¿Cuántas equivocaciones cometemos en la vida?
¿Cuántos fallos que nos marcan y atormentan?
¿Cuántos errores nos guardamos en la mochila de la culpa?
¡Sí!, tenemos derecho a equivocarnos, pero no tenemos derecho a culpar a nadie por nuestras malas obras.
¡Sí!, a veces nos equivocamos de camino o nos salimos un poco de él, por un tiempo, pero da igual lo que tardemos en regresar, lo importante es volver a hacerlo; búscate, cada vez que te pierdas, vuelve a tu camino renovado, usa el dolor para moldearte una nueva armadura, no salgas corriendo de él, acéptalo.
¡Sí!, yo también me he sentido como un río seco y sin peces, como una flor que no tiene aroma, como un pajarillo al que cortaron las alas; pero esto es la vida; la vida es aprender a navegar por el mar, aunque te sientas mareado; conocer como es volar por el cielo, aunque sientas vértigo; entender como es caminar por la tierra, aunque te sientas cansado; porque para aprender del mar hay que navegar, porque para conocer el cielo hay que lanzarse a volar, porque para entender la tierra la tenemos que caminar.
La vida nos ofrece millones de momentos para explorarla, para entenderla, para aceptarla; millones de momentos para agradecer las experiencias vividas, para agradecer todo lo que tenemos y olvidarnos de lo que creemos que nos falta.
¡Y sí!, no puedes culpar a nadie por tus malas acciones o tus malas decisiones; pero tampoco debes culparte a ti mismo.
¿Sabes por qué?
Porque tienes todo el derecho a equivocarte.
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