella la hacían reír (era mi único talento, del cual estoy orgulloso) y me convertí en una especie de Jerry Seinfield para ella. Ella también era una persona sumamente graciosa. Su gran inteligencia hacia que el tipo de humor burdo que a mi me daba risa, fuera rápidamente comprendido por ella y así entender el taiming y el contexto para colocar cada uno de los latiguillos que a mí me hacían irrumpir en fuertes carcajadas. Pero no todo eran risas. Acostumbrábamos a hablar de prácticamente todo, nos contábamos chismes del colegio (al estar en cursos distintos era super interesante saber que era lo que estaba sucediendo en el otro salón, era tal vez mi actividad preferida), hablábamos sobre cine y libros, jugábamos videojuegos y de vez en cuando nos contábamos nuestros dramas amorosos. Esta era la peor parte. Ella con el paso del tiempo había aumentado mucho a nivel belleza, y yo seguía igual de bajo que siempre. Por lo cual, ella empezó a salir con otros chicos en el transcurso que se desarrollaba nuestra amistad. Y yo, bueno, no tenia muchos dramas que barajar cuando empezábamos a hablar de ello. Alguna que otra vez inventaba alguna historia con alguna supuesta chica de otro colegio o de mi barrio, que, por supuesto era mentira, pero no quería utilizar la frase de “No, yo no estoy interesado en nadie por ahora”. Obviamente me sentía hiperceloso de escuchar sus historias y escucharla enumerar a los chicos con los que se empezaba a relacionar. Pero nunca lo hice extensible eso esta mas que claro decirlo. Siempre asentía y le daba alguna que otra buena opinión desentendida como para no ahondar tanto en el tema. Sabia que cada nombre que se sumaba a la lista de pretendientes que ella me decía, era una opción menos para mí. Con el paso del tiempo fue como que trate de convencerme de que no tenia oportunidad y que Micaela iba a ser solamente mi amiga. Mi mejor amiga.

Y eso fue. Nuestra relación mejoro tanto que ella se transformó en mi mejor amiga. Se convirtió en aquella persona a la cual le confiaba todos mis más profundos secretos y problemas, y por supuesto, sus debidas soluciones. Ella también lo hacía conmigo, seguía contándome de vez en cuando sus relaciones con otros chicos y como iban esos asuntos. Pero con el tiempo esa sensación de “no tener oportunidad” se me fue disipando poco a poco. Fui comprendiendo mas mi lugar de amigo para con ella y al final de todo me asenté allí. Empecé a perder todo intereses hacia ella de manera genuina (no crean que fue para autoconvencerme) y a sentirme realmente agradecido de tener una amistad tan hermosa con una mujer como la que tenia con ella.

Nunca había creído que iba a tener la oportunidad de llegar a tal nivel de confianza con una mujer. Siempre me había parecido un terreno hostil el relacionarme con ellas. Pero me di cuenta que realmente se podía. No lo veía como otro fracaso que abultaba mi numero de rechazos amorosos, porque con Micaela ni siquiera lo había intentado, simplemente comprendí que mi lugar en su vida era otro, y estaba sumamente feliz de ocuparlo.

Fuimos grandes mejores amigos durante 2 años. Pero un día todo eso cambio de manera abrupta. Con el mismo oportunismo con el que ella llego a mi vida aquel momento, llego esta desdichada noche en la que ella, luego de un par de copas claro está, me confeso algo que en otro momento hubiese sido la mejor victoria de mi vida, pero en aquel momento fue un balde de agua fría en la Antártida.

Las fiestas de navidad y año nuevo suelen ser grandes eventos para todo el mundo. Pero aquí en Argentina suelen ser también una clara excusa para que los jóvenes salgan de fiesta. Eso no nos eximia a nosotros eso esta claro. Pero el único problema era que en ese momento no éramos mayores de edad, entonces había que encontrar alternativas. Eran momentos donde un alma caritativa como la de Micaela aparecía y ponía a disposición su casa para hacer la fiesta allí y no tener que especular con tener suerte con los seguridades de los boliches en la detección de nuestra edad.

Aquella noche fue increíble. Pasamos la cena de año nuevo en su casa con mi familia y con la de ella. Pasada las 12 de la noche empezamos a preparar el lugar para cuando nuestros amigos arriben, a eso de la 1 de la mañana. Y a la hora pactada estaban todos allí. De mas esta comentar que bebimos todos en exceso. Todavía recuerdo que volví a mi casa caminando (vivíamos medianamente cerca) y en el camino tuve que detenerme varias veces porque estaba demasiado mareado. Pero de todas maneras fue una gran noche en la que todos pasamos un rato increíble. Aunque la “tragedia” ocurrió a eso de las 4 Am. En el momento en el que el resto de nuestros amigos habían llegado a el nivel de alcohol suficiente como para empezar a hacer karaoke (actividad que odio, no por no saber cantar, sino por mi rechazo a hacer el ridículo), Micaela vino y me dijo que necesitaba hablar conmigo un momento. Yo accedí, creyendo que iba contarme algún problema que había tenido con su actual novio, ya que el chico no se encontraba en la fiesta y su ausencia era algo rara. Pero no. Me llevo a una parte apartada y nos sentamos uno en frente del otro. Ambos estábamos bastante ebrios, por lo cual nos costo un rato ponernos serios y evitar reírnos de los horribles aullidos de nuestros amigos en el bendito karaoke. Cuando por fin logramos centrarnos, ella hizo su monologo. Voy a intentar resumírselos, porque además mi estado de ebriedad no me deja recordad todo tan claramente. Hizo una especie de repaso de toda nuestra historia juntos y de la relación que habíamos tenido. Yo desencajado, sin poder entender hacia donde iba, hacia chistes en el medio y ella, riéndose, me decía que me callara y le prestara atención. Luego de mi pedido de que vaya al grano, porque no lograba comprender lo que me quería decir, dijo la frase que recuerdo con nitidez hasta el día de hoy.

“¿Nunca escuchaste decir que en una relación de dos mejores amigos siempre termina pasando que uno se enamora del otro?”. Mi reacción fue mover la cabeza de un lado al otro lentamente con los ojos bien abiertos (en una clara señal de “¿qué es lo que estas diciendo?”). “Bueno, eso casi siempre termina pasando. Y te digo la verdad, te lo voy a decir ahora que estoy en este estado porque sobria no se si me animaría a confesártelo. Yo estoy enamorada de vos hace mucho, desde aquella vez que me hiciste reír como una pelotuda cuando se te derretía el helado en la mano”.

El silencio reino la atmosfera por unos brevísimos segundos (que para mi fueron como horas) que solo se veía interrumpido a lo lejos por Leo Mattioli diciendo que no sabia cuanto iba a durarle su oficio de cantante. Ella se quedó petrificada también, pero esperando mi reacción. Yo me encontraba realmente desencajado mirándola fijo con los brazos cruzados y apoyado totalmente en el respaldo de las viejas sillas del fondo de su casa, lo más alejado posible de ella. No me lo esperaba por ningún motivo que algo así sucediera, nunca pensé que ese sentimiento que yo tenia hace mucho era mutuo y mucho menos que era mas longevo que el mío.

En ese instante no supe cómo reaccionar y le dije que mejor lo habláramos otro día, ya que no estábamos en buenas condiciones como para hablarlo ahora. Micaela accedió y volvimos a la fiesta como si nada. Aunque durante toda esa noche (que fue muy larga por supuesto) tuve en mi cabeza revoloteando la frase “estoy enamorada de vos hace mucho”. Me había tomado completamente desprevenido y todavía estaba en situación de nocaut. Y no por haberme excedido con el Fernet.

Varios días después volvimos a abordar el tema y llegamos a una conclusión. Entendimos perfectamente que, aunque ella decía estar enamorada de mi hacia mucho tiempo, yo tenia que ser sincero con mis sentimientos y confesarle que a mi no me pasaba lo mismo. Quizá era algo cínico. No olvidemos que unas páginas más atrás yo confesé mi gran atracción hacia ella. Pero eran tiempos pasados. Y no había nada que me molestara mas que alguien que finge sus sentimientos. A día de hoy lo sigo creyendo. No es algo con lo que se tiene que jugar, y menos cuando la relación es tan larga y fuerte. Por eso fui sincero con ella y le deje en claro que lo nuestra era algo imposible. Además, que la relación de nuestros padres también podía llegar a ser un potencial problema para la relación si el día de mañana nosotros nos separábamos o nos peleábamos. No queríamos arruinar ese lazo enorme que se había formado entre nuestros padres. Que también podíamos concluir que habían encontrado grandes amigos a una edad adulta. Y era algo muy lindo como para opacarlo de esa manera.

Ella lo acepto sorprendentemente. Pude notar que quizá su objetivo no era que yo me entregue a sus brazos y que la relación de años de amistad, por fin mute a una relación de noviazgo (digo por fin porque muchas personas deseaban que esto suceda, de alguna manera veían algo que nosotros no). Lo que ella quería era sacarse ese peso de encima, confesar de una vez por todas y no tener que cargar con ese secreto nunca más. Porque, para decepción de ustedes mis queridos lectores, debo anticiparles que nunca sucedió nada entre Micaela y yo.

Con el tiempo me di cuenta que debí haber hecho lo mismo que ella hizo. Confesarle que me gustaba en aquel momento y quizá (si era cierta su confesión en cuestiones temporales) ahora estaría contándoles una historia distinta. Como fuimos pareja durante muchos años y luego nos casamos y tuvimos hijos. O quizá, que duramos poco tiempo y nos separamos porque no éramos compatibles, algo que podía suceder tranquilamente. Lo que sea, yo no me arrepiento de lo que sucedió y miro hacia atrás nuestra efímera historia de amor y años después puedo comprender que a veces el amor llega con todo su esplendor, pero el tiempo es caprichoso y se interpone en nuestro camino. Aunque nuestros corazones anhelen estar juntos, debemos aceptar que el destino nos juega una carta distinta.

Hoy en día seguimos siendo buenos amigos. Ella lleva en pareja ya mas de 5 años y yo me comprometí de la misma manera hace 3 meses. No nos frecuentamos de la misma manera que solíamos hacerlo por aquellos años en donde éramos esos mejores amigos inseparables. La rutina de la universidad y el trabajo nos llevo a tener una vida un poco mas apagada socialmente a ambos. Algo que para nuestra poca habilidad social es totalmente mortal, pero de alguna manera hay que sobrevivir.

Sigo queriendo a Micaela como la quiero desde el momento que nuestra relación se empezó a fortalecer. Alguna vez lo escuche decir a Borges que la amistad no necesita de frecuencia, y vaya que ella es el claro ejemplo de esto. De vez en cuando, en algún cumpleaños o cena ocasional donde nos vemos, seguimos teniendo esa misma química tan hermosa que teníamos años atrás cuando éramos mas adolescentes. Y por supuesto que sigue manteniendo el taiming perfecto para meter los tan estúpidos latiguillos cómicos que me hacen reír hasta descostillarme. Creo que en parte debo agradecerle. No solo por ser una gran amiga y una persona super importante en mi vida. Sino por hacerme sentir por primera vez en mi vida ese sentimiento tan hermoso que son las mariposas en el estómago. Porque debo confesarles una ultima cosa antes de terminar aquí. En el momento que ella hizo su confesión conmigo aquella noche del año nuevo. Sentí de nuevo ese baile de las mariposas en mi estomago como cuando la veía reírse mientras se me volcaba el helado.

Pero debo pedirles un favor, que solo quede entre nosotros.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS