Ya todo estaba listo. Mientras yo me escondía entre la gente, agitada, temblando y con una presión en el pecho, los guardias aparecieron flameando una bandera con esa insignia dorada a la que todxs veneraban. Y ahí estaban ellas. Podía notar sus rostros endurecidos pero con la frente en alto por saber que cuidaban un legado que debía ser transmitido y continuado. Todxs las insultaban, sintiéndose victoriosxs, mientras los gritos aumentaban y se percibía el desprecio en el aire. Las antorchas llegaron y el fuego comenzó a crecer rápidamente. Para ese momento, el sol había alcanzado la parte más alta en el cielo.
Lo único que deseaba era que la lluvia apareciera y trajese con ella alguna oportunidad de cambiar lo que estaba sucediendo. Pero el calor era sofocante. No había nubes esperanzadoras y la tierra se hacía polvo bajo las pisadas de la gente que se había amontonado expectante, clamando una justicia que atentaba contra todo lo que yo conocía como amor.
Con eso ocurriendo ante mis ojos, sentía que los valores que de niña me habían sido inculcados quedaban nulos ante una sentencia sin fundamentos que ejercía poder de una manera totalmente arbitraria. Las mujeres eran perseguidas y cazadas por cuidar, por ser sanadoras, por maternar, por tener conocimientos sobre botánica, alquimia y fertilidad. El clérigo sentía tanta amenaza frente al poder de la experiencia de todas ellas, que creía que la única manera de silenciarlas era haciéndolas arder hasta volverlas cenizas.
Podía sentir el dolor en mi alma, como si mi cuerpo ardiera junto con el de aquellas mujeres. Unos ojos entre medio del humo denso y oscuro se encontraron con los míos. Era un rostro desconocido pero a la vez tan familiar… pude ver cómo una sonrisa afectuosa iluminó su semblante. Me conocía.
Desperté sobresaltada y con lágrimas en la cara. Me quedé mirando la nada, con la mente en blanco, tratando de recordar cada detalle para poder entender qué quería decir. ¿Quiénes eran ellas y qué conexión tendrían conmigo?
La mañana siguiente comenzó como cualquier otra. El rocío que todavía dormía sobre el pasto mojaba mis tobillos con cada paso que daba. Iba recolectando hierbas que todavía estaban húmedas y sus distintos aromas se impregnaban en mí. Era mi momento favorito del día; Lavanda para la piel, Verbena y Menta para las jaquecas, Romero , Jengibre para las embarazadas… y así mi canasta se iba llenando, perfumando y cargando de distintas energías que las hierbas aportaban.
Una pequeña fogata se vislumbraba más adentro en el bosque, el aroma del Enebro llamó mi atención. Gregory estaba parado junto al fuego ensimismado en sus pensamientos. Mientras me acercaba pude notar un gesto de preocupación en su cara.
– ¿Qué sucede Greg?
– Tengo un sentimiento extraño, creo que algo va a suceder. Anoche vi a los guardias del rey merodeando la aldea, buscaban algo, estoy seguro. Aún puedo escuchar sus susurros en mi cabeza.
Hablaba sin mirarme. Tenía los ojos puestos en las hierbas que se quemaban frente a él, como si pudieran proporcionarle algún tipo de inmunidad.
– Nadie va a venir por ti. Puedes quedarte tranquilo con nosotrxs, ahora eres parte de esta aldea y eso te convierte en nuestra familia. Te protegeremos como tal.
Mientras me alejaba, no podía dejar de pensar en lo que me había dicho. Cuánto tiempo faltaría para que se enteraran de la verdad sobre Gregory. Sólo pensar que se alejara de mí, me estremecía el cuerpo.
Recorrí la aldea entera esperando encontrar a Kendrick, el jefe de guerra de nuestra comunidad, el que organizaba las cacerías y nos enseñaba a usar las espadas para mantenernos protegidxs. Todavía recuerdo una de sus lecciones cuando dijo que veía el reflejo de Morrigan en mí. Ella, Diosa de la guerra, que se presentaba en las batallas para transmitir confianza, ira y fortaleza a lxs guerrerxs. Él creía que mi falta de práctica con las armas se reemplazaba por mi valentía, esa que me impulsaba a pelear por las causas que creía justas y merecedoras de una batalla. Lo encontré sentado a la orilla del lago Callander y me senté sobre una roca junto a él, decidida a contarle lo que me estaba atormentando, con la esperanza de que pudiera darme la tranquilidad que necesitaba en ese momento.
– No te ves muy animada el día de hoy, ¿ocurrió algo con Leslie o Dewy? ¿Necesitas algo del pueblo?
Leslie y Dewy eran las mujeres embarazadas de la aldea.
Aunque quería contarle la verdad, no me animaba. Sabía que podía confiar en él pero algo me detenía, aun no era el momento, no estaba lista para escuchar lo que podía llegar a decirme. Pero ¿qué pasaría si el presentimiento de Greg era cierto?
– Leslie amaneció con mareos, pero ya recolecté las raíces que necesita, en unas horas estará mejor. – le respondí, evadiendo mis pensamientos e intentando transmitir seguridad en lo que estaba diciendo.
– ¿Y entonces por qué estás aquí Caillic? – miró fijamente mis ojos, como si pudiera analizarme por dentro.
– Sólo necesitaba un poco de tranquilidad, y… la vista es maravillosa.
Nos quedamos unos minutos en silencio. Apoyó su mano sobre mi hombro de manera afectuosa, agarró sus armas que descansaban a su lado y regresó a sus labores. No había jerarquías en nuestra comunidad, pero Kendrick era portador de una gran sabiduría por lo que todxs recurrían a él en busca de consejos y soluciones.
Caía la noche y la aldea quedaba bañada de color fuego, un color que brillaba enérgico en las puertas de las casas, crepitando desde sus antorchas. El silencio intenso invitaba a mirar el cielo estrellado, viajar hacia nosotrxs mismxs e intentar encontrarnos con nuestra verdadera esencia. Era magnético y embriagador. En noches así el sueño de la hoguera era recurrente, y aunque pedía respuestas, lo único que veía era a las mismas tres mujeres. Algunas veces las veía rodeadas de fuego como la primera vez, sufriendo, condenadas, resignadas. Algunas noches las veía danzar descalzas sobre un acantilado con vestidos blancos y el viento que movía sus cabellos oscuros. Pero a menudo las soñaba con las caras pintadas con suaves trazos negros, azules y celestes, con trenzas de las que colgaban plumas de color violeta intenso que me recordaban a la Diosa Morrigan de la que Kendrick me hablaba. Ella se transformaba en cuervo después de las batallas y hurgaba entre los cuerpos sin vida de lxs derrotadxs.
Las veía tristes, las veía felices y las veía guerreras… Una parte de mí no quería saber la conexión ni el mensaje de estos sueños. Sabía que iba a ser algo que no podría ignorar, que palpitaría dentro de mí golpeando mi cuerpo, pidiendo libertad, pidiendo alas, pidiendo empoderamiento. Pero a su vez, otra parte estaba lista para conectar con toda esa poderosa información.
Decidí empezar a investigar entre las mujeres más ancianas, las llamaban “las ocultas”. Empecé a observarlas además de admirarlas. Intenté pasar con ellas todo el tiempo que me era posible sin descuidar los cultivos, ni desatender a las embarazadas que necesitaban mis cuidados. Esas eran mis tareas de prioridad y no estaba dispuesta a sacrificarlas por una búsqueda personal que ni siquiera sabía hacia dónde me estaba llevando. Pasaba tanto tiempo con ellas, que logré que notaran el interés genuino que me invadía hacia todo lo que hacían. Empecé a participar de sus círculos de mujeres, esos encuentros sagrados donde celebraban las estaciones del año, hablaban de sus miedos, honraban a la luna pero principalmente se apoyaban entre ellas. Se conectaban con su poder interior, con su magia. Al sentarse en círculo, se reconocían la una en la otra, así lograban despertar y explotar su feminidad más sagrada. Mientras se acercaba el día de la luna llena comenzaron a enseñarme lo más importante; desde el altar, los cuatro Elementos y sus elementales, el Atame, lxs Dioses que se invocaban, y hasta las reglas principales. Cada Elemental (Aire, Tierra, Fuego y Agua) ayudaba en distintas intenciones, dependía del fin para el que se hiciera el ritual, al igual que las hierbas que se prendían y las oraciones que se decían. Todo tenía un propósito basado en el servicio. Una de sus leyes más importantes era “Haz lo que tú quieras mientras no dañes a nadie”.
La noche que esperaba llegó. El reflejo de la luna brillaba sobre el lago y le daba vida a cada una de sus ondas que tomaban forma con la ayuda del viento. Era el momento perfecto y la ansiedad había estado matándome, pero me sentía lista… Las ocultas también estaban listas para iniciarme, cada una en la posición que le correspondía. Formaron un círculo y me situaron en el medio de todas ellas, abrí los brazos y pude sentir su energía girando en torno a mí, me sentía eufórica, estaba con los ojos cerrados pero todavía podía verlas. Mis sentidos estaban potencialmente activos y de un momento a otro empecé a escuchar un sonido demasiado agudo. Me lastimaba, caí de rodillas con la cabeza entre mis manos tratando de apaciguar el ruido que penetraba como una espada atravesando mis oídos, todo me daba vueltas… Cuando mi cuerpo por fin se acostumbraba al ruido que poco a poco se hacía más lejano, las vi. Las tres mujeres de mis sueños con sus vestidos blancos y el pelo suelto. Me tendieron una mano y me ayudaron a incorporarme nuevamente. No entendía cómo fue que cerré mis ojos en el ritual y los abrí frente a un acantilado imponente. Tenía esa sensación de confusión como cuando soñé por primera vez con ellas, solo que en esta ocasión estaban aquí conmigo.
– ¿Dónde estamos?
– En la isla de Skye.
Veía hielo en sus miradas, y sus rostros estaban tensos.
– ¿Qué hago aquí? ¿dónde están las ocultas?
– Pediste respuestas, por eso estás aquí. Te hemos estado buscando por mucho tiempo pero nos encontraste primero, el día que nos condenaron.
– ¿Ese sueño fue real? ¿Esto es un sueño también? Creí que había un mensaje en todo eso, pero que sólo eran imágenes en mi cabeza. ¿Por qué me buscaban?
Había cientos de preguntas pero debía calmarme si quería entender qué estaba pasando.
– Habita un huracán dentro de ti, debes dejarlo salir, no perteneces al lugar en donde vives, encuentra nuestro clan y ayúdalas, te necesitan tanto como tú a ellas.
Volví a despertar en Callander con las ancianas que ahora se encontraban reunidas un poco más alejadas del lugar donde yo había quedado acostada. Sentía que mi cuerpo se había retorcido, mis músculos estaban tensos y podía notar el agotamiento en todo el cuerpo. Mis manos me hormigueaban, aparté las mangas largas de la túnica que llevaba puesta y solté un grito cuando vi que mis dedos estaban azulados. Me acerque trastabillando a las demás, que estaban esperando que recobrara la consciencia.
– Siéntate Caillic, has estado en trance y tu cuerpo estará muy debilitado por unos minutos.
– ¿Qué me está pasando, por qué mis manos están así? ¡Casi no las siento!
– Tranquila, respira profundo e intenta calmarte. En todas las iniciaciones, los Dioses que se invocan dejan marcas en aquellas personas que tengan algún don para ser explotado. Al amanecer ya no las tendrás pero en ocasiones te recordaran el gran potencial que tienes. Cuando aparecen en las manos, están relacionadas a la sanación.
Me explicaban con tanta naturalidad que empecé a entender por qué las iniciaciones se hacían a partir de cierta edad, no me sentía lista como yo creía para todo lo que había visto ni lo que me estaba pasando.
– ¡Nunca he sanado a nadie! Sólo asisto en la aldea porque conozco las propiedades de cada hierba pero no creo tener ningún don, cualquier persona podría estudiar sus características y ayudar.
– Nadie puede obligarte a reconocer y aceptar tu poder. Acudiste a nosotras en busca de respuestas pero no olvides que tú eres la que decide qué hacer con esta experiencia, y ahora que lo sabes no podrás esconderte.
Esa noche pasó muy tranquila, sin sueños de ningún tipo. A la mañana Greg vino al huerto, despeinado, medio desarreglado, evidentemente todavía estaba preocupado por su situación y se notaba perfectamente que no había tenido una buena noche.
– Ay Greg, no te ves nada bien, por qué no te sientas-, me interrumpió antes que pudiera decirle nada.
– Caillic, debo irme hoy. Los cazadores acaban de regresar y dijeron que, a tres días de aquí, se acercan guardias del Rey y no pienso quedarme sentado dejando al azar el motivo de su llegada.
– ¿Qué? No. Iremos a buscar a Kendrick y encontraremos una solución para que ya no sigas huyendo. Debemos terminar con todo, no puedes seguir viviendo así… Vi a Kendrick temprano visitando a Dewy. Estamos de suerte, hoy regresó del pueblo. ¡Vamos !
– Kendrick, necesitamos tu ayuda – Lo encontramos cerca de las cabañas, cansado por el viaje.
– ¿Qué pasó muchachxs? Tengo prisa, todxs me esperan para poder mejorar sus técnicas de guerra y ustedes deberían estar allí también. Están nerviosxs y asustadxs por los rumores de que la guardia del Rey viene hacia acá. No sé por qué esa visita trae tan mala energía, pero de todas maneras jamás podría prepararlos para una batalla así. Nos triplican en cantidad, sería una masacre. ¿Qué necesitan, en qué lxs puedo ayudar?
– Justamente de eso queríamos hablar contigo. Es importante y trataré de no ocuparte mucho tiempo, pero hay algo que debes saber…
Su voz quebrada me hizo vibrar hasta el alma. ¿Tristeza? ¿Culpa? ¿Miedo? ¿Preocupación? No me gustaba sentirlo así, quería ayudarlo pero no sabía cómo.
– Mira Kendrick, sé que debí contarte esto cuando llegué pero me recibieron tan bien que me dio miedo perder todo lo lindo que me hacían sentir. Estoy preparado ahora y me haré cargo de las consecuencias. Cuando vivía en Inglaterra tenía una prestigiosa imprenta; “Lackfort´s Press” y la veracidad de mis escritos era lo que más me importaba. Cada persona que leía mis comunicados sabía que podía confiar, me costó mucho tiempo y esfuerzo llegar a donde estaba y disfrutaba trabajando en ello: se había convertido en mi mejor compañía. Un día llegaron dos hombres que no habían venido antes por la imprenta (difícilmente se me olvida un rostro). Me dijeron que traían información comprometedora del Rey y la Iglesia, que aseguraban haberla recibido de buena fuente. Vestían casacas negras, pantalones claros, medias de seda, y por la cantidad de telas sabía que poseían muchas riquezas. Sentí que podía confiar en su información y aunque sabía que publicar cosas desafiando al clérigo me traería problemas, una parte de mí quería que todxs se enteraran del poder arbitrario que estaban ejerciendo. Tantas muertes que había bajo su maliciosa idea de hacerlas en el nombre del Todopoderoso. Tenían un registro de cada persona colgada y quemada. Párrafos y párrafos explicando cómo aplicaban la misma condena a personas que cometían homicidio, hurtaban, violaban, hacían contrabando o sobornaban. También condenaban con pena de muerte a los que ellos creían que tenían mala conducta o generaban un desorden público, porque detrás de esas condenas injustificadas había una amenaza de poder. De esta manera imponían su respeto y autoridad a costa de miles de personas que perdían su vida, miles de familias que quedaban devastadas, con heridas que nunca sanarían, miles de niñxs sin padre o madre. No había diferencia alguna entre delincuentes o trabajadores honrados si la Iglesia decía que eran enviados del Diablo o herejes. Se los castigaba de la misma manera, se los condenaba a muertes deshonrosas y la mayoría de las veces las familias ni siquiera tenían derecho a reclamar los cuerpos para darles el ritual o el entierro que se merecían . Acorde iba leyendo toda esa información minuciosamente detallada, mi rabia e impotencia aumentaban apoderándose de mí y sin pensarlo, ese mismo día, la publiqué. Sentí que estaba haciendo algo bueno por todxs; que teníamxs derecho a saber quiénes estaban manejando nuestras vidas desde un trono tallado con insignias de oro a las que debíamos jurar lealtad y venerar. Había que elegir si queríamos o no ser personajes de esas macabras historias que ellos creaban para transformar nuestras vidas, acallando nuestra propia voz. Pero no medí las consecuencias y aunque no me arrepiento, hoy todavía me duele haber perdido todo y tener que salir huyendo…
– ¿Cómo fue que lo perdiste todo Gregory? – Kendrick escuchaba su historia atentamente.
– A los dos días, mientras iba camino a la imprenta un humo negro se mezclaba con las nubes. La gente de la ciudad se había organizado para apagar el fuego salvaje que amenazaba no solo mi trabajo, al que le había dedicado mi vida entera y depositado tanto amor, sino todo lo que lo rodeaba. Comencé a correr, las lágrimas brotaban de mis ojos por la impotencia y desesperación, y casi cuando estaba por llegar los mismos dos hombres que me habían entregado la información salieron de entre la gente y me interceptaron. Querían advertirme que la Iglesia no estaba para nada contenta con el comunicado, como era de esperar y que vendrían por mí con unas cuantas excusas de difamación y desacato. No recuerdo los detalles de la conversación pero sé que me ayudaron a escapar. Hoy, que revivo la historia y la pongo en palabras, ya no estoy seguro si lo hicieron por culpa o porque todo estaba planeado y habían sido enviados para sacarme del medio. Así que supongo que mi cabeza tenía precio, sólo que no querían hacerlo a la vista de todos. Por eso me siento fugitivo sin haber cometido ningún crimen y creo que estos guerreros del Rey vienen por mí ahora. Perdón Kendrick, sé que estoy poniendo en peligro a toda la aldea y no es justo pero necesitaba saber si estaban dispuestos a hacerle frente a este escuadrón enemigo que viene en camino o si debería considerar que llegó la hora de seguir mi viaje lejos de aquí, lejos de todxs ustedes.
Hubo unos cuantos segundos de silencio, Gregory con la cabeza gacha y yo con los ojos llenos de lágrimas sintiendo en el pecho su dolor. Le habían arrebatado todo por lo que se había esforzado durante tantos años por intentar hacer algo que creía correcto. Tenía un corazón noble, yo había podido verlo y eso hacía que quisiera levantar mi espada para defenderlo. No me importaba a quien tuviéramos que enfrentar.
– No es justo lo que te pasó muchacho pero no puedo preparar a esta comunidad para enfrentarse al Rey, sería enviarlos a una muerte segura. No podremos pelear por ti, lo siento mucho y espero que logres entender mi decisión, no es personal, pero mi deber es cuidarlxs.
Kendrick hablaba con demasiada frialdad, parecían palabras vacías, carentes de sentimiento y empatía.
– ¡¿Qué?! Te estás olvidando que la familia no abandona. No importan las circunstancias. No puede sólo irse, así como así. El pertenece aquí tanto como nosotrxs, le dije.
La rabia me invadió hasta el alma, y sólo podía sentir calor y un gran hormigueo en mis manos mientras veía como el color azul volvía a mis dedos. Estaba defraudando al hombre del que me había enamorado.
– Está bien Caillic, tranquila. Él tiene razón, sabíamos que este día llegaría y creo que no tenemos tiempo que perder. Alistaré mis cosas y me iré. No pondré mi vida por encima de las suyas ni de las de todxs en esta aldea. Siempre estaré muy agradecido por haberme hecho sentir que pertenecía aquí.
Le estiró su mano a Kendrick a modo de agradecimiento y simplemente se alejó para preparar su partida.
– ¡No puedes dejar que se vaya!
No conseguía tranquilizarme y ya mis pensamientos estaban siendo gobernados por la ira.
– No tengo nada que seguir haciendo en esta aldea, voy a partir con él.
– Caillic espera. Piensa las cosas de manera neutra, no puedes irte. Si el Rey todavía lo está buscando no hay lugar en donde pueda esconderse para siempre, llegará el día en que lo encuentren y lo condenen por lo que hizo. Si él puede entenderlo entonces tú también, no actúes como una niña caprichosa que no consiguió obtener lo que quiso.
Kendrick seguía hablando con frialdad y su templanza ante toda esta situación me ponía peor.
– ¡Pero no hizo nada malo!
– Usó sus medios para ir en contra del Rey y la Iglesia. ¿Cómo crees que eso puede salir bien sin recibir un castigo a cambio? Lleva aquí más de seis meses. Deberías agradecer que aún sigue libre. No arriesgaré la vida de todxs por alguien que sabía lo que estaba haciendo. Todos sabemos lo que pasará si llegamos a esconderlo. Prenderán fuego las casas y eso será lo menos dañino que nos espera porque nos convertiremos en cómplices.
– ¡Es que no entiendes!
Mi voz cada vez alcanzaba un tono más fuerte. Los aldeanos que pasaban cerca se asombraban al vernos discutir así. Kendrick era mi confidente, éramos muy cercanos y sé que le dolía la decisión que estaba tomando.
– No fue por ir en contra del Rey, fue para estar del lado de todxs lxs que somos gobernados por personas que prefieren riquezas, reputación, posición política y autoridad, antes que la vida de sus subordinados. Tu Rey no va a hacer nada por ti, no me pidas que haga lo que me dices sólo porque no le gusta que su verdad sea divulgada. Lo siento Kendrick. Cuida de Leslie y Dewy por mí y créeme que me gustaría que esto sea de otra manera. Gracias por todo lo que me enseñaste, pero nuestro camino juntos termina aquí.
– Espera, si realmente es tu decisión final, quiero darte algo.
Sacó tres plumas violetas de su bolso y me las obsequió.
– ¡Las plumas de las guerreras!
Las reconocí en el momento en que las sacó y la rabia que me estaba consumiendo empezó a disminuir en ese preciso instante.
– ¿Las has visto antes?, me preguntó asombrado
– Tengo unos sueños recurrentes y en algunos he visto a tres guerreras, pintadas y con estas plumas decorando sus trenzas. Tienen un color tan intenso que sería imposible no recordarlo.
Calló unos segundos para poder encontrar las palabras adecuadas, o por lo menos eso me parecía a mí.
– Las plumas de las guerreras van de generación en generación. Sólo puedes convertirte en un guerrerx reconocidx si portas las plumas. Son símbolo de nobleza y jerarquía. No hay ningún caballero del Rey que no la porte bajo su armadura. Les da protección para cada batalla y la fuerza y el coraje de Morrigan. Mi padre me las dio hace ya algunos años, antes de morir defendiendo al Rey. Hoy es el mismo Rey el que me aleja de ti.
– Kendrick, no sé qué decir… siempre estarás en mí, te quiero y sé que esta no será la última vez que nos veremos.
Lo abracé tanto que nuestras energías se fundieron en una sola pero no quería que me viera llorar, más bien quería que me viera segura de la decisión que había tomado, con la fortaleza que él tanto admiraba de mí. Así que solo me aparté y me marché.
Cuando estuve fuera de su vista, corrí a buscar a Greg con lágrimas que me recorrían la cara y una parte de mi corazón que se quebraba para poder permanecer en este lugar que tanto amaba y tantos años de felicidad me había regalado. La causa que estaba defendiendo era justa. Realmente no quería separarme de él. Lo alcancé cuando estaba adentrándose en el bosque, me abalancé sobre él y lo envolví en un abrazo que simbolizaba una lealtad absoluta, una unión que nadie entendería. Estaba dejando todo por él y no me pesaba en absoluto, aunque sinceramente me costó convencerlo para que dejara la culpa a un lado y me permitiera acompañarlo estuviese de acuerdo o no.
– El mundo necesita almas valientes que luchen contra la tiranía y la maldad y tú eres una de esas almas y te admiro por eso.
Se lo dije casi penetrando sus ojos y se quedó viéndome, conmovido por mis palabras. Nos fundimos en un beso que marcó un antes y un después en esta aventura que estaba empezando para nosotrxs.
Seguimos a caballo tratando de alejarnos lo más posible de la aldea y de cualquier búsqueda que pudiera hacerse a sus alrededores.
Capítulo 2:
Clan Macleod
No teníamos un rumbo fijo pero mientras avanzábamos hacia ningún lugar imaginábamos como iba a ser nuestra vida. Nos habíamos pasado los últimos meses de pueblo en pueblo sin sentir ningún lugar tan especial como para pertenecer. Cada vez nos volvíamos más nómades y a pesar de no tener ningún propósito nos reconfortaba saber que estábamos en esto juntos, que nos elegíamos y que por sobre todas las cosas, el amor que estábamos construyendo día a día nos aseguraba que este modo de vida era pasajero. Nos gustaba soñar con grandes ciudades, fuera de los límites de Escocia, con viajes en barcos, los paisajes que nos encontraríamos y todos los atardeceres que contemplaríamos sin prisas, en paz.
Nos alejábamos de un pueblo llamado Broadford, cuando nos topamos de frente a un gran acantilado. Me hizo recordar la visión que tuve en mi iniciación a la Antigua Religión, rodeada de Las Ocultas y sus túnicas blancas, sus Atames, el círculo de pétalos en el suelo donde las sabias se posicionaban y donde yo quedé recostada. Recuerdo también a Dewy cerca de mí, cuidándome en todo mi trance, asistiéndome, así como yo lo hacía con ella cada día de su embarazo. Me preguntaba cómo habría sido su parto, quien habría estado allí con ella. Jugué por unos minutos a inventar las caritas de lxs niñxs de Leslie y Dewy. Pensaba también en el momento que hablamos con Kendrick, cómo mis dedos volvieron a cambiar de color, era claro que aún no controlaba el poder que llevaba dentro, no podía hacerlo consciente y me asustaba no conocer mis límites. El don de lxs Dioses para las brujas de sangre pura… qué poco sabía de mis padres biológicos. Los que habitaban la aldea eran mi única familia y fueron los que me acogieron desde pequeña cuando me encontraron perdida en el bosque, cerca del Lago Callender. Saber mi origen me ayudaría a entender un poco más las cosas pero las tres brujas de mis sueños dijeron que había muchas mujeres que me necesitaban tanto como yo a ellas. ¿Dónde estarían? ¿Qué podría brindarles si ni siquiera sabía el potencial de mi propio poder? Mis pensamientos fluían con cierta melancolía, se elevaban al cielo y luego caían a toda velocidad por ese imponente acantilado que nos tenía allí paradxs casi inmóviles, en silencio, inmersxs en nosotrxs mismxs. Solitarixs, pero acompañadxs. Libres, pero unidxs.
– Nunca dejaré de agradecerte el haber venido conmigo y apoyarme, el haber abandonado todo por mí. No encuentro las palabras que expresen lo que hoy siento por tí pero te prometo bajo esta luna llena que nos ilumina el camino que mi alma te pertenece. Que te buscaré en cada vida, porque esta no es la única historia que tendremos juntxs. Confías en mí como nunca nadie lo hizo, y sé que sientes el mismo amor que yo siento aquí en mi pecho.
Sus palabras me devolvieron al tiempo mundano que había abandonado por unos minutos, el viento las hacía danzar sobre aquel paisaje, rodeándonos, conectándonos. Mientras me hablaba, acariciaba largos mechones rojizos que colgaban sobre mi espalda llegando a mi cintura. Lo rodeé con los brazos, me apreté contra su cuerpo y le besé el cuello mientras le susurraba al oído:
– Estoy donde realmente quiero estar y acompañada de la persona que amo. Nada puede salir mal.
Mientras volvíamos a los caballos decidimos dormir bajo las estrellas, la noche estaba tan hermosa que no queríamos que un techo nos impidiera admirarla.
– No siento culpa de haber partido, te pido que no la sientas por mí. Disfrutemos de estar juntxs, sigamos buscando nuestro lugar, ese que nos haga despertar felices cada mañana.
– Creo que en la aldea podrías haber encontrado más respuestas, no quiero ser un obstáculo para tu evolución. Simplemente deseo que tu vuelo sea cada vez más alto y quizás aquí, sin un rumbo, sin un lugar. No lo sé, de pronto te esté arrastrando a un destino que no te pertenece. Tú estás para hacer grandes cosas, tienes poderes por descubrir y explotar. Tienes un propósito, una búsqueda personal y estás conmigo que perdí todo en Inglaterra.
Sus ojos habían perdido un poco el brillo este último tiempo. Pero recordaba su mirada, delineada por pestañas largas y oscuras que me embriagaron el día en que lo conocí, imposible olvidarse, todavía me enamoraban cada vez que lo miraba.
– Realmente amé haber crecido en ese lugar, rodeada de personas que me enseñaron tanto y estoy muy agradecida al Universo que me lo permitió pero mis respuestas aparecerán a partir de ahora, a partir de esta decisión que tomé porque no fue solo por ti, también fue por mí porque nos esperan grandes cosas, a los dos, estoy segura. Todo saldrá bien, ya verás. Intenta descansar, mañana será otro día.
Me besó en la frente y el sueño se apoderó de mí.
Gregory no dormía tranquilo cuando acampábamos entre los árboles, se quedaba alerta y realmente no sé cómo lo conseguía o quizás yo dormía en paz porque sabía que él estaba ahí conmigo y no había lugar en el mundo donde me sintiera más segura.
– ¡Caillic, despierta! Debemos irnos ya, me despertó de una manera brusca, alarmado.
– ¿Qué sucede?
No veía a nadie a nuestro alrededor, no entendía por qué teníamos que salir huyendo de esa manera pero aun así mi espada ya estaba entre mis manos.
– ¡No hay tiempo, sube al caballo!
Greg estaba agitado, algo andaba mal, lo conocía. Abhainn también estaba intranquila. Era una yegua Claydesdale con un pelaje marrón oscuro, brilloso. Con su crin negra y sus patas blancas. Rápida como pocas, sabía que si la montaba estaría a salvo en pocos minutos pero antes que pudiéramos subir a nuestros caballos aparecieron varios hombres del Rey, sin armaduras pero con su insignia dorada. No era difícil reconocerlos con ese estandarte aunque no llevaran siquiera sus capas negras. No los había visto venir, salieron de entre los árboles y en dos segundos estaban empuñando sus espadas y venían hacía nosotrxs. Nos habían rodeado. Pude contar seis hombres.
Gregory empezó a girar en círculos apuntando a nuestros enemigos con su espada mientras que con la otra mano me sujetaba de la cintura, pegando mi espalda a la de él. Uno de ellos se adelantó y comenzó a hablarle a Greg en un tono muy bajo que no pude oír pero alcancé a notar maldad en sus ojos y una sonrisa irónica. Una extraña energía invadía cada uno de sus poros y, por supuesto, una incontrolable sed de pelea. Lo percibía lleno de ira como un volcán a punto de hacer erupción.
Mis dedos comenzaron a tornarse azules otra vez. En ese momento sin saber muy bien por qué, empecé a mover mi espada de formas que nunca lo había hecho. Era como si mi cuerpo estuviera actuando por sí solo. Bajé una rodilla de manera tal que una de mis manos tocara la tierra y con la otra levanté mi espada con el filo mirando el cielo. En ese momento pude sentir que oscilaba en pequeñas amplitudes por encima de mi cabeza. Empecé a escuchar susurros que repetí con fuerza. Acorde levantaba mi voz, el viento soplaba más poderoso, más y cada vez más… vi volar unas cuantas plumas violetas, Morrigan, pensé. Sé que eres tú. Los susurros seguían en mi cabeza, era un idioma que no conocía, pero en ese momento me resultaba tan familiar que parecía mi lengua natal. Al primer rival lo vencí con un movimiento rápido, recorriendo su garganta, que parecía de cristal bajo el filo de mi espada que ahora estaba del mismo azul que mis manos. El segundo y el tercero vinieron juntos. Agradecí cada lección que tuve con Kendrick y las horas que pasé junto a él aprendiendo a leer los movimientos del enemigo. Me deshice de ellos sin dificultad. Gregory ya estaba junto a mí. Había vencido a dos de los opoentes y estábamos listos para darle fin a la batalla cuando una flecha pasó entre nosotros perforando la cabeza del último hombre que quedaba de pie. Echamos un vistazo rápido a sus cuerpos, verificando que todos estuvieran sin vida, y fue después de eso que nos concentramos en la mujer que se encontraba apoyada en un árbol con las piernas cruzadas, relajada y simulando ser una espectadora. Tez morena, pelo trenzado, y la cara pintada con líneas de colores. Era delgada, portaba un collar con un gran Awen, un símbolo que tenía varios significados, pero estaba segura que era de origen pagano. Podía representar la tierra, el aire y el mar, o el cuerpo, la mente y el espíritu.
– ¿Están bien? – preguntó – Realmente no creo que necesitaran mi ayuda pero este territorio le pertenece al Clan Macleod y no quería tener que amontonar sus cuerpos junto con los de sus enemigos y llevarme sus caballos por estar aquí causando problemas.
Soltó una carcajada irónica, fuerte y hasta un poco desafiante.
– Lo siento, no sabíamos que este territorio pertenecía a su clan, sólo pasamos la noche aquí y nos atacaron, no pensábamos quedarnos, debemos seguir nuestro viaje, lamentamos que esto haya sucedido.
Mientras Greg le hablaba yo sólo la miraba, todavía me encontraba aturdida por la adrenalina, en esos momentos no podía pensar con claridad.
– ¿Hacia dónde se dirigen? Por lo que veo les siguen los pasos, así que deben saber que hay caballeros rastrillando zonas al azar por todos lados, y ahora creo entender que es lo que buscan.
– No lo sabemos aún, ni siquiera sabemos si permaneceremos en Escocia o si viajaremos hacia algún lugar más lejano.
– En ese caso quédense con nosotrxs hasta que los caballeros se retiren, quizás la próxima vez que lxs encuentren ni la suerte ni la magia estén de su lado.
Terminó la frase mirándome a los ojos pero ni yo podía explicar lo que había pasado, simplemente el cuerpo sabía lo que tenía que hacer y la magia apareció pero ella no tenía por qué saber de mis dudas así que solo le sostuve la mirada fijamente unos segundos hasta que Greg cortó el hielo…
– No gracias, seguiremos nuestro camino, no queremos perder más tiempo, llevamos meses viajando, respondió.
– He notado que no controlas bien tus poderes – Su mirada seguía fija en mí.
Ella lo ignoró completamente sin dejar de observarme. Me recordó cuando Kendrick me analizaba, y sentía como si pudiera meterse dentro de mi cabeza.
– En nuestrx castillo podrías aprender antes de seguir tu camino. La bruja de Macleod estaría feliz de recibirte y tenerte como aprendiz. Tus dedos se ponen azules, y portas tu espada con destreza y agilidad; ¿Eres sanadora o guerrera?
¿Por qué tanta insistencia en que nos quedáramos con ella, por qué tantas preguntas? Algo no me gustaba.
– ¡Insisto! Además, como dijiste muchacho, deben estar cansados de tanto viaje, acompáñenme. No les aceptaré un no.
Gregory me miró a modo de afirmación. Cuando se dirigía a su caballo pasó su mano por mi espalda y se acercó a mi oído.
– Nos vendrá bien una buena comida como huéspedes y quizás sea interesante para ti y encuentres información útil. Ya hablaremos de lo que pasó hoy, no tengas miedo, yo estoy contigo.
Sus palabras siempre me tranquilizaban, aunque no era miedo lo que sentía en ese momento, era desconfianza, nadie es así de generosx sin conocerte, algo quería a cambio, pero no lograba distinguir si eran mis pensamientos o mi intuición.
– ¿Y si es una trampa? Podría entregarnos después de ver lo que pasó, ya sabe que nos están buscando.
Mi cabeza iba a mil por hora.
– Estoy segura que pagarían mucho dinero a quien nos lleve con el Rey.
– Nos enteraremos en poco tiempo, siempre quedan fuerzas para una batalla más.
Me sonrió y mi nivel de tensión disminuyó automáticamente. Una sonrisa cómplice y un beso me relajaban, afrontaba de otra manera la situación por la que estuviéramos pasando.
Seguimos en silencio a la mujer que acabábamos de conocer, nos miraba de reojo de vez en cuando, parecía intranquila. Esto significaba una interrupción en nuestro camino, una pausa en nuestra búsqueda, pero quería recibirlo más bien como un puente, algo que nos ayudara a llegar a donde realmente queríamos. Nos acercábamos a un gran muro, que desde lejos parecía que lo que estaba protegiendo era un acantilado, pero acorde nos acercábamos, el castillo empezaba a aparecer.
– ¿Cuál es tu nombre?, le pregunté a la mujer cuando estábamos por atravesar las inmensas murallas.
– Soy Tiona, la protectora. Pero no te preocupes por eso ahora, ya habrá tiempo de presentaciones formales y trivialidades en la cena de esta noche.
Cuando volteó pude sentir que susurraba mi nombre, y una media sonrisa iluminó su rostro. Busqué la complicidad de Greg pero no estaba prestando atención, solo se centraba en el camino, para no olvidar por donde habíamos estado cabalgando y así tratar de memorizar el recorrido que habíamos hecho.
Tiona levantó su arco antes de detenernos frente a la puerta. Las dos guardianas se movieron a un lado dándonos paso y haciendo una reverencia. Portaban yelmos extraños, de colores claros y con dos cuernos afilados que sobresalían por encima de sus cabezas.
Desmontamos y cruzamos el umbral a pie. Una vez dentro, podía ver las calles bien delimitadas; partes de adoquines y partes de tierra y pasto. Estas últimas estaban inundadas de personas caminando de acá para allá, carretas, caballos y niñxs jugando. Las zonas que estaban adoquinadas se encontraban cubiertas por puestos muy bien organizados. Había quienes vendían pieles y alfombras, comida, (pescado era lo que más se veía) vasijas de distintos tamaños y estilos, algunas artesanías y un puesto muy pequeño de hierbas. ¿Las vendían? Me recordó cómo disfrutaba al recogerlas y pasar casa por casa asistiendo a quien tuviera algún dolor o molestia. Y en este lugar lucraban con ellas. Mi estancia aquí, definitivamente comenzaba mal. Todxs deberían tener no sólo el conocimiento sobre el uso medicinal que nos proporciona la Madre Tierra, sino acceso ilimitado a ella. Ya tenía un motivo, además de mi desconfianza, para no querer quedarme demasiado tiempo allí.
Llegamos al castillo. Todo estaba perfectamente cuidado. A los costados de las escaleras que conducían a la entrada, se desplegaban dos hileras de verdes arbustos, frondosos, casi brillantes. Todo en ese lugar estaba en comunión total con la naturaleza, como si ella hubiera estado ahí antes de levantar semejante fortaleza y no tuvieran el permiso de quitarla. Era realmente maravilloso. Había más guardianas merodeando las calles con esos yelmos tan particulares, pero no todas portaban las mismas armas, había arcos, espadas y lanzas.
Vinieron por nuestros caballos para llevarlos al establo y nosotrxs seguimos adelante. El piso tenía grabado unos símbolos que no conocía, las paredes tenían detalles de oro y los techos eran tan altos que parecían inalcanzables. De una de las puertas apareció una mujer que tras las órdenes de Tiona, nos condujo hacia nuestra habitación donde preparó dos tinas con deliciosa agua caliente, preparadas con sal y algunas hierbas. Reconocí por el fuerte aroma la menta, que, con solo permanecer en la habitación, hacía que nuestros pensamientos negativos se alejen, invitándonos a relajarnos y dejar todo lo que nos hacía sentir pesadxs, desganadxs e insegurxs. Nos quedamos sumergidxs un largo rato, hasta que el ruido de la puerta nos sobresaltó avisándonos que nos esperaban en el salón principal. Colocaron ropa limpia cerca de las tinas, con la intención de que estemos acorde a la situación, para la cual no veníamos preparadxs después de haber dormido bajo algunos árboles y un encuentro sorpresivo con algunos amiguitos que deseaban nuestras cabezas.
No me imaginaba encontrarnos con tanta gente, ni con tantas mujeres solas sentadas alrededor de la mesa. Tiona nos había apartado dos lugares casi en la punta, cerca de la cabecera, donde la mujer que la ocupaba nos miraba sonriente. Lucía una tiara incrustada de las más hermosas piedras preciosas. Topacios de color azul intenso. Estas piedras se adaptaban a la persona que las llevaba consigo, proporcionándole lo que necesitaba en cada momento: ánimo, motivación, curación, equilibro. Eran tan poderosas que favorecían el perdón y ayudaban a ver la verdad, disipaban las dudas y la incertidumbre, promoviendo la honestidad, sabiduría y autocontrol. El topacio era una de las piedras más buscadas en Escocia en ese momento, no se encontraban de ese color tan espectacular en cualquier lugar, y realmente no creo que todxs pudieran recibir semejante poder y ponerlo al servicio, sin dejarse seducir primero y usarlo para beneficio propio.
El nombre de la mujer. era Ceannard. A diferencia de Tiona, que vestía su Kilt en tonos marrones y siempre con su arco, ella tenía un vestido fabricado en tartán, pero no un Kilt. El tartán también era en tonos azules; relacionado a la comunicación. Sin lugar a dudas era la que gobernaba el castillo, la líder del clan Macleod. Empezaba a creer que quizás ese lugar tenía cosas interesantes, que sin lugar a dudas me fascinaban, no sólo porque el poder estaba en manos de mujeres- cosa que no pasaba en ningún otro lugar, sólo en las historias antiguas que alguna vez había escuchado – sino porque cada detalle estaba perfectamente pensado, como los símbolos del piso que había visto horas atrás, los cuales me explicaron que era la flor del cardo fusionada con lo que representaban ser las raíces del Tejo-. No había nada librado al azar. Y así transcurrió la cena, hablamos sobre el viaje, las ciudades que habíamos recorrido, la aldea, pero nunca mencionamos la historia de Gregory en Inglaterra, y ellas tampoco preguntaron por qué teníamos que estar huyendo.
– La leyenda dice que la Diosa Maeve invocó contracciones sobre un ejército que pretendía invadir su tierra. Por la manera en que mueves la espada, si es que lo haces como Tiona lo mencionó, tú podrías pertenecer a su linaje, me dijo Ceannard.
– Pero creo que es Morrigan quien me acompaña. La persona que me enseñó a luchar y a defenderme siempre la nombraba, y cada vez que me vencía repetía; “nemo me impune lacessit”-.
Kendrick otra vez estaba en mis pensamientos, lo extrañaba. ¿O extrañaba la tranquilidad y seguridad de la aldea? ¿mi rutina, mi gente? Pero debíamos seguir fluyendo como hasta ahora, porque, aunque todo eran ideas, fantasías y un sueño de vida, nos encontrábamos con una aventura distinta cada día, y eso era realmente emocionante.
– Nadie me ataca impunemente. Me agradas Cailleach .
– Y ahora entiendo porque llevas esas plumas colgadas de tu espada, las plumas moradas de los guerreros legendarios. ¿Conoces su historia? -me preguntó Tiona.
– Claro… Sé que sólo los caballeros de la corona las poseen, es un símbolo de protección y coraje. El hombre que me las dio no era mi padre, no compartimos sangre, pero ciertamente no busco el reconocimiento del Rey. No me había puesto a pensar en ello, pero solo las llevaba conmigo como si fuesen un talismán.
– Será muy interesante tenerlos aquí con nosotrxs. Siéntanse cómodxs y sean bienvenidxs-.
Ceannard se levantó de la mesa y se alejó con dos de las guardianas.
Los días pasaron, y fuimos encontrando distintas actividades, nos fuimos sintiendo cada vez más a gusto y conociendo a todas las personas que nos rodeaban. Gregory se había vuelto muy unido a Dubh, el consejero de Ceannard, pasaban mucho tiempo juntos preparando los itinerarios que ella les pedía para sus viajes políticos donde se reunía con los líderes de otros clanes para preservar la paz y el orden.
Habían estado toda la mañana preparando las rutas del próximo viaje, casi sin pestañar y con las piernas y adormecidas, decidieron salir a caminar en cuanto terminaron. Era un día soleado, pero soplaba un viento frío que les cortaba la cara. Se sentaron en unas escalinatas mientras conversaban y compartían anécdotas. Mientras Gregory escuchaba atentamente el relato, se detuvo unos segundos – que se convirtieron en largos minutos- para contemplar el panteón que estaba a sus espaldas. Un edificio enorme, más pequeño que el castillo, pero igual de majestuoso.
– ¿Qué es este lugar?, lo interrumpió sin prestar atención en las palabras que llenaban el espacio en ese momento.
– ¿Admirable no es cierto? Es el panteón de Ruaine. Seguramente ya has oído hablar de ella. La realidad es que un día se marchó, dejando sólo una carta que Ceannard y Tiona leyeron. Nunca compartieron la información, ni se habló del tema, pero este lugar sigue siendo sagrado, y todo esto lo llena aún más de misticismo.
– Nadie me ha hablado de ella. ¿Ruaine? Pero… ¿un panteón? O sea que está muerta.
– No en realidad… Bueno no lo sé con seguridad, pero es la manera de representarla como una Diosa por su gran poder. Mientras vivió aquí, era muy cercana a la jefa del clan y tenía influencia en todas las decisiones que tomaba debido a su sabiduría infinita. La llamaban la hechicera, pero era mucho más que eso, era nuestra partera, nuestra perfumista, tenía conocimiento en anatomía, botánica, sexualidad, amor y reproducción. Prestaba un importante servicio a la comunidad. Conocía mucho de plantas, animales y minerales. Creaba recetas para sanar, para la fertilidad y para abortar. Era puericultora y estaba muy pendiente de cada familia que la necesitaba. Si bien siempre priorizaba las enfermedades infantiles y femeninas, era una gran protectora de los granjeros.
Dubh contaba la historia de Ruaine y al mismo tiempo su mirada se perdía en el enorme panteón, lo vi alejarse del lugar con cierta melancolía.
– Hablas de ella con una gran admiración.
Gregory se perdió al igual que su compañero en esa construcción hasta el momento abandonada. Pero adentro, una luz llamó su atención antes de que empezara a caminar rumbo al castillo junto con Dubh. Buscó a través de las ventanas, pero no vio nada, quizás sólo había quedado sugestionado por la historia. Sacudió su cabeza para aclarar su confusión y siguió adelante.
Yo, mientras tanto, dirigía mi propio grupo de caza con Tiona. Pasábamos dos o tres días acampando en el bosque y volvíamos con carretas llenas. Intentaba hacerlo con el arco y flecha porque me mantenía concentrada y alerta en todo momento, pero mi mano volvía de manera mecánica al pomo de mi espada, a la adrenalina que me brindaba. Lo disfrutaba. Cuando Kendrick me la regaló, hace ya varios años, recién empezaba a entrenar. Mandó a labrar el pomo con una C en oro, le daban el peso y el equilibrio perfecto.
Esa mañana, el sol se escurría entre las ramas de los árboles como tentáculos de luz dorada que golpeaban contra suelo, dibujando sombras que danzaban al compás del viento. Abhainn estaba inquieta, relinchaba y sus movimientos eran toscos. Mi mano siempre estaba lista para desenvainar mi espada, Tiona se levantó de un salto y con unos movimientos ágiles trepó a la parte más alta de un árbol para poder tener mejor campo de visual y poder mantenernos a todas seguras. Luego de unos eternos segundos donde las cosas parecían moverse en cámara lenta por la concentración y los cinco sentidos trabajando al cien por ciento, el grito de guerra de Tiona me obligó a pivotear hacia donde ella estaba, con su arco y su flecha ya listos, al pie del árbol y con toda la formación de guerreras que nos acompañaban en la expedición de caza, con sus armas listas. Yo no lograba ver ninguna amenaza, pero la tensión aumentaba cada vez más. Corrí hasta Tiona, su torso estaba encorvado y se movía de un lado al otro lentamente, con las rodillas flexionadas y los pies enraizados en la tierra. Tiró hacia atrás su flecha y disparó. Atravesó varios metros a toda velocidad antes de llegar al objetivo que yo aún no podía divisar. Un aullido de dolor se alzó quebrando el silencio y junto con él, dos rugidos que estaban cada vez más cerca. Las guerreras cambiaron de posición y se dispersaron. Las arqueras se fueron hacia atrás y las lanceras hacia adelante, yo era la única que tenía espada en ese lugar.
– Muévete. ¡Ahora! – Dijo Tiona sin mirarme mientras alistaba otra flecha y la tensaba en el arco, pero no obedecí, solo moví mi pierna derecha hacia atrás para aferrarme con ella al suelo.
Sostenía mi espada con las dos manos. Un puma pasó cerca de Tiona, su tiro falló y otras dos flechas vinieron desde atrás, pero una lanza fue quien le rasgó una pata trasera. El animal rodó en el suelo levantando polvo y con ese mismo impulso se levantó y atacó una vez más. Antes que pudiera dar el quinto paso, otro movimiento de lanza lo dejó sin vida. Mis ojos ya estaban puestos al frente, donde dos pumas corrían a toda velocidad. Esta vez Tiona dio un tiro certero atravesando uno de sus cuellos, el tercer y último puma me sorprendió de salto y aunque mis reflejos eran rápidos logró rasgarme el pecho con sus garras, sin llegar a clavarme sus afilados colmillos que los sentí casi rozando mi rostro. Di la vuelta sobre mí misma y el filo de la espada que viajaba pegada a mi brazo derecho embistió contra el lomo de mi oponente de cuatros patas. Su aullido me puso la piel de gallina, era demasiado aguado. Una lancera corrió hasta situarse delante de mí, lista para relevarme.
– ¡Arqueras! gritó Tiona, y el animal quedó tendido, sin vida, atravesado por cinco flechas tras la orden que había sido efectuada.
Mientras revisaba mi herida noté que no era profunda pero acorde la adrenalina bajaba, el ardor y el dolor aumentaban.
Vi varias mujeres juntando la sangre que quedaba en los cuerpos inertes de las bestias.
– ¿Qué hacen?
En la aldea donde crecí no participaba de los grupos de caza, siempre estaba en la huerta con los granjerxs y desconocía para qué podía ser útil toda esa sangre.
– Los pumas son animales de mucho poder para nuestro clan, es un símbolo de liderazgo. Tienen historias, tienen batallas, tienen fuerza, equilibrio, confianza, paciencia, y a la vez son astutos. Solo se puede matar a uno de ellos si nuestra vida corre peligro, de otra manera, será juzgado y condenado como un crimen. Por eso es que recolectamos su sangre, para ofrecérsela a Dana, diosa de la fertilidad. Para bendecir nuestro clan y nuestras cosechas. Para que nuestras guerreras estén siempre protegidas con su poder. En este ritual, las mujeres se pintan rayas en las caras con la sangre que será ofrendada, beben de un cáliz que viaja de mano en mano y lo que queda se devuelve a la Madre Tierra, acompañando a la Luna Creciente. La lunación además de influir en las plantas, crea en las personas distintos estados anímicos y nos agrupa basándose en nuestro nivel evolutivo.
Era tanta información que me costaba asimilarla, pero ya quería ser parte de la celebración, podía visualizarlo en mi cabeza.
La noche que volvimos del viaje, noté que en el castillo estaba revuelto, la gente más cercana a la Reina Ceannard estaba muy enérgica, iban de aquí para allá y podía notar una exaltación particular en cada unx de ellxs.
– ¿Qué está ocurriendo aquí?
Pude notar que Tiona también lo sintió, porque se quedó inmóvil por unos segundos.
– Regresó… – me respondió. Y una gran sonrisa iluminó su rostro
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