Geometría
Existían en mundos diferentes. Hemistiquio vivía entre borrones que le hacían cambiar de idea y de pensamiento cuando le acometía una ráfaga de inspiración nueva. Separado de sus semejantes aunque unido a ellos por definición, él mantenía en secreto que hubiera preferido ser algo más: un verso de aquellos que son libres, que no se limitan a medidas ni normas y tienen el poder para diluirse con lentitud, a medida que pasa el cálido tiempo, hasta impregnarse en una hoja, o en una memoria, o en un recuerdo.
Homotecia por su parte vivía proyectando, con cierto orgullo que se negaba a ocultar, sus réplicas. Esas sombras de sí misma, nacidas a partir del punto de su propio origen, desde el que ella les sujetaba, todo el tiempo, por la cola, como si fuera una vendedora de globos. Eran la imagen de una jauría alada que tiraba con fuerza de su cuidadora y sin embargo no lo hacían con el suficiente ímpetu como para librarse y escapar volando.
Un poema escrito en una hoja, fue escondido de súbito en un libro de geometría. Así fue como se encontraron de pronto cara a cara. Los borrones que servían de hogar a Hemistiquio pronto mancharon, cielos grises, el entorno blanco del universo de Homotecia, quien a pesar suyo se iba adhiriendo con fuerza cada vez mayor al mundo confuso de su nuevo vecino.
Siendo como eran, Hemistiquio de grafito y Homotecia de tinta, la naturaleza de ambos terminó por crear una extraña simbiosis entre ellos. Él teñía de incertidumbres el diminuto cosmos de Homotecia y ella por su parte lograba con base en su lógica, que Hemistiquio comprendiera de razones. Así que tinta y carbón se fueron mezclando cada día más hasta unir esos mundos y convertirlos en una sola hoja, en un único universo. Aunque parecían estar separados en dos partes llegó el momento en que podría decirse que tan sólo estaban doblados por la mitad y eran después de todo uno solo, uno mismo.
-Sinergia -susurró Homotecia una tarde-. Eso definiría con exactitud lo que hay entre nosotros.
Hemistiquio envolvió las líneas de Homotecia entre sus trazos borrosos, que después de tanto tiempo como había pasado, ahora apenas lograban distinguirse unos de otros.
-La mejor palabra, en términos geométricos, sería amor.
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