Mi vida siempre fue pintada por los mejores artistas. Hechos memorables en función de los trozos circunstanciales. Inolvidables sucesos que tiñeron mis lienzos por más de 18 años. Torturas mentales que marcaron la vida de una persona a la que solo le nacía transmitir por medio de sus palabras mundos imaginarios que solo existían cuando se palpaba el papel y solo tal vez, cuando se abría la puerta de aquella mente vaga que soñaba algún día cruzarse en medio del camino, para que la innata flecha del amor no lo hiciera pasar desapercibido frente a la magnitud del bullicio que generaba el pasar de todas las personas, día tras día en el centro de una ciudad eterna.

Mente codiciosa en muchos aspectos y rebelde cuando la vida me obligaba actuar con la restricción de unos límites injustos para los cuales no estaba preparado. Personalidad que forjó la violencia de una caricia en días lluviosos aún cuando la gota que reboso el vaso ya había permeado todo mi cuerpo de angustia y tristeza por un futuro incierto que prometía ser la cúspide del número de engaños, pero lo cierto fue la cruz que me quedo en el cementerio y la historia del olvido, el hogar de todos los héroes, el peldaño honorífico del tiempo. Inevitable fue la cobardía cuando tocó mis altares y amablemente la dejé seguir. Actuó y se pudo robar el protagonismo de mis acciones, de las caricias que dibujaba porque nunca encontré el lugar y el momento perfecto para hacer el invaluable presente y de mi valle de emociones que significa el nacer sin condiciones y crecer encadenado a un ancla que nunca salió a flote.

Cuanto más perdido creí que estaba, más perdido realmente estaba mi propósito y no se me ha olvidado la longitud de la circunferencia, ya que por 2 fue que multiplique a pi carácter por la mitad de mis problemas para caminar en círculos la cuarta parte de mi constante vital, hasta que un terciopelo me salvó por un instante los tres cuartos de esperanza para completar la unidad y no fragmentar lo poco que me quedaba en aquella corta escena que conformó un ingrediente en el plato campestre que un día fui.

Qué monotonía fue el pasar de los días, perturbado por los textos que pensé y nunca escribí y también aquellos que escribí, pero nunca conté. El amor siempre fue el objetivo y objetivo de críticas me volví cuando a nadie pude satisfacer, cuando la timidez me hizo masoquista de los golpes que me daba la vida, cuando la ignorancia de la persona que tanto quise, hizo que me ocultará en las sombras por temor al qué dirán, por temor a fracasar como un amigo que nunca supe ser o como el Judas que oculte en mi rebaño de bestias sin sombra como el inalcanzable espacio exterior, donde lo tienes todo, pues eres parte de un reino misterioso y lo observas, pero sigues en la nada. Opaco como el firmamento una vez que ha caído el sol.

No me importaba la invariabilidad de vivir varias vidas en un ciclo que me permitía nacer una vez se perturbaba mi expresión. Así como tuve bajones que me llevaron al primer escalón de este inclinado camino, estar en la cima también fue mi pasión. La altura fue elegir a los demás por encima de mí, pues era alguien nuevo y diferente día tras día, aunque poco lo aparentaba, pero era un desconocido de mi mismo. Lidiar con los problemas internos se hizo costumbre y pese a todo, nunca me ayudaron a definir quién era. El vacío en mi creció tanto como los límites del universo, con la ironía de que seguía siendo un vacío y nunca supe de que se llenaba esta paradoja, si de preguntas o de menos oxigeno, por eso habría de sentirme tan ahogado.

Podría hacer una novela con final abierto de todos los elogios que me daban, pero gustaría tanto que volvería a ser víctima de ellos y el sabor de la incompletitud en mis labios es una afirmación bajo condiciones a la que no quiero llegar de la misma forma en la que el abrazo que deseaba jamás se pudo concretar y los mismos también fueron los causantes. Como Jorge Luis Borges y su ceguera, podría hacer un ensayo hablando de porque la hipocresía es el común denominador de las relaciones en el siglo XXI y con la mayor de las certezas pienso que quedaría tan exquisito cual sabor de un café en la madrugada bajo el arrullador sonido de la lluvia tocando los límites del concreto o las alturas de mi tejado, sentado, mirando el horizonte tan lejos y radiante como las montañas del Tolima, con una manta entre las piernas y una mirada perpleja por lo tenue, ya que solo lo imagino. Estoy seguro, fundamentalmente porque yo fui un hipócrita no con los demás, sino conmigo mismo y se como se siente romper con ese alguien que te ha soportado durante tanto tiempo, pues más allá de mi, nadie me ha llegado a conocer, pero yo si me he dado el placer de desconocerlos.

Soy un propósito que nació tardío, hace unas dos décadas, aunque mi presencia es de otro siglo, propiedad de otro tiempo que distinguió la luz hace una semana y se estudia hace primaveras. Ha pasado un mes desde que cumplí 18 años y siendo un propósito de mis padres, hace una semana descubrí el mío, tan maduro que en mi sentir no le pertenezco al paradigma aberrante y destructivo de esta era inconsciente que le apuesta a una extinción masiva futura, sino que se estudia hace menos de un año, para fortalecer una generación que en definitiva no aprende del pasado y viven en la burbuja del presente “donde creen tenerlo todo”, aparentemente, descuidando su humanidad.

No soy el mejor amando, pero sería el mejor amante y aunque suelo ser muy callado, soy el mejor confidente. Sonrío por compromiso, pero por dentro carezco de experiencia, aunque aparento ser real en medio de la multitud. Es más, «la raíz cuadrada de menos uno» tiene más sentido que yo por ser un imaginario existente, sabiendo que es tan complejo como la vida irracional que me incumbió vivir y aunque muchos lo odien por carecer de dignidad, Euler se la dio al hacerlo partícipe de su identidad, construyendo un puente desconocido con la relatividad de la vida. No obstante, mi constante vital es una enfermedad degenerativa.

Hablo enserio cuando digo que por fin encontré mi norte, aunque aquel destino indique el sur debido a que mi tierra está del revés, inamovible y perpetua como la instancia imposible de un destello de luz en el tiempo que nunca pudo ser. Esos 8 minutos me fueron insuficientes para hacerle una captura perfecta, pero un momento eterno para decirle lo mucho que la amaba y lo mucho que daba por hacerla feliz, ahora bien, cambió mi percepción frente a su negativa y entendí por palabras de un sabio maestro que el camino hacia el éxito como la vida de un criminal, es solitaria. Mi crimen fue no haberle creído e ir en contra de las reglas que nos impuso el azar o la fortuna de estar en el lugar adecuado, sin embargo, mi propósito, lo que ellos consideran éxito es mi mayor fracaso.

Estoy cansado de luchar. Los últimos dos motivos que tuve, ahora yacen 4 metros bajo tierra y no en la más fértil, sino en la fosa común que pronto se convertirá en mi cama. Mi teléfono suena todos los días y todos los días está descolgado. Me enamore de alguien a quien ni siquiera creo importarle, me estoy volviendo loco porque quisiera decirle todo lo que siento, pero siento impotencia cuando la cobardía me aleja cada vez más de ella y me consume el resentimiento, la rabia, los celos y la locura de no poder expresar lo que pienso cuando claramente sus pensamientos son un reflejo de los míos o eso quiero pensar y aunque lo intentó plasmar con la intimidad de estas palabras, las líneas no me consuelan. Estoy vivo o eso quiero creer, sin embargo, la muerte es la sincronía perfectamente perpetua del péndulo de mi vida que parece desgastado.

Todas las noches sueño con la tragedia de alcanzarte, pero ya te has ido. Todos los días vivo con la incertidumbre de esa realidad que no parece cambiar, no obstante, tu sonrisa me cambia y me hace preso del manicomio que son tus labios, tu voz y tus carcajadas que solo viven en mis recuerdos. Prometo que siempre estarán conmigo. Quiero ser ese alguien a quien puedas abrazar todos los días y todas las noches y todo el tiempo hasta que tu aroma se confunda con el mío. Quiero ser ese alguien privilegiado de tu exclusividad. Quiero ser ese alguien que te quiera y que sin importar las condiciones nunca existan condiciones que me impidan estar siempre tu lado. Quiero ser ese alguien que derramaría sangre por ti. Quiero ser ese alguien.

Lamento que mi vida sea tan corta para no ser ese alguien que todos en algún momento quisieron que fuera.

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