Me da miedo escribir. No siempre estoy convencido de hacerlo, no sé si soy bueno, parto desde ahí. Escudriño lo que siento o pienso, lo plasmo y después me queda el vacío de que si es realmente genuino. Y es que a veces la fluidez se desborda de la línea, se cuela un recuerdo, se entrelazan los sentimientos con ideas que termina desnaturalizando el motivo por la cual tuve la iniciativa. Sin mencionar el juicio de quién lo lee, si es que alguien lo lee.
Al final cada quien expresa su libertad en diferentes formatos; fotos, logros, los piolines de la tía, trabajo, familia , etc. En mi intento de crear algo, destaco que el arte se desborda de formas inusuales, no sé si entro en la estupidez o en la intelectualidad, pero valorar la exquisitez y la mediocridad depende de la fragilidad del corazón y su forma de jugar con las palabras. Aún así, me arriesgo y empiezo a entender que el ejercicio parte de lo ansioso que es el espíritu, que intenta despertar mediante el lenguaje y su forma de conectar con los demás.
Perdí la pena y ya estoy aquí, empezando un proyecto de vida que me ayudará a sanar mis heridas y entrelazar la de aquellos que se conectan con una sonrisa o una lágrima. Espero llegar lejos en ese camino denso que hay en mi interior.
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