Los cambios duelen. A veces a no poder más. A veces hasta morir. No literalmente.

Como explicarlo? Siente. Te ves en el reflejo y una punzada sutil comienza por el estómago, sube al pecho y sale por la boca con un grito ahogado. No lo oyes, tan solo resuena en tus oídos y rebota en la piel. La cual se vuelve áspera, dura a roer;

la metamorfosis comienza.

Es invisible a una simple vista.

Ves a una persona feliz, llena de alegría, que baila, se ríe. No se cansa de abrazar. Todo a una simple vista. Te hace reír y sentirte cómodo con cada sonrisa que esboza y dibuja en tu rostro. Pero luego, miras a los ojos y te das cuenta de esta mirada triste. Podrías decir perdida, pero no. Simplemente está llena del pasado. De aquel dolor que transforma la piel con el objetivo de proteger al ser vivo que era un indefenso feliz.

Aquellos laberintos ya han desvanecido, pero siguen presentes en aquella mirada que sigue divagando en búsqueda del pasado. Algo exagerado, sobre todo porque dirías que es agua pasada. Estancada. Pero no, siguen allí, bajo la coraza que aguarda un corazón herido. Miles de punzadas recibidas convierten la piel resistente a prueba de fuego, balas y traiciones humanas.

Los cambios duelen siempre, a veces hasta morir. No literalmente, pero sí por dentro.

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