Recuero cuando era adolescente y decidí realizar
estudios orientados a la rama artística. Realmente no sabía lo que me iba a
llegar a gustar.
Cada dibujo, cada cuadro, cada fotografía…
nunca estaba conforme al ver todo el arte que me rodeaba. Cuando alguien me
felicitaba por una creación no sentía que fuera real, sino un mero compromiso
verbal. Siempre pensaba y afirmaba que en mis creaciones había intervenido la
serendipia.
Esos trazos no los había podido componer yo
mentalmente.
La presión después de cada cuadro era mayor, ya
que no sentía que realmente lo hubiera ejecutado a conciencia.
Llegó el día en el que decidí que era una
farsante y no sabía crear, solo veía las maravillas que me rodeaban sin ver la
realidad…
Años más tarde, conseguí mi primer trabajo el
cual no estaba relacionado con el mundo del arte. Todo era maravilloso ya que
por fin podría trabajar en lo que «realmente me gustaba». La suerte
una vez más había estado de mi lado.
Después de dos semanas, me comunicaron que veían
algo en mí que querían explotar. Veían una capacidad de liderazgo unida a mis
ganas de aprender.
Agradecí al cosmos y a los dioses griegos esta
oportunidad. Pero no me di las gracias a mí misma.
Pasó el tiempo y me di cuenta que este regalo
divino no era para mí. Quería más y mejor, y en este lugar, no lo iba a
encontrar.
Después de meses de búsqueda, encontré el mejor
trabajo del mundo. Esto sí que fue un regalo por todo lo sufrido. Ilusa…
Nuevamente, después de un año me comunicaron que
veían algo en mí que querían explotar. Valoraron mi iniciativa, mis ganas de
mejorar continuamente, la gran capacidad de liderazgo…
No sé qué habré hecho en otra vida, pero parece
que solo tienen regalos hermosos para mí.
Actualmente, me encuentro colapsada mentalmente.
Creo que no cumplo las expectativas ya que mis conocimientos en comparación a
otras personas son menos de un 3%. Me boicoteo unas 8 horas al día
aproximadamente, eso estando despierta. Durmiendo, mi subconsciente toca la
puerta y sin permiso pasa.
Siento que cuando me congratulan por una buena
decisión tendría que dar las gracias y decir que una vez más fue mi amiga la
casualidad.
Por eso, hoy me pregunto ¿quién soy yo?
Soy la persona que disfrutaba pintando y
expresando sus sentimientos y, además, soy la persona que tiene una gran
capacidad de liderazgo y unas ganas enormes de aprender.
Yo soy quién ha decidido qué pasos quiere dar, y
como consecuencia debo asumir que los regalos divinos no existen.
La palabra se llama persistencia y trabajo diario.
Nadie me ha regalado nada, yo he logrado todo lo que tengo gracias a mis
capacidades.
Me cuesta entenderlo y el boicot permanece
cerca.
Nadie me ayudó cuando era joven a descubrir y
mejorar mis cualidades. Las he descubierto yo y esto me ha provocado miedo.
Cuando no conoces un sentimiento tienes miedo,
por eso lo negamos. Pero ya no puedo negar mis capacidades ni atribuir méritos
al cosmos.
Por todo esto, me limita e intento ganarle la
batalla. Aunque se hace cuesta arriba.
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