¿Afligirse? ¿ Para qué?, si aunque discrepantes al final todos desembocamos en un mismo mar, todos tenemos un boleto asegurado.
Reputamos la dicha de ser chóferes de un autobus llamado vida, que transcurre por un camino que nominamos Destino, cuyo final es un aeropuerto de una única aerolínea con nombre estampado en su avión: Muerte.
En éste recorrido, ascienden muchos pasajeros, algunos saludan y lucen sus nombres , dicen llamarsen Amor, Odio, Alegría, Tristeza, de apellidos Bondad, Sufrimiento, Humildad, Angustia… Otros sencillamente ingresan, pagan el precio y arian en estaciones para dar paso a clientes abonados y pudientes.
Mientras estamos al volante, incurrimos errores que plantan riesgos en la estabilidad de la vía, como divisar mucho tiempo el retrovisor hacia el pasado o distraerse en otros autobuses.
Muchos culminan sus rutas deslucidos, sin combustibles, mientras otros fastuosos y dichosos de haber llegado, oportunamente por acaecer obedecido a las normas de tránsito que conductores experimentados les acosejaron y advirtieron.
Por eso, ¿ Afligirse? ¿ Para qué?, si desmesurada es la puerta a ingresar al avión, puerta que no atesora detectores ni sensores que limitan el paso, pues, el avión está en constante servicio.
Entonces, goza de tu trayecto, no sabes si detrás de la próxima curva te topes con el anuncio de bienvenida al aeropuerto, y al aupar al avión, las personas que conciben su ticker para también subir, entre lagrimas y dolor te digan: Felíz Viaje
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