En días como estos la sensación de haber fallado terriblemente en un examen era mucho peor. No era una cuestión melancólica ni mucho menos. Pero el hecho de tener que volver a su ciudad, en un largo viaje de una hora en colectivo, bajo una lluvia torrencial, era realmente un escenario tortuoso. Y mas si su deficiente actuación en un parcial tan importante hacia de aderezador para ese plato tan desagradable que tenía que devorar en esas horas de la mañana.
Pero de todas maneras se lo intentaba tomar de una forma más relajada. Primero hizo una parada técnica en el bufet de la facultad, y opto por detenerse un momento a desayunar bajo el bullicio de los alumnos que salían en el primer recreo del día y atiborraban cada espacio del comedor. No había podido desayunar antes porque tenía que rendir muy temprano y el hecho de ingerir algo previamente le hubiese jugado una mala pasada a futuro.
Se tomo su tiempo para repasar fugazmente sus aciertos y errores en el examen mientras buscaba lugar donde ubicarse entre tantos sitios ocupados. Y para su mala fortuna, los errores eran mas que los aciertos. No tenia el valor de chequearlo con sus apuntes. Sería un disgusto el confirmar que había contestado incorrectamente la cantidad de veces que el creyó que lo hizo. Estúpidamente, apelaba un poco a la fortuna y a el destino. Prefería mil veces confiar en ello que confirmar lo que temía. Pero ya no le importaba mucho tampoco, ahora se veía total mente sumido en un capitulo de Breaking Bad mientras disfrutaba de unas medialunas y un jugo exprimido (que cada día confirmaba mas que no era exprimido realmente, sino que eran esos jugos de cartón servidos en un vaso “bellamente” presentado). Esperaba que pase un poco el tiempo y que la lluvia aminore su intensidad. Era muy fuerte hasta el momento por lo que podía ver en los potentes latigazos de viento y agua que golpeteaban el enorme ventanal del salón.
Pasada media hora. Y habiendo completado los capítulos pendientes de su serie y de no dejar rastro de las medialunas, ni del jugo (aunque le había dejado una mínima línea al final esta vez), guardo sus cosas y ahora si emprendió el camino de regreso hacia su casa. Por fortuna ahora la lluvia había parado y había mutado en una especie de llovizna. De esas que parecen camuflarse en un viento danzante que de todas maneras nos nubla la vista al entrar en pequeñas partículas en nuestros ojos. “No se si esto no es peor que la otra” pensó Julián mientras miraba de soslayo el viento (que ahora era un poco mayor) revolotear por toda la ciudad ahora inundado de esas molestas composiciones de agua super finas. La llovizna lo esperaba. Y el no tenia paciencia ni para un día de sol radiante.
Abandono el edificio y saludo con un gesto apresurado de su mano a los guardias de seguridad. Las calles de la capital se encontraban enteramente vacías y el clima incrementaba esa imagen de película de terror apocalíptica que reinaba en los alrededores. Podría verse a la lluvia decir presente cuando rozaban tímidamente los postes de alumbrado que componían las esquinas de las largas calles de la ciudad. Y los autos iban de aquí para allá en su danza cotidiana, que a su vez luchaba con la convivencia de repentinas motos que circulaban a toda velocidad ignorando la humedad de la acera y su peligrosidad palpante. Mientras el caminaba las cuatro cuadras correspondientes hacia la parada que lo haría encontrarse con el colectivo que lo llevaría hasta su casa, iba preparando su celular con la lista de canciones que hacían las veces de acompañantes durante aquel largo viaje de retorno. No se decidía tan rápido en elegir aquella composición, se debatía ferozmente entre un disco de “Los redondos” o alguna presentación en vivo de Fito Páez en el estadio Vélez. Cruzo la calle directamente hacia la parada, subiendo y bajando la cabeza en dirección hacia el teléfono con un tono vacilante que hacía denotar que todavía se encontraba debatiendo consigo mismo la banda sonora que le pertenecería a aquel viaje. Entonces llego a la parada y se decidió. El día parecía pedir a gritos algo mucho mas calmado y que tenga un espíritu mas compañero. Los redondos eran mucho mas animados y no encajaban ni con su animo ni con lo que la atmosfera del día pedía. Amaba a Fito y sus presentaciones en vivo eran grandes catalizadores de la potencia musical que el solía esgrimir en sus discos, pero tuvo que obviarlo también lamentablemente. Sin embargo, eligió escuchar a Seru Giran, aquella esplendida banda liderada por Charly García, tomo el bando del viaje y comenzó la presentación en sus orejas atreves de “canción de Alicia en el país”.
El colectivo llego media hora después de su arribo a la parada. La espera fue larga. Por lo general, ese ramal solía demorarse mucho en llegar, pero el cumulo de situaciones de aquel día, hacían que cada minuto de espera fuese una gota mas para el vaso de agobio de aquella mañana. Pero cuando llego volvió a hacer su mejor esfuerzo para olvidar aquellos malos tragos y surfear lo que quedaba de el día de una manera mucho mas amena. Cuando el colectivo lo recibe, el sube por la puerta delantera, indica el lugar hacia donde se dirigía y apoya la tarjeta del transporte en la consola. Al recibir el pitido de confirmación, le sonríe al chofer y le agradece acompañando con un leve movimiento de la cabeza, a lo cual el chofer solo responde una sonrisa tan pequeña que podría haber sido una mueca desinteresada. No le importa, el sabe que tiene que saludar y ser educado, son los vestigios que le quedaron de una educación bien aprendida.
Al terminar de pagar se dirige a uno de los asientos libres. El horario tenía una ventaja, no había mucha gente viajando en el transporte publico ya que todos se encontraban todavía en el trabajo o en la universidad. Así que tenia asientos de sobra para elegir. Eso lo ponía contento, porque podía elegir el asiento que daba a la ventana y tal vez, si es que los pozos o baches del camino lo permitían, podía llegar a adormilarse apoyado contra el ventanal que se teñía de algunas tímidas gotas que se esparcían a lo largo. Eligio uno de los del fondo, de esos que se encuentran un poco mas elevados por la posición de las ruedas, según su creencia esos asientos no se ven tan afectados a los movimientos repentinos, por supuesto estaba equivocado y dormirse le fue imposible.
Cuando Charly García entonaba que las motos que iban a mil solo nos harían sentir el viento, fue cuando Julián se aburrió de Seru y decidió cambiar de canción. Su indecisión le jugaba una mala pasada y empezó a deslizar el dedo por la pantalla de aquí para allá en busca de algo acorde para el momento. No veía nada que le interese. Pensó en escuchar a “The Rolling Stones” y empezó a pasearse por la lista de reproducción mientras “Seminare” iba apagando sus últimos acordes hacia el final de la canción. En ese momento fue, cuando el silencio de la música le hizo extensible el sonido ambiente del colectivo, que escucho a sus espaldas una voz vivida que le sonó como un piano cayendo en una biblioteca.
“TE ESTOY DICIENDO QUE NO LO VA A ENCONTRAR NADIE, ¿COMO TE LO TENGO QUE DECIR?”. La voz sonaba apagada pero fuerte a la vez. Le hizo acordar de las veces que uno intentaba copiarse en un examen y efusivamente le decía al compañero de banco que la información que le solicitaba era la de la pregunta cuatro y no la de la cinco. Su instinto de metiche le jugo en contra y decidió dejarse los auriculares puestos, pero sin música. Esto iba a dar la impresión de que no escuchaba, pero realmente si lo hacía. Se afirmo en el asiento y se apoyo en el respaldo lo mas que pudo, así podía ampliar el espectro auditivo y llegar a descifrar la conversación que se estaba dando a sus espaldas. Entre fuertes susurros, y de vez en cuando alguna negativa o exclamación en voz alta, logro comprender lo que se estaba barajando a sus espaldas. Recordaba que iban llegando al puente Pueyrredón cuando uno de los hombres confeso que la deuda era muy grande y que no tenia opción, que el no era una persona que tenga el valor de cometer tal atrocidad, pero que no le quedaba otra, que tuvo que hacerlo por su hija y por su esposa. La otra persona (otro hombre, que portaba una voz mas estruendosa y gutural) lanzaba insultos arrastrados e intentaba interrumpir el relato del otro con palabras que se entrecortaban en el medio y se morían en balbuceos indescifrables. “Pero Daniel esto nos embarra a todos, ¿qué carajos vamos a hacer cuando Ilda pregunte por Tomasino?”. Ante esta pregunta el otro hombre pareció enternecerse y su voz empezó a salir sibilante y entrecortada. Ya no cabían dudas de lo que estaba sucediendo. Aquellos hombres que se ubicaban 3 filas de asientos detrás de él, habían cometido un asesinato terrible y estaban cerciorándose que el cadáver no sea encontrado. Con el pasar del tiempo la charla se fue haciendo mas y mas terrorífica. El poder de convencimiento del Hombre A al hombre B, fue tal, que en un momento ambos quedaron de acuerdo en desmembrar el cadáver y alojar sus restos en Punta Lara y luego despachar a su esposa (la pobre Ilda, por lo que había entendido) para que no quede rastro de nada. Fue allí cuando el horror se parapeto en cada espacio de Julian, que victima de su curiosidad, había de escuchar cada detalle del mórbido plan de sus compañeros de viaje.
El colectivo se encontraba vacío. Los asesinos terminaron de delinear el plan cuando se encontraban pasando por el centro de Avellaneda, que compartía al pie de la letra las cualidades desérticas del centro de la ciudad. La lluvia había empezado a jugar su papel también. Fuertes ráfagas de viento y lluvia dijeron presente las calles, y las gotas repiqueteaban potentemente la ventana en la que el se encontraba apoyado segundos atrás. La sumatoria del viento y la fuerte intensidad de caída de la lluvia, formo una especie de bruma que bloqueaba a la perfección la visual de la mayoría de las calles del exterior. El parecido con Silent Hill era muy fino, eso fue lo único que le dio un atisbo de risa en aquella situación en la que se veía enjaulado en el plan siniestro de dos asesinos por accidente. No había escapatoria. Se debatió bajarse en la siguiente parada y no observarlos ni de soslayo. Pero el fuerte temporal hacia que esta no sea la mejor elección. Además, conocía tan bien el funcionamiento del transporte público, que sabía que con el tiempo como estaba, la frecuencia con la que pasaban los próximos colectivos iba a ser muchísimo mayor. Así que no le quedaba otra que esperar y que ser cauto. Para colmo, el colectivo se encontraba desolado. Ellos 3 eran los únicos pasajeros, y no parecía haber noticias de ningún transeúnte que deba subirse apresuradamente para escapar de la lluvia. Daba la impresión de que el mundo lo había dejado a la deriva, solo con ellos, y con la información de un terrible crimen perpetrado y un futuro crimen que seria aun mas atroz. Una señora indefensa seria asesinada por estos dos bastardos, y si no cuidaba minuciosamente sus movimientos en lo que reste del viaje, él podría sumarse a la lista tranquilamente. Pensó, que si estos tipos están dispuestos a sacar del camino a una persona mayor (ahora viuda, solo que no lo sabe aún), estarían dispuestos a eliminar como sea a un joven fisgón que, por su sola indecisión de una “adecuada” canción para acompañar un día de lluvia, había sido testigo de su macabro plan. No sabia si estaban armados o no, pero eso no importaba. En última instancia, lo liquidarían de cualquier forma con tal de evitar que queden algún tipo de testigos. Es el ultimo bastión que pueden esgrimir para defender su libertad, que en algún que otro punto, es lo mas preciado que puede tener un ser humano después de su vida.
Entonces callo, fue todo el viaje mirando fijamente hacia delante, mientras la espalda manifestaba su profundo terror con un sudor que se le resbalaba desde la medula hasta la zona baja de la espalda. Cuando los hombres hacían silencio, que solo duraban unos breves minutos, todas las partes del cuerpo se le tensaban pensando que uno de ellos se había dado cuenta que, en realidad, no estaba escuchando nada con esos dos pendorchos blancos que tenia introducidos en la oreja, estaba haciéndose el desentendido y había escuchado todo. El terror lo abrazaba y apretujaba esperando esa mano que se posara en su hombre izquierdo, y que, al darse vuelta, la cara de uno de ellos se precipitara cerca de la suya, y con la ayuda del otro, lo asesinen en ese mismísimo instante, del modo que asesinan a Santiago Nazar en “crónica de una muerte anunciada”, y luego asesinen al chofer y se marchen de allí desdibujándose bajo la bruma que todo lo ocultaría.
Pasando por Wilde, la respiración volvió a ser fluida cuando diviso a lo lejos de la bruma la llegada a Quilmes. No le importaba la distancia, en unas paradas más bajaría y caminaría lo que tenga que caminar bajo la lluvia. Tenia que salvarse de esa situación como sea. Pasaron los minutos. El silencio era el amo y señor del ambiente. El plan había quedado pautado a la perfección. Julián seguía rígido contra el asiento y con la mirada clavada en el suelo, en un gesto de miedo absoluto. Entonces ocurrió el milagro. El supermercado que solía encontrarse a una distancia considerablemente cerca (si es que uno iba en auto) se dejo divisar sugeridamente a lo lejos por el parabrisas. El se paró torpemente, y casi tropezando con su propia mochila que ostentaba un tamaño totalmente voluptuoso, fui corriendo lo más rápido posible hasta el caño que exhibía el timbre de parada en su mitad. Lo presiono con fuerza y grito “parada” al chofer a vivo voz. El conductor maniobro rápidamente la potente maquina y la dejo caer hacia un costado, donde la vereda era huésped de una parada en un estado totalmente paupérrimo. Le parecieron horas. El tiempo en el que el colectivo se orilló, freno y abrió sus puertas para permitir su descenso, fue interminable. Cuando por fin las puertas se abrieron, Julián bajo de un largo salto y un charco, camuflado bajo una baldosa mal colocada, fue su huésped en aquella calle sumida en la tempestad de la lluvia. Se acomodo y emprendió una caminata un tanto apurada, no quería parecer sospechoso, pero a su vez quería marcharse lo antes posible. Cuando le había sacado algunos metros al colectivo, se tomo su tiempo para mirar hacia el interior de las ventanas. El polarizado se lo dificultaba y solo le dejaba divisar dos figuras negras enormes detrás del vidrio. Aquellas dos figuras lo escudriñaban atentamente, y cuando el colectivo se adelanto su paso, sus miradas se quedaron fijas y acompañaron toda la trayectoria del bus. Haciendo que esas figuras negras tuerzan su cabeza para mirarlos hasta su desaparición después de doblar en una esquina con un prominente charco.
Veinte minutos después estaba en su casa. Su madre lo recibió con los reproches habituales por lo mojado con lo que llego y por haberse pasado por alto la limpieza de los zapatos en la alfombra del umbral. No le importaba mucho, aun estaba temblando del miedo y saludo a su madre con un beso y un abrazo muy animadamente. Voló rápido hacia su habitación, un poco para sacarse la ropa mojada y otro poco para detenerse a pensar en que iba a hacer. Llego a su habitación y se coloco la ropa de entre casa y puso a secar la mojada. Se sentó en su escritorio y con las manos rodeando la cabeza y direccionando sus ojos hacia el borde de la mesa, se detuvo a pensar. ¿Qué era lo que tenía que hacer? ¿Llamar a la policía? ¿Hacer la denuncia? Esgrimía las posibilidades en su cabeza, pero eran rápidamente descartadas. Lamentablemente, no tenia nada. Solo tenia la noticia de lo que sucedería. Pero no sabía quienes, ni donde, ni porque, ni nada. Solo tenia dos nombres, que eran los de Tomasino (nombre que en otras circunstancias le daría un poco de risa) y de Ilda. Pero eso no serviría para nada. Además, sabia perfectamente que la persona que escucharía su pobrísima denuncia, no realizaría una investigación digna de Auguste Dupin. Así que decidió no hacer nada. No le conto a nadie la historia y espero que nada de las atrocidades anteriormente escuchadas no sucedan. La verdad es que el sueño le estaba ganando, había decidió también que iba a ponerse a estudiar de nuevo, puesto que tenia otro parcial en dos días que requería de su atención inmediata. Pero todo lo que había sucedido (y el día servía como aditivo también) lo movilizaban a desmayarse en la cámara hasta la hora del almuerzo. Luego a la tarde estudiaría, de todas maneras, tenía tiempo todavía. Apago las luces, bajo la persiana y se dejo vencer por el sueño mientras las gotas acompasaban una sinfonía casi arrulladora.
Los gritos de su madre lo arrancaron de la cama dos horas después. El almuerzo estaba listo y tenia que bajar a ayudar a tender la mesa. Mientras apoyaba prolijamente los cubiertos y los platos en la mesa, se dio cuenta que su madre había preparado su plato favorito. “Una buena por lo menos” pensó Julián dejando entrever una mueca un tanto burlona que se le dibujaba en la comisura de la boca. Al rato llego su padre y lo saludo con firmeza. Les comento a todos lo del examen, pero no dijo ni una palabra sobre aquellas sombrías figuras negras y su plan malévolo. Comieron tranquilamente, su madre hablo un poco sobre los exorbitantes precios que manejan los supermercados de la cuadra y sobre que el auto estaba manifestando algún tipo de problema en el embrague. Su padre se quejó de algún problema con la entrega de materia prima para su fábrica e hizo algún comentario al pasar sobre el partido de Boca del día anterior. Su hermana hablo de la escuela, vino con los chismes recién salidos del horno y Julián los recibió esgrimiendo alguna que otra burla, como estaba acostumbrado a hacer.
La televisión acaparo la atención de el almuerzo familiar cuando un cartel rojo de “URGENTE” apareció en el noticiero de el mediodía, acompañado de una música totalmente desacompasada e insoportable. La imagen arrojo una casa rodeada de policías y de cintas de “no pasar”. La notera apareció, y con algo de delay por el retorno, conto con lujo de detalles la noticia. Una vecina jubilada había sido asesinada horas atrás por dos hombres que entraron a su casa por el patio trasero. Las conjeturas en el estudio empezaron a volar, pero todo apuntaba a que era por un ajuste de cuentas con el marido de la mujer, que se encontraba desaparecido hasta el momento. Los familiares de la víctima aparecían contenidos por varios policías mientras sus caras se veían inundadas en tristeza y desolación.
“Ay no, saquen esto por favor que estamos comiendo” dijo su madre y acción el control para poner cualquier otra cosa que desvié su atención de aquel horrible incidente.
Julián agacha la cabeza y con la voz apagada pidió que le pasaran la ensalada de lechuga y tomate.
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