Cierta mañana de un fin de semana me topé deambulando por un supermercado del barrio, daba y daba vueltas como para matar el tiempo, buscando no sé qué cosa en los estantes del almacén, que bien sabía no iba o no quería encontrar.
Me llamó mucho la atención la presencia de tantos promotores de ventas en un sitio tan reducido. Siempre he sentido mucho respeto y hasta envidia lo manifiesto abiertamente, con los artilugios usados e inventados por los ejecutivos de ventas, bastante innovadores y persuasivos resultan en su afán para conseguir que los comunes, vulgares e inocuos consumidores seamos presa fácil en la urdimbre de sus tácticas comerciales.
En una de tantas vueltas improductivas transitaba pausadamente por la zona donde se ubican las carnes procesadas y los lácteos; por pura casualidad escuché la conversación que sostenían el representante de una marca de yogures con una señora. Decía el vendedor:
-llévelo, mi señora, este yogur no la hará engordar, posee tales y tales beneficios para la salud, el colesterol, los triglicéridos, el tránsito intestinal y no sé cuantas más ventajas y cosas mágicas peroraba el promotor de ventas, tantas que ahora no logro recordar.
Ella con cierto viso de inseguridad decía: -pero es que todas las marcas de yogures dicen lo mismo.
-Llévelo mi señora, se lo garantizo.
-No sé, es que mi silueta; rebatía ella.
Luego de un tiempo de propuestas y contrapropuestas percibí leve pero muy claramente la siguiente proposición:
-Señora si lleva un litro del yogur que le estoy ofreciendo le obsequio un plato de lechona;
a lo que la “robusta” señora, con rostro apetente respondió preguntando:
– ¿Y si llevo dos litros me obsequia dos platos?
 
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