Mi vida es muy complicada. A diario robo carteras de muchos de los turistas que visitan Bilbao. He llegado a esta situación tras un gran fracaso económico, seguido de una gran depresión que intenté solucionar con una adicción al alcohol, pero como era de esperar no lo conseguí. Por ello, mi única forma de ganarme la vida se basa en robar las carteras. Este oficio es conocido entre el mundo periodístico como «Carteristas». Concretamente tengo que afirmar, que `era´ carterista porque algo, o más bien, alguien confió en mí y me ayudo a cambiar mi vida.
Todo esto comenzó el 19 de agosto de 2017. Ese sábado me levanté como cualquier otro día en mi albergue habitual. Salí temprano como un turista más para aprovechar mi día.El primer hurto lo cometí a un hombre de nacionalidad americana, o por lo menos era de habla inglesa, fue un acto muy sencillo. Lo único que tuve que hacer fue chocarme sutilmente contra él consiguiendo así su cartera. Mi sorpresa fue cuando dentro de ésta me encontré dos billetes para el museo Guggenheim. Edificio cuya estructura siempre me ha impresionado ya que creo que es un edificio que desentona demasiado en el entorno donde se encuentra. Pero da la casualidad que los turistas consideran este museo como «visita obligada». Por ello, decidí encaminarme hacia allí por el paseo de la ría. Cuando entré me invadió una alegría que hacía tiempo que no sentía. Era capaz de visualizar una gran sala repleta de visitantes con unos auriculares un tanto peculiares oyendo la historia que una grabadora les contaba.
Cuando la mañana finalizó, acabé con más de una docena de carteras con las que me permití una gran comida. Al examinar los «trofeos´´, encontré una diversidad de objetos que nunca antes había obtenido en mi oficio. Lo primero fueron unos tickets para el metro, esto fue algo que normalmente encontraba en las carteras, pero junto a los otros objetos decidí utilizarlos para trasladarme a Portugalete, en el metro que recorre gran parte de Bilbao y sus alrededores, para poder visitar el Puente Colgante. Debo admitir que las vistas desde ahí arriba son espectaculares.
Para acabar el día, volví a usar el metro camino del Casco Viejo para asistir a una obra teatral en el escenario del Arriaga, cortesía de un asiático muy majo que tras preguntarme cómo se podía llegar al campo de fútbol San Mamés, me dispuse a robarle su cartera como un modo de agradecimiento por los servicios prestados. Era mi primera vez que asistía a este teatro y cuando entré pude observar unas grandes escaleras con una alfombra roja. Cuando llegué a mi asiento, gracias a la ayuda de un chico, puede apreciar con mayor detenimiento el lugar por dentro. Y sinceramente tengo que aseguraros que tuve que estar cinco largos minutos observando todos los pequeños detalles que componían este maravilloso lugar. Y por primera vez pude comprender el porqué de que este teatro esté considerado patrimonio cultural. La obra a la que asistí se denominaba «Hits», no me gustó tanto porque seguía impresionado con el entorno en el que me encontraba e incluso desde aquel momento intento conseguir dinero para poder ir a ese teatro aunque en ocasiones también voy a el teatro Euskalduna, aunque éste no es tan bonito.
El día estaba finalizando por lo que mi destino final era volver al albergue pero una mujer me paró de repente y por primera vez alguien me reconoció por los actos vandálicos que realizaba. Me exigió que le devolviera su cartera ya que había sido un regalo de su abuela por lo que decidí dársela ya que lo que más me interesaban eran los billetes. Mi intención era irme pero ella no me lo permitió ya que me bloqueó el paso y me preguntó por qué robaba. Esta pregunta me sorprendió demasiado y me hizo reflexionar. Mi respuesta fue que solo lo hacía para poder comer. Su siguiente pregunta fue que por qué no trabajaba ya que con un trabajo se podía ganar dinero para usarlo en comprar comida. Le confesé que yo hacía dos años era un gran empresario que por culpa de una mala compra lo perdí todo. Ahora no tenía más remedio que robar. Sin darme cuenta habíamos comenzado a caminar sin un rumbo concreto. Estuvimos hablando durante una hora y las palabras de aquella mujer me hicieron ver la vida con otros ojos. Me ayudó a cambiar mi vida. Desde aquel momento estoy tremendamente agradecido hasta el punto de que recuerdo como si fuera ayer lo que me dijo: » No puedes pretender continuar tu vida de este modo. Todavía eres joven, apenas tienes 30 años, y no puedes permitir que un incidente erróneo que cometiste en el pasado siga entorpeciendo tu presente y tu futuro. Así que a partir de mañana te ayudaré a encontrar un trabajo, de este modo podrás conseguir dinero para comprarte comida e incluso una vivienda. Porque los actos que realizas no están bien ya que todos esos turistas a los que robas son personas que se han esforzado duramente para conseguir dinero para invertirlo en viajar porque para ellos tiene mucho valor emocional»
Estas palabras me hicieron cambiar mi forma de vida ya que al día siguiente Ana, que es así como se llamaba la chica, apareció en el albergue y como prometió, me ayudó a buscar trabajo e incluso me permitió vivir con ella, algo que hoy en día sigo agradeciéndole, hasta que yo me pude independizar gracias al dinero conseguido en mi nuevo oficio.
OPINIONES Y COMENTARIOS