La guerra no habia sido una buena compañera, despues de todo si a ti te quisieran fuera de su vida todos aquellos involucrados contigo lo mas pronto posible tambien te frustrarias cuando menos.
O eso decia Ruperto en su atalaya fuera de las agradables murallas de la ciudad, cada mañana tenia que apagar las luces, limpiar los alrededores, recibir la comida y el agua, y limpiar la campana, para evitar que lo que viene en la noche lo tomara haciendo labores que le pertenecen al dia. Su atalaya era tan sencilla como los otros puestos de avanzada que mantenian seguro el Dedal, este domo de piedra con mas de mil habitantes, que evitaba a las bestias y agotaba a los guardias.
Mientras el trabajo en las murallas con sus constantes reparaciones, e incansables tareas era arduo, a Ruperto le tocaba el mas leve de los trabajos, tocar la campana blanca, cuando su baston tocaba la campana, las campanas cerca al Dedal resonaban, llevando de relevo un mensaje, que solo aquellos que podian oir la campana, podian distribuir y entender.
Ruperto era el guardia del ultimo puesto de avanzada, el primero que empezaba la linea de comunicacion y el ultimo en alcanzar en caso de una derrota, y debido a ello habia tomado medidas, las puertas se sellaban a las 4, las ventanas a las 5, si escuchas voces, toca la campana, si escuchas gritos, toca la campana, si escuchas llanto, toca la campana, si escuchas a laura, TOCA LA CAMPANA.
El dia le pertenecia a Ruperto, y eso lo hacia feliz, nunca habia sido de grandes exigencias como su padre, pero tampoco de grandes labores como su madre, y la atalaya con su unica labor que se podia hacer una vez por noche y luego hecharse a dormir, era perfecta para Ruperto, era su pequeño paraiso invadible, como le gustaba llamarlo.
Su dia favorito estaba en la mitad de la semana, era el dia en que el viejo mago Baltasar venia a revisar la campana, junto con la comida de siempre, las charlas con Baltasar usualmente le demoraban una hora extra en el dia, asi que se despertaba mas temprano cada Rudban para tener todo listo a tiempo, Baltasar era un señor ya mayor con una sotana purpura, y una cuerda de cinturon un lunar en la frente y una mancha que le cruzaba la mitad de la mejilla y parte de la barbilla, el decia que fue causada en la guerra, los guardias decian que el sol no le declaraba la guerra a nadie, los años, a algunos, justo por eso Baltasar veia como un amigo a Ruperto, un buen escucha que aunque joven tenia un nombre familiar para Baltasar, un nombre viejo, en sus visitas semanales, Baltasar le llevaba un nuevo libro a Ruperto, la vuelta a Enveon en 45 dias, La guerra de las moscas, Los señores del valle del fuego, liberacion de almas y su uso en la defensa de la propia, todo tipo de libros, que siempre incluian una y mil notas del viejo.
Laura tambien lo visitaba, solo que ella solo lo hacia de noche, solo cuando ya todo habia terminado en el dia, cuando las criaturas rugian, intentando entrar, cantando, rogando, alabando, engañando, no habia peores noches que cuando ella visitaba; por qué no lo podia dejar en paz, por qué no se habia quedado en el Dedal, por qué seguia intentando e intentando convencerlo, que su labor era un error, que no veia desde su alta torre, que tenia que dejarla entrar.
La luz del sol lo acariciaba cada mañana, y entre el sonido de las aves, y la campana de la atalaya siguiente anunciando que el Dedal seguia otro dia intacto empezaba su dia. Abiertas las puertas y ventanas, y en medio de su limpieza, escucho un galope, 4 patas con movimiento ritmico, cascos en medio de este camino inhospito, Ruperto, curioso asomo por la ventana, viendo a este sujeto extravangante y solitario, una boina morada con un moño encima, telas decoradas encima de una armadura completamente cubierta, un caballo delgado de galope, agil y sin armadura, parecia viajar ligero para lo remoto que estaba tanto del Dedal como del asentamiento mas cercano, el caballo, freno de golpe, y de no ser por el equipo de montura este sujeto habria salido despedido y empapado de sangre la murralla de la torre, y con lo dificil que era de limpiar, ruperto al ver esta situacion decidio bajar la escalinata hasta el puesto de seguridad.
-¿A que castillo pertenecen tus escudos? – dijo Ruperto algo confundido al no ver signo del Dedal visible aunque viniera de esa direccion.
-Mis escudos ya no pertenecen ni ondean, no en los reinos que tu sangre conoce- escucho en una voz seca, quebrantada, pero sonora, – Soy un heraldo de los reinos que solo se visitan una vez, si el Dedal sigue explorando lo que mi señora ha protegido, ni siquiera las piedras de esta torre se salvaran de ser presas del olvido.- a Ruperto le corrio un escalofrio, sintiendose confundido, por qué le decian algo asi a el, el solo tenia el recuerdo de Laura y sus labores en la torre, ni siquiera tenia una forma de comunicarse con el Dedal.
-Acaba de salir el sol, si sigue cabalgando por el camino del que viene llegara al punto en que su historia pueda ser escuchada.- Dijo Ruperto entre dudas y evitando que le temblara la voz.
Y esperó respuesta, desde su puesto seguro, no tenia vista directa del visitante, las murallas y su protección eran una mayor prioridad, que el poder ver al atacante, mas cuando solo bastaba con subir unos escalones para poder verlo a traves de la primera ventana, pero ahora, su santuario de piedra, lo ponia nervioso, con cada momento que pasaba, y lo unico que se oia, era la respiracion del caballo, calmada, costante, cercana.
Luego de un rato escucha un golpe seco, y algo esparcirse, y escucha otra vez al caballo, dar ligeros pasos, retozando al parecer.
Aterrado Ruperto sube a la mitad de la torre, y con ayuda de un buen escudo, intenta ver, lo que su puesto de seguridad no lo deja ver; y en el suelo, esparcido, por el pasto que recien ha perdido el rocío, hay un arbol pintado con polvo blanco y en medio del arbol, hay un sol en polvo negro, que combina sus rayos de luz con las visibles raices de un arbol.
A pesar de todos los libros que le habia prestado el viejo Baltasar, Ruperto nunca habia visto algo asi, una combinacion de la luz y la naturaleza, que los dioses nos protejan, ¿que tipo de amenaza habia atraido el dedal, que podia conciliar a dos enemigos acerrimos?
Luego de superar la sorpresa del primer contacto, Ruperto comenzo a analizar la situacion con mas calma, vio el caballo, se veia en buen estado y veloz, hacia años no cabalgaba pero podia ser una opcion viajar a la siguiente atalaya y hablar con el otro guardia, pero, ¿por qué la criatura venía de esa dirección?, otra era tocar la campana, pero eso solo cerraria las murallas, no aseguraba que el dedal estuviera a salvo, o incluso podría encerrar a algun peligro que requiriera mas espacio.
Para evitar pensar en su encuentro, Ruperto empezo a realizar sus tareas en la torre, limpiando como si su vida dependiera de ello, cuidando que las ratas no invadieran sus provisiones, haciendo guardia en la punta y haciendo cantos a la Diosa, pero cuando llego el medio dia no pudo aguantarlo mas, y decidió salir de la torre, -se me asigno como guardia, y mi trabajo es guardar- se dijo a si mismo aun poco convencido, el caballo seguia ahi, completamente quieto, sin comer, ni hacer un ruido, como si fuera una creacion o encantamiento, solo mirandolo, acercandose, solo cuando Ruperto se puso su abrigo y armaduras para el frio y abrió las 3 cerraduras, y paso por el encantamiento, demostrando una inteligencia, o al menos, un entendimiento, que no deberia ser capaz un simple caballo.
Ruperto confundido con toda la interaccion ignora al caballo y se acerca a la marca, intacta incluso despues de 4 horas en la nieve, con un olor picante y similar a la madera, puede ver mejor desde aqui la marca, pero no le da mayor informacion, Baltasar no vendría hasta dentro de otros 4 dias, pero si que sería de ayuda con algo como esto, como guardia, su labor era cuidar este puesto y viajar, si y solo si, ocurría algo que la campana no pudiera comunicar, -y yo pensando que no podria estar mas lejos del peligro- se dice Ruperto algo confundido sobre que hacer.
Sacandolo de su sopor, el caballo le toca la espalda, y le hace soltar un pequeño grito, -oh vaya, que fuerte que soy asustandome por uno de los animales mas domesticados que puede haber- se dice acariciandole la cabeza, y notando a pesar de su sorprendente inteligencia, no parece hostil, revisandolo de a poco, el caballo tiene el escudo de Ledain, pero el asentamiento mas cercano estaba al menos a dia y medio de viaje, el caballo parece sano incluso para un ojo no entrenado como el de Ruperto, tan dentro del desierto de la hambruna helada, no se ven muchos animales domesticables, y Ruperto habia vivido toda su vida en el Dedal, cansado de tanto pensar, decide tocar la campana, deja al caballo afuera, y cierra por completo, el protocolo lo mantiene lejos de Laura, asi que el protocolo es su vida.
Subiendo toda la torre, llega a ese cuarto pequeño que solo incluye la campana, 2 o 3 veces mas grande que el, blanca, impecable, y tomando la cuerda negra diferente de la blanca para avisar que todo esta bien, aun nervioso la toca con fuerza…
Y nada pasa, no suena, no choca, no resuena el proximo puesto de avanzada, pasa 1 segundo 2 segundos 3 segundos, y de repente, se escucha, atronadora, 1, 2, 3 veces, pero este no es un sonido producido por esta campana, es un resonar que viene del puesto de avanzada anterior, siendo la alarma, en caso de que caiga, la gran fortaleza, la gran ciudad, el hogar de sus padres…
Confundido, y lastimado, Ruperto solo consigue subir a su puesto de vigilancia, su atalaya, y revisar la direccion del dedal, y a los lejos ve, como si fueran hormigas, hordas de seres humanoides, rodeando, un cielo verde, toxico, venenoso, expandiendose, en su dirección, !en su dirección¡ en medio de la hipnosis de la belleza cuando algo majestuoso cae, Ruperto se perdio en su tormenta, pero reubicado y aterrado, bajo su torre, olvidando la campana, olvidando su puesto, olvidando su protocolo, olvidando a laura, pero recordando, el caballo, solo recordando el caballo, y con gran velocidad, abriendo todo lo que habia cerrado sin posibilidad de volverlo a cerrar, y cuando alcanzo al caballo, dentro de su terror, no se dio cuenta de algo, el caballo, en su frente, tenia el mismo sol, en una marca, no muy visible, mas una mancha en su pelaje, pero en cuanto fue a montarlo, el caballo lo miro directo a los ojos, y en esos ojos blancos con una linea en medio, vio a Laura…
Laura era la madre de los hijos de Ruperto, hermosa como una sirena, pero tambien cruel como una, pero no tan cruel, como cuando Ruperto la abandono, en el Dedal para ser el ultimo guardia, aquel que no podía volver a casa, el que mas lejos estaría síempre, y que dejaba atras dos hijos, pasaron dos meses, desde esa despedida con lagrimas e incluso rasguños, cuando llego una carta, un mensaje de una crueldad aún mayor, Ruperto ya no tenia 2 hijos, pero aún tenia a Laura, en sus sueños, o mas bien pesadillas, y cuando no era responsable, ella le hablaba, le lloraba, le decia que si acaso por eso la abandono, que si por eso, dejo atras lo que tenian, que si no le habia bastado lo que tenian cuando lo tenian, que tenia que buscar mas, recordando aquello que tenia mas presente, esos gritos, esos insultos, que empezaron como un jugueteo que solo empeoro sin parar.
En Bertull, encontraron a un guardia, el unico sobreviviente del Dedal, con sus escudos intactos, pero los ojos en blanco, y con una linea en medio el cabello blanco y cayendose, y la piel casi transparente, a punto de dejar que se vean las venas; del Dedal solo se sabe que hubo una energia oscura en juego, y se dice que cuando se dieron cuenta ya era demasiado tarde, fue retomado, pero lo que fue una prospera ciudad no quedo mas que un macabro calabozo. Se dice que un tal Baltasar fue el culpable, no se ha confirmado nada.
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